Lunes, Noviembre 25, 2024

Chile se está secando, ¿exageración o realidad?

EL MERCURIO – En 1978, sin tener datos duros, me pronuncié sobre el recalentamiento de la Tierra, atribuyéndolo a la acción humana. Me dijeron: “Esto lo hace la naturaleza. No opines sin tener la evidencia científica. Estás apretando el botón de alarma innecesariamente”. En 1988, la ONU y la Organización Meteorológica fundan el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

Un colega del Banco Mundial, Robert Watson, volviendo de la primera reunión, compartió la complejidad del debate sobre la contribución humana y la incidencia desigual entre los países. Muchas dudas y hesitación. Pero se logró expandir el horizonte de “la ciencia climática” y el Primer Informe de Evaluación se publica en 1990, cuando la ONU comienza negociaciones para una Convención Marco sobre el Cambio Climático.

Recientemente, se publicó el sexto reporte, donde más de 200 científicos comparten los siguientes hallazgos: situación gravísima, el ser humano como principal responsable, una modificación climática sin precedentes, estamos frente a procesos irreversibles, existen aún posibilidades de limitar los impactos, los próximos 20 años son claves, la experiencia a nivel local será mucho más impactante y compleja, y todas las regiones del mundo están afectadas. Ignorar esto es irresponsable y catastrófico. Pero, ¡ya se ha ignorado muchísimas veces! Un desafío personal, local, nacional y planetario.

En lo planetario es dificilísimo lograr acuerdos, en un mundo secuestrado por un puñado de países. Hay un millar de ideas disponibles; desde la eliminación de la economía de hidrocarburos hasta la transformación de un sistema multilateral caduco de desarrollo. Sobran compromisos no cumplidos (“objetivos del desarrollo sostenible”). Falta responsabilidad y compromiso político, donde mi generación no tiene interés en estos urgentes cambios, excepto rarísimas excepciones.

La esperanza es el liderazgo ciudadano joven, que debe luchar hasta llegar a puerto y establecer una manera armónica (humano-naturaleza) de vivir y sustentarse en el planeta. Será doloroso y, probablemente, violento, porque hay que cambiar los procesos de creación y distribución de riqueza, alterando estructuralmente el poder económico, institucional y social. Necesitamos co-crear una visión planetaria compartida, incorporar la ciudadanía en el sistema multilateral (a discutirse dentro del G20), establecer un sistema económico para el cuidado del planeta, abrazar una gobernanza sustentable de los bienes comunes, limpiar las aguas, descontaminar las ciudades… Como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, debemos redactar la Declaración Universal por el Cuidado del Planeta, y crear una Organización Planetaria Ciudadana. Esto reclama una gran revolución de conciencia y valores, que debe comenzar ahora.

En lo nacional y local, se repite lo planetario. ¿Por qué no habría de serlo, cuando estamos dominados por los mismos poderes globales? Se suma una desesperanza: como nación, ¿qué podemos hacer cuando hay un grupo de países responsables de casi la totalidad de emisiones de los gases de efecto invernadero? Una pregunta legítima.

Éticamente debemos como nación hacer todo el esfuerzo para conservar nuestra ecología y crear microclimas, microterritorios a nivel local, que nos beneficien a todos. La economía local ciudadana será un camino determinante. También, debemos establecer programas de mitigación y resiliencia: agua, protección de bosques nativos, ordenamiento territorial… Testimoniamos cómo el cambio climático se traduce en patrones erráticos de lluvia, dramática escasez de agua, desertificación, inundaciones, erosión costera, pérdida de glaciares, acidificación y reducción de oxígeno en los océanos, altas temperaturas, incendios forestales, inundaciones… Aún no logramos ponernos de acuerdo, ni sellamos compromisos políticos relevantes.

Estamos ensimismados con superficialidades, mientras nuestro país se está secando. Como si necesitáramos tres a cuatro semanas sin agua en las grandes ciudades para despertar del sopor ambiental y ecológico. Ni faltan ideas ni el apoyo de comunidades a nivel territorial. No podemos crecer primero y limpiar después. La Constitución debe hacer eco de esta realidad.

En lo personal, por primera vez vivimos una humanidad planetaria. Entonces, necesitamos un ser planetario: “Capaz de transformarse en el otro sin perder su propia identidad”. Esto no es un eslogan. Es el único camino para sobrevivir como humanidad y alcanzar el gran cambio de conciencia, hábitos, responsabilidades y acciones. Necesitamos trascender, despertando nuestra mente, cuerpo y sabiduría natural.

Alfredo Sfeir Younis

Fuente: El Mercurio, Miércoles 22 de Septiembre de 2021

EL MERCURIO – En 1978, sin tener datos duros, me pronuncié sobre el recalentamiento de la Tierra, atribuyéndolo a la acción humana. Me dijeron: “Esto lo hace la naturaleza. No opines sin tener la evidencia científica. Estás apretando el botón de alarma innecesariamente”. En 1988, la ONU y la Organización Meteorológica fundan el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

Un colega del Banco Mundial, Robert Watson, volviendo de la primera reunión, compartió la complejidad del debate sobre la contribución humana y la incidencia desigual entre los países. Muchas dudas y hesitación. Pero se logró expandir el horizonte de “la ciencia climática” y el Primer Informe de Evaluación se publica en 1990, cuando la ONU comienza negociaciones para una Convención Marco sobre el Cambio Climático.

Recientemente, se publicó el sexto reporte, donde más de 200 científicos comparten los siguientes hallazgos: situación gravísima, el ser humano como principal responsable, una modificación climática sin precedentes, estamos frente a procesos irreversibles, existen aún posibilidades de limitar los impactos, los próximos 20 años son claves, la experiencia a nivel local será mucho más impactante y compleja, y todas las regiones del mundo están afectadas. Ignorar esto es irresponsable y catastrófico. Pero, ¡ya se ha ignorado muchísimas veces! Un desafío personal, local, nacional y planetario.

En lo planetario es dificilísimo lograr acuerdos, en un mundo secuestrado por un puñado de países. Hay un millar de ideas disponibles; desde la eliminación de la economía de hidrocarburos hasta la transformación de un sistema multilateral caduco de desarrollo. Sobran compromisos no cumplidos (“objetivos del desarrollo sostenible”). Falta responsabilidad y compromiso político, donde mi generación no tiene interés en estos urgentes cambios, excepto rarísimas excepciones.

La esperanza es el liderazgo ciudadano joven, que debe luchar hasta llegar a puerto y establecer una manera armónica (humano-naturaleza) de vivir y sustentarse en el planeta. Será doloroso y, probablemente, violento, porque hay que cambiar los procesos de creación y distribución de riqueza, alterando estructuralmente el poder económico, institucional y social. Necesitamos co-crear una visión planetaria compartida, incorporar la ciudadanía en el sistema multilateral (a discutirse dentro del G20), establecer un sistema económico para el cuidado del planeta, abrazar una gobernanza sustentable de los bienes comunes, limpiar las aguas, descontaminar las ciudades… Como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, debemos redactar la Declaración Universal por el Cuidado del Planeta, y crear una Organización Planetaria Ciudadana. Esto reclama una gran revolución de conciencia y valores, que debe comenzar ahora.

En lo nacional y local, se repite lo planetario. ¿Por qué no habría de serlo, cuando estamos dominados por los mismos poderes globales? Se suma una desesperanza: como nación, ¿qué podemos hacer cuando hay un grupo de países responsables de casi la totalidad de emisiones de los gases de efecto invernadero? Una pregunta legítima.

Éticamente debemos como nación hacer todo el esfuerzo para conservar nuestra ecología y crear microclimas, microterritorios a nivel local, que nos beneficien a todos. La economía local ciudadana será un camino determinante. También, debemos establecer programas de mitigación y resiliencia: agua, protección de bosques nativos, ordenamiento territorial… Testimoniamos cómo el cambio climático se traduce en patrones erráticos de lluvia, dramática escasez de agua, desertificación, inundaciones, erosión costera, pérdida de glaciares, acidificación y reducción de oxígeno en los océanos, altas temperaturas, incendios forestales, inundaciones… Aún no logramos ponernos de acuerdo, ni sellamos compromisos políticos relevantes.

Estamos ensimismados con superficialidades, mientras nuestro país se está secando. Como si necesitáramos tres a cuatro semanas sin agua en las grandes ciudades para despertar del sopor ambiental y ecológico. Ni faltan ideas ni el apoyo de comunidades a nivel territorial. No podemos crecer primero y limpiar después. La Constitución debe hacer eco de esta realidad.

En lo personal, por primera vez vivimos una humanidad planetaria. Entonces, necesitamos un ser planetario: “Capaz de transformarse en el otro sin perder su propia identidad”. Esto no es un eslogan. Es el único camino para sobrevivir como humanidad y alcanzar el gran cambio de conciencia, hábitos, responsabilidades y acciones. Necesitamos trascender, despertando nuestra mente, cuerpo y sabiduría natural.

Alfredo Sfeir Younis

Fuente: El Mercurio, Miércoles 22 de Septiembre de 2021

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