AMÉRICA RETAIL – Hasta hace escasos meses existía un convencimiento natural en la sociedad de que el desarrollo personal, social y profesional se encontraba principalmente en las ciudades y que, la migración de las zonas rurales hacia núcleos económicos más importantes formaba parte de la economía de aglomeración en la que vivimos. Este pensamiento se basaba en la lógica de la búsqueda de mejores oportunidades de desarrollo profesional y social, además aprovechar los recursos artísticos, culturales y de ocio que hay en las grandes urbes.
En línea con este hecho, las ciudades han ido creciendo, produciendo dos preocupaciones principales: primero, las zonas que poco a poco se iban quedando más despobladas, lo que los políticos bautizaron como la “España vaciada”; y, segundo, la adaptación de las ciudades para absorber de manera eficiente, sostenible y ordenada el consumo de recursos, las emisiones y el aumento poblacional. Según datos de Naciones Unidas referentes a mayo 2018, el 55% de la población mundial vive en áreas urbanas, una proporción que se espera que alcance el 68% para 2050.
El Acuerdo de París de 2015, el desarrollo de sus reglas en Katowice y la Agenda 2030 marcan el inicio de una agenda global hacia el desarrollo sostenible y, por tanto, se volvía urgente para España establecer un plan de desarrollo involucrando a Administraciones locales, empresas y vecinos.
Después de ocho meses de pandemia y viendo que el teletrabajo ha llegado para quedarse, es muy interesante ver cómo una nueva corriente se abre camino en la sociedad sobre cómo vivir y qué es lo que compensa ahora. Se impone una tendencia de búsqueda de vivienda con más metros, más luz y con zonas comunes, jardines o terrazas. En abril, idealista ya publicó un estudio que refleja que el interés por propiedades lejos de la capital ha aumentado en todas las provincias españolas. Concretamente, las capitales concentraban ahora el 38,8% de las búsquedas de vivienda frente al 44,1% de enero.
En paralelo, la gran mayoría de las empresas tienen que replantearse sus espacios de trabajo y las relaciones profesionales, y lo tienen que hacer mientras estudiaban maneras de volverse más sostenibles. Viendo que la conciencia social ha marcado nuevos ritmos y requisitos, habrá que hacer un seguimiento de la evolución de esta tendencia y ver si va a ser pasajera como el virus.
Independientemente, y más allá de la absurda confrontación ideológica que se ha generado alrededor de la sostenibilidad y del cambio climático (vale para la conservación de la biodiversidad, la contaminación por plástico o el uso que hacemos de la energía, por citar solo algunos de los jinetes del apocalipsis), podemos afirmar que todos estamos de acuerdo en que ciudades y viviendas sostenibles son mejores para nosotros, nuestros hijos y nietos.
La futura Ley de Cambio Climático indica que, entre otras medidas, todos los municipios de más de 50.000 habitantes deberán contar con zonas de bajas emisiones, promocionando el transporte a pie o en bici, el transporte público deberá ser eléctrico o sustituido por vehículos que no emitan GEI (gases de efecto invernadero). Se deberá invertir en infraestructuras de redes de carga para vehículos privados, así como fomentar la movilidad eléctrica compartida. Así mismo, el Gobierno promoverá y facilitará el uso eficiente de la energía y el uso de fuentes renovables en el ámbito de la edificación.
Pero la transformación del parque urbano en un país con 19 millones de viviendas no será sencilla. Aunque, igual que caben transformaciones profundas en las ciudades, también pueden hacerse en la escala en la que nos manejamos la mayoría de nosotros.
La evolución del código técnico, la irrupción de nuevos estándares como la casa pasiva y las normativas alrededor de la vivienda de consumo energético casi nulo deberán contribuir a una mayor eficiencia de nuestras urbes (no queda otra). Pero es que, además, muchas viviendas cuentan con cubiertas planas, azoteas casi siempre desocupadas que pueden transformarse en espacios comunes, azoteas verdes, huertos urbanos, como por ejemplo en los ensanches de Madrid y Barcelona. Aquí estas iniciativas son todavía poco habituales y se plantean tímidamente en el desarrollo de Madrid Nuevo Norte y en algunas actuaciones como Terrat Viu en la capital catalana.
Todas estas transformaciones nacen y crecen envueltas en la polémica. Igual que nuestras ciudades se fueron transformando para dar cabida a los coches y se modelaron alrededor del tráfico privado, en el futuro cercano las ciudades serán de nuevo más saludables deshaciendo y adaptando parte del camino e implantando como norma la economía circular, sin olvidar que los nuevos modelos de negocio y las nuevas tecnologías favorecerán la innovación y crearán más valor económico de los recursos naturales.
Artículo escrito por Paloma García Zaragoza, directora de Project Management de Emecubo Building Consultancy
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Fuente: América Retail, Lunes 09 de Noviembre de 2020
Sostenibilidad: El complicado e irremediable reto de hacer las ciudades más sostenibles
AMÉRICA RETAIL – Hasta hace escasos meses existía un convencimiento natural en la sociedad de que el desarrollo personal, social y profesional se encontraba principalmente en las ciudades y que, la migración de las zonas rurales hacia núcleos económicos más importantes formaba parte de la economía de aglomeración en la que vivimos. Este pensamiento se basaba en la lógica de la búsqueda de mejores oportunidades de desarrollo profesional y social, además aprovechar los recursos artísticos, culturales y de ocio que hay en las grandes urbes.
En línea con este hecho, las ciudades han ido creciendo, produciendo dos preocupaciones principales: primero, las zonas que poco a poco se iban quedando más despobladas, lo que los políticos bautizaron como la “España vaciada”; y, segundo, la adaptación de las ciudades para absorber de manera eficiente, sostenible y ordenada el consumo de recursos, las emisiones y el aumento poblacional. Según datos de Naciones Unidas referentes a mayo 2018, el 55% de la población mundial vive en áreas urbanas, una proporción que se espera que alcance el 68% para 2050.
El Acuerdo de París de 2015, el desarrollo de sus reglas en Katowice y la Agenda 2030 marcan el inicio de una agenda global hacia el desarrollo sostenible y, por tanto, se volvía urgente para España establecer un plan de desarrollo involucrando a Administraciones locales, empresas y vecinos.
Después de ocho meses de pandemia y viendo que el teletrabajo ha llegado para quedarse, es muy interesante ver cómo una nueva corriente se abre camino en la sociedad sobre cómo vivir y qué es lo que compensa ahora. Se impone una tendencia de búsqueda de vivienda con más metros, más luz y con zonas comunes, jardines o terrazas. En abril, idealista ya publicó un estudio que refleja que el interés por propiedades lejos de la capital ha aumentado en todas las provincias españolas. Concretamente, las capitales concentraban ahora el 38,8% de las búsquedas de vivienda frente al 44,1% de enero.
En paralelo, la gran mayoría de las empresas tienen que replantearse sus espacios de trabajo y las relaciones profesionales, y lo tienen que hacer mientras estudiaban maneras de volverse más sostenibles. Viendo que la conciencia social ha marcado nuevos ritmos y requisitos, habrá que hacer un seguimiento de la evolución de esta tendencia y ver si va a ser pasajera como el virus.
Independientemente, y más allá de la absurda confrontación ideológica que se ha generado alrededor de la sostenibilidad y del cambio climático (vale para la conservación de la biodiversidad, la contaminación por plástico o el uso que hacemos de la energía, por citar solo algunos de los jinetes del apocalipsis), podemos afirmar que todos estamos de acuerdo en que ciudades y viviendas sostenibles son mejores para nosotros, nuestros hijos y nietos.
La futura Ley de Cambio Climático indica que, entre otras medidas, todos los municipios de más de 50.000 habitantes deberán contar con zonas de bajas emisiones, promocionando el transporte a pie o en bici, el transporte público deberá ser eléctrico o sustituido por vehículos que no emitan GEI (gases de efecto invernadero). Se deberá invertir en infraestructuras de redes de carga para vehículos privados, así como fomentar la movilidad eléctrica compartida. Así mismo, el Gobierno promoverá y facilitará el uso eficiente de la energía y el uso de fuentes renovables en el ámbito de la edificación.
Pero la transformación del parque urbano en un país con 19 millones de viviendas no será sencilla. Aunque, igual que caben transformaciones profundas en las ciudades, también pueden hacerse en la escala en la que nos manejamos la mayoría de nosotros.
La evolución del código técnico, la irrupción de nuevos estándares como la casa pasiva y las normativas alrededor de la vivienda de consumo energético casi nulo deberán contribuir a una mayor eficiencia de nuestras urbes (no queda otra). Pero es que, además, muchas viviendas cuentan con cubiertas planas, azoteas casi siempre desocupadas que pueden transformarse en espacios comunes, azoteas verdes, huertos urbanos, como por ejemplo en los ensanches de Madrid y Barcelona. Aquí estas iniciativas son todavía poco habituales y se plantean tímidamente en el desarrollo de Madrid Nuevo Norte y en algunas actuaciones como Terrat Viu en la capital catalana.
Todas estas transformaciones nacen y crecen envueltas en la polémica. Igual que nuestras ciudades se fueron transformando para dar cabida a los coches y se modelaron alrededor del tráfico privado, en el futuro cercano las ciudades serán de nuevo más saludables deshaciendo y adaptando parte del camino e implantando como norma la economía circular, sin olvidar que los nuevos modelos de negocio y las nuevas tecnologías favorecerán la innovación y crearán más valor económico de los recursos naturales.
Artículo escrito por Paloma García Zaragoza, directora de Project Management de Emecubo Building Consultancy
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Fuente: América Retail, Lunes 09 de Noviembre de 2020