LA TERCERA – “Se me van a enojar, pero nos dormimos todos. Compartamos la responsabilidad”, dijo esta semana José “Pepe” Mujica, al hablar sobre la compleja situación que atraviesa Montevideo con el agua. “Hace muchos años que tenemos el error estratégico (de) que dependemos de una fuente (de agua) sola, que es el río Santa Lucía”, agregó el expresidente de Uruguay. Es grave la situación de la capital uruguaya: están a días de no poder volver a tomar agua de la llave por un período indeterminado. En un país donde el agua es estatal y del cual las empresas privadas tuvieron que salir luego de un plebiscito en 2004, la falta de inversiones multiplicada por la mayor sequía en 70 años tiene a los montevideanos destinando parte de su presupuesto al agua embotellada y al Presidente Luis Lacalle Pou oliendo la derrota en la próxima elección.
Ojo, hablamos de la capital de uno de los países más desarrollados del continente. Por eso, la comparación con Santiago es más interesante aún. ¿Cómo andamos por casa? Qué mejor ejemplo que lo ocurrido el fin de semana antepasado en la Región Metropolitana para contestar. Nunca habíamos tenido en invierno esos niveles de turbiedad que afectaron a los ríos Maipo y Mapocho. Producto del fenómeno del Niño, se registraron más de 250 mm de lluvia en zonas donde habitualmente nieva. Fue una tormenta perfecta. Insólita. Compleja. Uno de muchos nuevos desafíos a los que nos está enfrentando en calentamiento global.
Sin embargo, y a pesar de haber estado a punto de enfrentar un corte de agua potable, Santiago resistió. Y eso se debe a que hay un plan de resiliencia hídrica frente a la sequía y a los eventos de turbiedad que se viene trabajando hace más de una década. No es la primera vez que lo escribo, pero hay cosas que deben ser repetidas hasta el cansancio para ser finalmente incorporadas por nuestra mente: así como llevamos más de una década con los ríos de Santiago libres de aguas servidas (ya no hay mal olor en el Mapocho, a nadie le da tifus y hay todo tipo de flora y fauna apareciendo a lo largo de su recorrido por la ciudad), también hemos logrado pasar de cuatro horas de autonomía frente a eventos de turbiedad en 2011 a 37 horas en la actualidad. ¡Diez veces más! Y eso es porque hay plan, visión e inversiones.
Habría que aplaudir más seguido al MOP, a Aguas Andinas y a la Superintendencia de Servicios Sanitarios por el trabajo que se ha hecho. Una alianza público-privada que tomó cartas en el asunto hace rato y que hoy nos permite sobrevivir indemnes a situaciones como la de hace dos semanas o al río atmosférico del verano de 2021, ¿se acuerdan? Esto fue posible con obras de envergadura, como los Mega Estanques de Pirque, inaugurados en 2020.
Con una superficie que equivale a 50 canchas de fútbol, los seis mega estanques pueden acumular más de 1500 millones de litros de agua para enfrentar eventos de emergencia climática que hacen imposible producir agua potable en las plantas de tratamiento. Esa sola obra, que costó 88 mil millones de pesos, permitió aumentar de 11 a 34 horas de autonomía. A esa colosal obra en Pirque hay que sumarle los Pozos de Cerro Negro-Lo Mena, en el límite de las comunas de San Bernardo y La Pintana, una batería de pozos que permitieron aumentar el tiempo de autonomía operativa ante eventos de turbiedad a 37 horas. Una obra de 31 mil millones de pesos inaugurada en el primer semestre de 2022.
Pero eso ya es pasado. Ahora hay que seguir fortaleciendo la resiliencia y llegar a 48 horas de autonomía, la nueva meta. ¿Cómo? Con una captación y conducción alternativa en el río Maipo, denominada “Conducción El Manzano-Pirque”, que está a 5,7 kilómetros de distancia de la actual toma Independiente. “Considera la construcción de una toma que permite captar aguas desde el Embalse El Yeso conducidas a través de la descarga de la central hidroeléctrica Las Lajas. Desde allí, el agua será conducida directamente a través de un ducto hasta Las Vizcachas con lo que, al evitar el paso por el cauce del río, llegará limpia hasta la planta de producción, sin contener la gran cantidad de sedimentos que arrastra en épocas de lluvias convectivas y aluviones.
Es la última obra de nuestro plan de resiliencia y nos permitirá incrementar en hasta 48 horas la autonomía de abastecimiento de agua potable de la ciudad de Santiago”, se puede leer en el sitio web de Aguas Andinas.
Con un costo de 130 mil millones de pesos, debiera estar terminada en el segundo semestre de 2024. Si se fijan, me he enfocado en el aspecto de la resiliencia hídrica que tiene que ver con los eventos de turbiedad. Hay toda una gama de proyectos que se han desarrollado en forma paralela para garantizar el suministro y enfrentar la sequía: desde el Estanque subterráneo Bicentenario (obra por concluir en el subsuelo del Parque Bicentenario de Vitacura que beneficia a más de sesenta mil personas) hasta la ampliación de la Planta de Agua de Quilicura (27 mil personas cuentan desde 2021 con una planta que produce 250 litros por segundo, casi el doble que antes), o la modernización de la planta de agua potable Padre Hurtado, en la comuna de La Reina, que robusteció el suministro para un millón de personas de las comunas de Ñuñoa, Providencia, Las Condes, La Reina, Lo Barnechea y Vitacura, ya que aumentó el caudal máximo de producción de la planta de 1.300 a 2.300 litros por segundo.
Me quedan muchos más ejemplos de obras realizadas, pero quiero terminar esta columna con un proyecto esencial. Uno que nos puede dar muchos años de tranquilidad respecto del acceso al agua potable. Me refiero al Retorno Sustentable de Aguas Depuradas. Algo que sólo es posible gracias a la depuración que se realiza en las biofactorías de Aguas Andinas, notables ejemplos de economía circular. Este proyecto, en particular, se implementaría desde la Biofactoría de Mapocho Trebal. ¿De qué se trata? La conducción de agua depurada se realizará a través de una tubería de 35 kilómetros de extensión, desde Mapocho Trebal hasta la Asociación de Regantes de la Primera Sección del Río Maipo. Tendrá una capacidad de 3 m3/s y permitirá aportar anualmente entre 60 a 90 Hm3 de agua depurada, que será reutilizada en riego agrícola, lo que, a su vez, se traducirá en dejar disponible el mismo volumen a nivel de agua superficial, para ser potabilizada. Esperemos que esta maravilla de obra entre en operación en 2026. Con esta suma de acciones realizadas, así como proyectos en carpeta que hay que desarrollar sin perder tiempo, podemos decirlo con bastante seguridad: nunca seremos Montevideo.
Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna
Fuente: La Tercera, Viernes 07 de Julio de 2023