LA TERCERA – Espero estar equivocado, pero mientras usted lee esta columna, es probable que ya se hayan iniciado los primeros enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas especiales de Carabineros en los principales centros urbanos de nuestro país. Plaza Baquedano, plaza de la Independencia en Concepción y plaza Sotomayor en Antofagasta, entre otras, serán nuevamente vandalizadas, paraderos quemados, pequeños comercios saqueados y miles de vecinos sitiados por la violencia, el miedo y esa mezcla tóxica de humo y gas lacrimógeno.
Desearía ser optimista, y soñar que la conmemoración del llamado estallido o revuelta social sería tan pacífica y cívica como la marcha de los 2 millones del 25 de octubre de 2019. Pero cuando el país ya ha canalizado las demandas de justicia social por la vía democrática, con reformas radicales y la instalación de la Convención Constituyente, vale la pena preguntarse hasta cuándo será necesario mantener esta intransigente y violenta lucha simbólica por el territorio. O peor aún, a quién le conviene seguir sembrando el miedo, debilitando el respeto a la autoridad y desplazando al estado de los barrios populares.
Lo cierto es que a estas alturas los únicos que se benefician de esta vorágine son el narco, las barras bravas, el crimen organizado y algunos políticos capturados, corruptos o ingenuos oportunistas que siguen avalando o justificando la violencia con tal de ganar visibilidad.
Las cuarentenas nos dieron una frágil tregua, que permitió salvar la escultura del General Baquedano y algún comercio local. Pero ahora que volvemos a la calle, detener la violencia y recuperar la paz social en los centros urbanos es condición necesaria para avanzar en las reformas que con tanto costo se han instalado en la agenda política. No se trata de erradicar las marchas, sino de buscar formas, lugares y tiempos de expresión más efectivos para proteger la legitimidad de sus demandas.
Los espacios urbanos condicionan conductas, y una plaza Baquedano abandonada a su suerte es fiel reflejo de la gravedad de la situación. El gobierno tuvo la oportunidad, durante las cuarentenas, de intervenir y reconstruir el sector. Existe un proyecto, de los arquitectos Lyon, Bosch y Martinic; ganador el concurso Nueva Alameda Providencia, que ellos adaptaron post estallido para incorporar espacios para conmemoraciones, reordenar flujos y monumentos. Incluso habilitando un nuevo espacio para albergar un futuro memorial de Octubre de 2019 y el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución. Pero la contingencia del Covid y la intensidad de la agenda política mermaron su avance.
Hago un llamado a las alcaldesas de Santiago, Providencia, al alcalde de Recoleta, al Gobernador y al Delegado Presidencial a convocar una mesa de trabajo, con representantes de los vecinos, locatarios e instituciones del barrio para que retomen junto a los arquitectos este trabajo de remodelación de la Plaza. Como un gesto para que el próximo presidente o presidenta inicie su mandato poniendo la primera piedra de esta obra simbólica.
Fuente: La Tercera, Lunes 18 de Octubre de 2021