DIARIO FINANCIERO – Desde Andess explican que las pérdidas no solo se producen por filtraciones de la red, sino que también por extracciones ilegales de grifos o casos de manipulación de medidores.
Ya son 12 años de sequía en el país y el uso eficiente del agua se ha convertido en una prioridad. Por eso, en la autoridad que regula el sector hay cierta preocupación por los registros de agua potable perdida que está mostrando la industria, que básicamente no ha mostrado avance en una década.
Según una estadística reciente de la Superintendencia de Servicios Sanitarios (SISS), el porcentaje de agua no facturada tuvo un leve aumento en 2020, pasando de 33% en 2019 a 33,5% el año pasado.
Pese a que la variación no es tan significativa, lo que preocupa a la autoridad es que este índice se ha mantenido estancado durante los últimos años y se estaría perdiendo un tercio el agua producida cada año.
Al revisar los datos históricos, se identifica que en 2000 el porcentaje de agua no facturada era de 30,60% y fue aumentando con el paso de los años, hasta en 2010 alcanzar el 35,4%. En la siguiente década, empezó a disminuir hasta alcanzar un 31,97% en 2016, para luego volver a subir.
La SISS define que el agua no facturada es la que no llegó a los usuarios del servicio por distintos motivos, principalmente por las pérdidas físicas en la red, como roturas y filtraciones, pero también incluye otros ítems como errores en las mediciones, conexiones clandestinas, fraudes y extinciones de incendios.
El superintendente Jorge Rivas plantea que los resultados globales de 2020 “no son buenos, ya que esta alza de 0,5% promedio nos muestra que seguimos estancados, pese a que muchas empresas anuncian planes y medidas para rebajar las pérdidas”.
“El sector tiene excelentes indicadores en muchos ámbitos, pero en esto varias sanitarias siguen en deuda y deben replantear su gestión al respecto”, señala.
Pone en contexto que se genera una pérdida de facturación de agua potable equivalente al abastecimiento de dos millones de viviendas anualmente.
Desde la SISS señalan que tiene Chile presenta niveles medios en el contexto internacional, sin embargo, son más altos que los reportados en algunos países de la OCDE como Polonia, Inglaterra o Nueva Zelanda.
“Las empresas sanitarias tienen en promedio un 33% de agua no facturada, algunas superando el 40%, mientras que países con similar PIB per cápita al nuestro, tales como Croacia y Polonia, tienen un 12% y 17%, respectivamente”, indica Rivas.
Al revisar el detalle por empresa, las con mayores porcentajes de pérdida en 2020 fueron SMAPA con 53,9%; Sacyr Agua Chacabuco con 40,5% y Nuevosur con 40,5%.
Sobre si el agua no facturada tiene efecto en las tarifas, Rivas explica que si la empresa tiene pérdidas sobre el 15% “debe asumir los costos de de esa ineficiencias sin traspasarlos a las personas”.
“Sin embargo, este factor no ha sido suficiente por si mismo para que las empresas mejores en este índice por lo que se deben aplicar medidas complementarias”, dice.
Disminuir el porcentaje
Bajar la cifra de pérdidas no es un asunto fácil para el sector. La presidenta de la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Sanitarios (Andess), Jessica López, asegura que “el agua no contabilizada es un tema sumamente relevante para el sector, más aún en el contexto de sequía”.
Detalla que el agua no facturada corresponde a la diferencia entre la cantidad de agua que se produce en las plantas y la cantidad que suman todos los medidores de los clientes, es decir, que no se cobra, y ello es producto de varias situaciones como filtraciones, pero también extracciones ilegales de grifos o casos de manipulación de medidores.
Explica que “el año 2020 y a raíz de la pandemia y el menor consumo general de agua, las aguas no facturadas han sido proporcionalmente superiores, lo que aumenta el indicador”.
“Especial incidencia en algunas ciudades ha tenido el aumento significativo de campamentos y tomas irregulares, que en su necesidad de contar con agua para sus necesidades básicas, han aumentado el agua no facturada”, señala.
López también entrega datos globales y detalla que según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo de 2020, Chile tiene el menor porcentaje de aguas no facturadas en América Latina.
También un estudio de Instituto Trata Brasil, que usa datos del Sistema Nacional de Informaciones sobre Saneamiento de Brasil para comparar las aguas no facturadas y concluye que Chile se encuentra en el primer lugar, con los niveles más bajos de la región, superando ampliamente a países como Colombia (46%), Panamá (45%) o Brasil (40%).
Este mejor desempeño es en parte consecuencia de las enormes inversiones en recambio de redes de agua potable (…) Sólo en 2020, el presupuesto de la industria en recambio de redes fue de US$ 42 millones para renovar 128 kilómetros de tuberías de agua potable”, apunta.
Tecnología como factor clave
Los factores externos, como las extracciones ilegales son difíciles de controlar por parte de las sanitarias, pero las pérdidas físicas se pueden enfrentar. Lopéz asegura que un factor clave para disminuir los porcentajes de agua no facturada es la tecnología.
“Las empresas están incorporando tecnología para poder sectorizar e identificar zonas que requieren de medidas asociadas a la operación o infraestructura. También hay softwares especializados que se han ido adoptando precisamente para mejorar la gestión e identificar las necesidades de intervención”, dice.
Por delante, la industria tiene una meta: reducir las aguas no facturadas en 25% al año 2030, a través de un compromiso de Chile con los NDC (Contribución Nacional Determinada).
Una firma que pretende alcanzar el 25%, pero para 2024, es Aguas Andinas. Actualmente, la compañía alcanza un porcentaje de agua no facturada de 32,2%, con un aumento de 0,5% en comparación con 2019.
El gerente de distribución y recolección de Aguas Andinas, Franco Nicoletti, señala que han implementado “el rastreo satelital, métodos acústicos y gas trazador para detectar fugas no visibles y fraudes”.
“La implementación de éstas nos permite monitorear en tiempo real y en línea 24/7 la totalidad de nuestra red, lo que corresponde a 13.200 Km”, cuenta.
En tanto, Esval, operadora de la Región de Valparaíso, ha logrado una baja de 8,8% en diez años y alcanza un 34,9% en 2020.
La compañía identifica que uno de sus principales desafíos ha sido la topografía: “No es igual la operación en Valparaíso con 42 cerros, por ejemplo, que en un sector con una topografía más plana. También se deben considerar temas propios de nuestra zona de operación, como el agua para incendios forestales, presencia de campamentos y tomas”.
También han implementado tecnología para controlar las pérdidas: “Desde el año pasado, la red de agua potable de Esval y Aguas del Valle está 100% digitalizada con 12.000 sensores”.
En el caso de Essbio, junto con instalar sensores han apuntado a una estrategia de chequeos preventivos: “cada año revisamos más de 2.800 kilómetros de nuestras redes de agua potable, detectando y reparando de manera preventiva fugas no visibles, con especial énfasis en localidades que enfrentan escasez hídrica”.
Por su parte, Nuevosur realiza un plan de detección y control de conexiones clandestinas: “también llevamos a cabo una campaña del buen uso de los grifos, que además de mantener su operatividad, evita pérdidas de agua por su extracción no autorizada”.
Fuente: Diario Financiero, Viernes 25 de Junio de 2021