PULSO – El deterioro de la naturaleza nos está cobrando la cuenta, porque lleva a la alteración del clima, la pérdida de biodiversidad y multiplica nuevas enfermedades como el COVID-19, que continuarán evolucionando en un ambiente propicio para ello.
El agua, elemento vital, se ha visto amenazado en su disponibilidad por diversos factores asociados a la crisis climática y a intervenciones humanas, con una visión económica y obtención de beneficios en el corto plazo. Esta forma de crecimiento nos ha llevado a un modelo económico extractivo y de gran dependencia de los recursos naturales, generando un boom económico cuya curva ha comenzado a decrecer paulatinamente en los últimos años. Hoy el COVID-19 está dejando una huella profunda en la economía mundial y el bienestar social, mostrándonos que vivimos en un mundo cambiante, desafiante y lleno de incertidumbres, con la única convicción que debemos adaptarnos y actuar con sentido de urgencia, abriendo nuevas oportunidades y potenciando los mercados sostenibles.
El deterioro de la naturaleza nos está cobrando la cuenta, porque lleva a la alteración del clima, la pérdida de biodiversidad y multiplica nuevas enfermedades como el COVID-19, que continuarán evolucionando en un ambiente propicio para ello. Al respecto, el grupo de 22 expertos del IPBES aseguran que los impactos en el medio ambiente son el camino a las pandemias, dado que hay cerca de 1,7 millones de virus no detectados en mamíferos y aves, de los cuales hasta 850.000 pueden tener la capacidad de infectar a los seres humanos (IPBES, 2020). También han cuantificado que el costo para prevenir la aparición de pandemias, es a través de la conservación y restauración de la naturaleza, lo que sería cien veces menos que cubrir el costo que esta misma provoca (IPBES, 2020).
¿Cuál es el rol que debe desempeñar la empresa en este escenario? Su papel resulta crítico, como verdaderos agentes de cambio, en un proceso de adaptación que se encamine a la apertura de mercados, reactivación económica y hacia un desarrollo sustentable. Las empresas tienen la responsabilidad de cuidar su entorno, entender el ecosistema así como la necesidad de contar con licencias sociales y ambientales para continuar operando.
En materia hídrica, se ha implementado recientemente en Chile el Certificado Azul, Acuerdo de Producción Limpia (APL), al cual pueden postular empresas de diversos sectores productivos y que promueve la gestión sostenible del recurso hídrico, mediante el uso eficiente y sustentable en la producción de bienes y servicios, con el fin de contribuir a la seguridad hídrica del país.
Los recursos hídricos en Chile forman parte importante del desafío de adaptación al Cambio Climático, siendo un eje fundamental en el desarrollo económico, bienestar social y conservación ambiental, elementos bases para el desarrollo sostenible con mirada en el largo plazo. Estudios han determinado que la escasez de agua, exacerbada por el cambio climático, podría conllevar la reducción de hasta el 6% del producto interno bruto (PIB) en algunas regiones, provocar migraciones y generar conflictos (Banco Mundial, 2016), poniendo en riesgo además a casi el 80% de los puestos de trabajo que constituyen la fuerza laboral mundial que dependen del acceso a un suministro adecuado de agua y servicios relacionados con el agua, incluyendo el saneamiento (WWAP, 2016).
Sabemos que caminamos junto a una sequía histórica que se irá acentuando en el tiempo, siendo una amenaza silenciosa que poco a poco ha comenzado a evidenciar fracturas sociales profundas y un deterioro económico en cámara lenta, lo que configurará el futuro de las personas. Por ello, muchos países del mundo han generado políticas de Reactivación Económica Verde y han iniciado su urgente implementación, impulsando mecanismos públicos y privados para ello. Estudios han estimado que el valor económico de los servicios del ecosistema a nivel mundial es de USD 124,8 billones, comparado con el producto interior bruto mundial de USD 75,2 billones en el mismo año (Costanza et al., 2014).
También se ha estimado la relevancia del sector privado en este necesario cambio de rumbo de los países, donde el esfuerzo de cubrir la brecha hídrica mundial podría costar entre USD 50 y 60.000 millones anuales durante los próximos 20 años, pero con la inversión privada se podrían tener resultados positivos en solo tres años (Boccaletti y otros, 2009). Esperamos que nuestras empresas en Chile sean parte de este gran desafío.
Fuente: Pulso, Miércoles 02 de Junio de 2021