PAÍS CIRCULAR – A nivel nacional hay poco más de 13 millones de toneladas de materiales catalogados como residuos que en países desarrollados son tipificados como subproductos para usarse como materia prima, al tiempo que se estima que la circularidad podría incrementar entre un 3% y un 4% el PIB nacional. En el marco de la construcción de una hoja de ruta para la economía circular en Chile, se comienzan a visualizar una serie de procesos y sectores productivos con potencial para impulsar esta tendencia en el país, y entre ellos uno de los que hoy está avanzando con más fuerza a nivel global es la industria del acero, que presenta también grandes oportunidades y avances en Chile no solo en beneficio del propio sector, sino también para otros como el de la construcción y la industria cementera.
Aunque aún no parece estar cercana la vacuna que permita hablar en serio de un retorno seguro de las actividades a nivel global -no estaría disponible a nivel masivo al menos hasta mediados de 2021, según la OMS-, las sociedades y las economías comienzan a retomar un nivel de actividad que permite ir ya visualizando los caminos a la recuperación mundial tras la extendida crisis causada por la pandemia del coronavirus. Y cada vez suman más las voces desde el mundo ciudadano, académico, financiero, de economistas de renombre mundial, e incluso de continentes completos como en el caso del Pacto Verde europeo, que buscan avanzar hacia un nuevo tipo de desarrollo económico más sostenible. No solo para el planeta, también para las sociedades.
Hace unos días, de hecho, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, volvió a recordar que el mundo enfrenta hoy dos crisis urgentes, el Covid-19 y el cambio climático, y que es necesario que “abordemos ambas y dejemos a las generaciones futuras la esperanza de que este momento sea un verdadero punto de inflexión para la gente y el planeta”.
Y en esa línea, describió seis medidas climáticas con miras a una recuperación sostenible: invertir en empleos “verdes”, no rescatar a las industrias contaminantes, acabar con los subsidios a los combustibles fósiles, tener en cuenta el riesgo climático en todas las medidas financieras y normativas, trabajar juntos y, lo más importante, no dejar a nadie atrás. Y junto con ello, pidió a todos los países, especialmente a los miembros del G20 -el grupo de las naciones más industrializadas- que se comprometan a implementar la neutralidad de carbono antes del año 2050.
Una visión que también ha sido recogida por distintos actores en el país, donde han surgido varios llamados a una reactivación sostenible tras la crisis social y económica que ha cruzado al país en los últimos 10 meses. Y en esta línea, quizás la propuesta más concreta se registró en marzo de este año, cuando el coronavirus recién mostraba sus primeros contagios en el país, y el Ministerio del Medio Ambiente convocó a 25 actores representativos de los distintos sectores del país a iniciar el trabajo para elaborar una hoja de ruta que estableciera los lineamientos y objetivos para implementar la economía circular en Chile con un horizonte de cumplimiento a 2040. Si bien la primera meta declarada es que a ese año solo un 10% de los residuos del país termine en un relleno sanitario, los objetivos son mucho más ambiciosos, y apuntan a una transformación de fondo en el sistema productivo del país.
“Los criterios de producción trazables al concepto de circularidad han tenido un fuerte impulso en los últimos años en distintas economías a lo largo del mundo, especialmente por la mayor conciencia que existe respecto a la necesidad de acciones de mitigación o adaptación climática. En efecto, el modelo de circularidad lleva implícito la optimización en el uso de los recursos, lo que otorga un sello de sustentabilidad a los procesos productivos que lo internalizan”, dice Jorge Cáceres, director del Centro de Medio Ambiente y Energía de la SOFOFA.
“La pandemia -agrega-, y en general la superposición de crisis, nos han permitido que se puedan visualizar de manera clara una serie de cambios de paradigmas que nos pueden conducir a modelos de crecimiento cuyos pilares sean la sostenibilidad y la resiliencia”.
Hoy parece haberse asentado con fuerza la idea de que la economía circular puede ser el mejor vehículo para una economía sostenible en Chile. Según un estudio reciente, elaborado para la hoja de ruta, en el sector empresarial se identifican oportunidades que surgen de las tendencias en los mercados internacionales, y empresas multinacionales instaladas en el país ya están estableciendo requerimientos en esta materia para sus filiales chilenas. A nivel de mercados, una de las iniciativas que se mira con mayor atención es el Pacto Verde europeo, “que es a la vez un riesgo y una oportunidad para Chile”, señala el informe. “Si el país logra sumarse de forma temprana a la propuesta de la Unión Europea, de generar un acuerdo internacional sobre la gestión de recursos naturales, puede posicionarse como un aliado comercial estratégico de la UE”.
Esto porque, entre otras cosas, dicho pacto propondrá a través de una “regulación verde” un mecanismo de ajuste o impuesto de carbono en frontera para sectores específicos, para que el precio de las importaciones refleje con más precisión su contenido de carbono. “Si Chile tiene la capacidad de adaptar sus procesos para cumplir con esos nuevos requerimientos, se abre un mercado europeo con alto potencial para los sectores de la industria chilena que más exportan a Europa: minero, forestal, vitivinícola, agrícola, pesquero y químico”, señala el documento.
En ese camino, existen distintos sectores productivos que aparecen como pioneros en la adopción de este nuevo modelo, y uno de los que hoy está avanzando con más fuerza a nivel global es la industria del acero, que presenta también grandes oportunidades y avances en Chile no solo en beneficio del propio sector, sino también para otros como el de la construcción, dados los encadenamientos productivos tras ello.
Los infinitos reúsos del acero
Hoy se estima que transitar hacia la circularidad en Chile permitiría incrementar entre un 3% y un 4% el PIB, cifras consistentes con las observadas a nivel internacional, principalmente por la valorización de materiales factibles de ser catalogados como subproductos, y donde sectores como la industria manufacturera y la minería presentan grandes oportunidades, dice Jorge Cáceres, de SOFOFA.
“Hoy en Chile existen más de 13 millones de toneladas de materiales categorizados como residuos y que en países desarrollados son tipificados como subproductos, propiciándose su uso sistemático. Por ejemplo, es el caso de la escoria siderúrgica, la escoria de cobre, la ceniza volante, entre muchos otros que pueden usarse en múltiples sectores productivos como insumos o materia prima. Por ejemplo, la escoria puede usarse como base o sub-base en caminos, pudiendo generarse una poderosa sinergia con la industria cementera y en general con todo el rubro de la construcción”.
La industria del acero ha nivel global ha sido una fuerte promotora del cambio hacia la economía circular, principalmente porque tiene una ventaja clara sobre otros productos: el 100% del acero producido se puede volver a convertir en acero una vez terminada su vida útil -e infinitas veces-, al punto que de acuerdo a cifras de World Steel Association (2016) se reciclan 650 millones de toneladas de acero cada año.
“El uso de chatarra para la producción de acero encarna la esencia de la circularidad”, afirma Paola Grandela, gerenta de Excelencia y Sostenibilidad de AZA, empresa que produce acero sustentable con un proceso basado 100% en el reciclaje de chatarra de fierro, y que en 2019 recicló 463 mil toneladas de este material proveniente de un abanico tan amplio como piezas de fierro de los hogares hasta estructuras de gran tamaño de actividades productivas.
Las características de este material han hecho que la industria migre rápidamente a la circularidad. En España, por ejemplo, en 2017 la totalidad de la industria del acero firmó el Pacto por la Economía Circular de ese país, convirtiéndose en el primer sector en el que todas sus empresas se comprometieron con la transición hacia una economía sostenible. Lo propio ocurre en Colombia, donde la industria siderúrgica es una de las principales promotoras del Pacto Nacional de Economía Circular y hoy el sector es considerado uno de los principales recicladores de ese país.
En Chile, dice Paola Grandela, se busca avanzar en un camino similar. “La industria del acero, especialmente en lo que concierne al uso sistemático de chatarra por años en el país, ha encarnado históricamente el enfoque de economía circular, lo que puede potenciarse aún más mediante el escalamiento en la recolección de chatarra, en beneficio de nuestros proveedores y mediante la introducción de nuevos materiales derivados de nuestro proceso productivo factibles de valorizarse, como la escoria de arco eléctrico. Esta ruta de valorización de subproductos o coproductos permitirá gestionar e insertar nuevos materiales en el mercado haciendo a las empresas cada vez más competitivas”, plantea.
Esto porque del acero también se pueden aprovechar sus subproductos. De acuerdo a Euroslag, en 2016 se usaron 41 millones de toneladas de escorias de hierro y acero en Europa. De ellas, el 47% tuvo como destino la industria del cemento y un 30% la construcción de caminos. Es decir, infraestructura. Además, solo un 5,7% fue a relleno. Aquí las potencialidades también son enormes y un ejemplo de ello es Alemania, donde se da un 100% de uso a la escoria de arco eléctrico.
Oportunidades para una construcción sostenible
Para Jorge Cáceres, la valorización de materiales categorizados como residuos, no sólo puede redundar en ahorros significativos para el país, sino también en elevar las tasas de productividad, propiciar el desarrollo de nuevos emprendimientos y, por el lado minero, constituirse en la energía de activación para el desarrollo de la denominada “minería secundaria”.
Y en el caso de la construcción, como se ha señalado, el potencial es alto ya que además este sector consume alrededor del 50% de la producción mundial de acero. A nivel internacional, el uso de acero reciclado se distribuye en un 52% en construcción, 16% en equipamiento mecánico, 12% automotriz y un 10% en producción de metales, según lo reportado por World Steel Association en su informe “World Steel in Figures 2020”.
“La producción de AZA, cuyo modelo de negocio es la economía circular, tiene como destino las diferentes construcciones y desarrollo de infraestructura a lo largo del país. Así, nuestro acero circular se encuentra en hospitales, aeropuertos, líneas de metro y parques eólicos, entre muchas otras obras en Chile”, afirma Paola Grandela.
Y en el caso de la escoria generada en Chile, agrega, “hay una tremenda oportunidad de aprovechamiento de este material, que vendría a reforzar el concepto de circularidad en la industria del cemento y la construcción, con los grandes beneficios económicos y también reducciones en el impacto ambiental y cambio climático tras ello. En efecto, el uso de escoria de hierro y acero reduce la extracción de áridos naturales, evitando de esta manera la erosión de los cauces de los ríos de nuestro país, junto con otros beneficios como la reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Según cifras entregadas por la recién lanzada “Hoja de Ruta de Economía Circular en la Construcción”, que busca valorizar el 70% de sus residuos a 2035, en el país los residuos de la construcción y demolición (RCD) representan cerca del 34% del total de los residuos sólidos, y se proyecta que a 2023 se generarán 7.455.602 de toneladas anuales solo considerando vivienda, es decir, sin considerar edificios públicos ni infraestructura, por ejemplo.
Adicionalmente, las empresas siderúrgicas tienen acopiadas cerca de 700.000 toneladas de escorias de acero, cifra que se incrementa mensualmente y que se podrían transformar en áridos reciclados para la construcción. Sería una transformación clave, ya que -de acuerdo al mismo documento- se han identificado más de 1.000 hectáreas de extracción ilegal de áridos en Chile, donde el consumo anual de estos se estima en 11 millones de metros cúbicos solo en la Región Metropolitana, siendo que las plantas formales recolectoras de áridos tienen una capacidad para producir sólo 4 millones de metros cúbicos al año. Por tanto, se observa en ese mercado un preocupante predominio de la informalidad.
Por ello, agrega Paola Grandela, desde hace dos años AZA ha estado trabajando fuertemente en consolidar su estrategia de valorización de escorias de horno eléctrico contratando soporte especializado, teniendo como referencia el modelo de gestión alemán donde la escoria de hierro es utilizada en un 100%, para múltiples usos. “Viabilizar o escalar el uso de este material puede además generar nuevos empleos estrechamente ligados a la circularidad, atendida la operación de plantas especializadas en el procesamiento de subproductos como la escoria, evitando su disposición final”, afirma.
Desafíos pendientes para avanzar
Aunque la adopción de la economía circular conlleva necesariamente costos relevantes que pueden hacer poco atractivas inversiones en el corto plazo, para Jorge Cáceres, no obstante, “las empresas pioneras en su adopción son las que sobrevivirán, debiendo entonces utilizarse nuevas metodologías para evaluar los riesgos tras esas inversiones de manera que se visibilicen también las oportunidades. Asimismo, necesitamos de nuevas capacidades tras el diseño e implementación de estrategias de largo plazo que internalicen el modelo de circularidad en nuestro país”.
Esas estrategias de largo plazo son las que están trabajando hoy los distintos actores que conforman el comité estratégico para la hoja de ruta de la economía circular, en un modelo de colaboración público-privada donde están representados tanto el gobierno como los distintos gremios productivos del país, pero también la academia, organizaciones de la sociedad civil, expertos en economía circular y los recicladores de base, entre otros.
Y allí se están analizando también los desafíos para su implementación. Y entre los primeros diagnósticos, aparecen aspectos como la necesidad de una fuerte inversión en formación para contar con mejores capacidades que permitan, para los privados, una mayor facilidad en la identificación temprana de oportunidades de mayor eficiencia productiva y en el desarrollo o transferencia tecnológica para su materialización. Y a escala pública, un diseño más eficiente de políticas e instrumentos que ayuden, por ejemplo, a superar barreras o desincentivos a la adopción de modelos de circularidad.
Según señala Jorge Cáceres, para aprovechar los más de 13 millones de toneladas anuales de materiales factibles de valorizar en el sector industrial y minero, existen distintas realidades que deben ser consideradas. Por un lado, una serie de materiales ya son factibles de valorizar de manera inmediata porque existen en el país las capacidades y la infraestructura para ello. Otro grupo, en tanto, necesita que se desarrollen nuevas capacidades y se generen inversiones que permitan la valorización, emulando muchas veces lo observado en países desarrollados; mientras que un último grupo aún requiere de mayor investigación y desarrollo ya que no se tienen ejemplos a escala internacional.
“El punto -agrega Cáceres- es que para cualesquiera de esas oportunidades de valorización, se tienen barreras comunes que pueden ser significativas. Entre esas barreras se encuentra la inexistencia en el país de un mecanismo claro que permita la tipificación de materiales como subproductos, en lo que también se denomina internacionalmente ‘desclasificación de residuos’”.
“El desarrollo de la Hoja de Ruta para la Economía Circular impulsada por el gobierno -agrega- presenta una valiosa oportunidad para encarar estos desafíos de actualización normativa. Nos inspira por ejemplo la Directiva 2008 de 1998 de la Comunidad Europea, que establece un mecanismo claro para viabilizar el uso de materiales que, en Chile, por ser categorizados como residuos, o bien no pueden o bien encuentran grandes obstáculos para ser valorizados”.
En ello concuerda Paola Grandela, quien explica que “muchos materiales que hoy son categorizados como residuos, son en rigor insumos para otra aplicación u otra industria. Desde un punto de vista global, la economía circular ofrece un cambio de paradigma a las lógicas de producción y consumo, potenciando, por ejemplo, el ecodiseño, siendo la asociatividad la que permitirá desarrollar iniciativas que apunten al reciclaje, reutilización, remanufactura y reducción de residuos”.
Esta asociatividad, dice, está en la esencia de la economía circular y no solo debe considerar la relación interempresas, dados los encadenamientos de productos de alto potencial de agregación de valor, sino que también debe entenderse como colaboración público-privada para alcanzar como sociedad en su conjunto las ambiciosas metas trazadas. “Sumado a ello, el contexto actual de pandemia obliga a repensar los modelos de negocio, siendo la economía circular un motor clave para otorgar a la anhelada reactivación económica un sello de sostenibilidad y resiliencia a largo plazo.
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Fuente: País Circular, Lunes 14 de Septiembre de 2020
El rol de la industria del acero en el avance de la economía circular y en la generación de una infraestructura sostenible
PAÍS CIRCULAR – A nivel nacional hay poco más de 13 millones de toneladas de materiales catalogados como residuos que en países desarrollados son tipificados como subproductos para usarse como materia prima, al tiempo que se estima que la circularidad podría incrementar entre un 3% y un 4% el PIB nacional. En el marco de la construcción de una hoja de ruta para la economía circular en Chile, se comienzan a visualizar una serie de procesos y sectores productivos con potencial para impulsar esta tendencia en el país, y entre ellos uno de los que hoy está avanzando con más fuerza a nivel global es la industria del acero, que presenta también grandes oportunidades y avances en Chile no solo en beneficio del propio sector, sino también para otros como el de la construcción y la industria cementera.
Aunque aún no parece estar cercana la vacuna que permita hablar en serio de un retorno seguro de las actividades a nivel global -no estaría disponible a nivel masivo al menos hasta mediados de 2021, según la OMS-, las sociedades y las economías comienzan a retomar un nivel de actividad que permite ir ya visualizando los caminos a la recuperación mundial tras la extendida crisis causada por la pandemia del coronavirus. Y cada vez suman más las voces desde el mundo ciudadano, académico, financiero, de economistas de renombre mundial, e incluso de continentes completos como en el caso del Pacto Verde europeo, que buscan avanzar hacia un nuevo tipo de desarrollo económico más sostenible. No solo para el planeta, también para las sociedades.
Hace unos días, de hecho, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, volvió a recordar que el mundo enfrenta hoy dos crisis urgentes, el Covid-19 y el cambio climático, y que es necesario que “abordemos ambas y dejemos a las generaciones futuras la esperanza de que este momento sea un verdadero punto de inflexión para la gente y el planeta”.
Y en esa línea, describió seis medidas climáticas con miras a una recuperación sostenible: invertir en empleos “verdes”, no rescatar a las industrias contaminantes, acabar con los subsidios a los combustibles fósiles, tener en cuenta el riesgo climático en todas las medidas financieras y normativas, trabajar juntos y, lo más importante, no dejar a nadie atrás. Y junto con ello, pidió a todos los países, especialmente a los miembros del G20 -el grupo de las naciones más industrializadas- que se comprometan a implementar la neutralidad de carbono antes del año 2050.
Una visión que también ha sido recogida por distintos actores en el país, donde han surgido varios llamados a una reactivación sostenible tras la crisis social y económica que ha cruzado al país en los últimos 10 meses. Y en esta línea, quizás la propuesta más concreta se registró en marzo de este año, cuando el coronavirus recién mostraba sus primeros contagios en el país, y el Ministerio del Medio Ambiente convocó a 25 actores representativos de los distintos sectores del país a iniciar el trabajo para elaborar una hoja de ruta que estableciera los lineamientos y objetivos para implementar la economía circular en Chile con un horizonte de cumplimiento a 2040. Si bien la primera meta declarada es que a ese año solo un 10% de los residuos del país termine en un relleno sanitario, los objetivos son mucho más ambiciosos, y apuntan a una transformación de fondo en el sistema productivo del país.
“Los criterios de producción trazables al concepto de circularidad han tenido un fuerte impulso en los últimos años en distintas economías a lo largo del mundo, especialmente por la mayor conciencia que existe respecto a la necesidad de acciones de mitigación o adaptación climática. En efecto, el modelo de circularidad lleva implícito la optimización en el uso de los recursos, lo que otorga un sello de sustentabilidad a los procesos productivos que lo internalizan”, dice Jorge Cáceres, director del Centro de Medio Ambiente y Energía de la SOFOFA.
“La pandemia -agrega-, y en general la superposición de crisis, nos han permitido que se puedan visualizar de manera clara una serie de cambios de paradigmas que nos pueden conducir a modelos de crecimiento cuyos pilares sean la sostenibilidad y la resiliencia”.
Hoy parece haberse asentado con fuerza la idea de que la economía circular puede ser el mejor vehículo para una economía sostenible en Chile. Según un estudio reciente, elaborado para la hoja de ruta, en el sector empresarial se identifican oportunidades que surgen de las tendencias en los mercados internacionales, y empresas multinacionales instaladas en el país ya están estableciendo requerimientos en esta materia para sus filiales chilenas. A nivel de mercados, una de las iniciativas que se mira con mayor atención es el Pacto Verde europeo, “que es a la vez un riesgo y una oportunidad para Chile”, señala el informe. “Si el país logra sumarse de forma temprana a la propuesta de la Unión Europea, de generar un acuerdo internacional sobre la gestión de recursos naturales, puede posicionarse como un aliado comercial estratégico de la UE”.
Esto porque, entre otras cosas, dicho pacto propondrá a través de una “regulación verde” un mecanismo de ajuste o impuesto de carbono en frontera para sectores específicos, para que el precio de las importaciones refleje con más precisión su contenido de carbono. “Si Chile tiene la capacidad de adaptar sus procesos para cumplir con esos nuevos requerimientos, se abre un mercado europeo con alto potencial para los sectores de la industria chilena que más exportan a Europa: minero, forestal, vitivinícola, agrícola, pesquero y químico”, señala el documento.
En ese camino, existen distintos sectores productivos que aparecen como pioneros en la adopción de este nuevo modelo, y uno de los que hoy está avanzando con más fuerza a nivel global es la industria del acero, que presenta también grandes oportunidades y avances en Chile no solo en beneficio del propio sector, sino también para otros como el de la construcción, dados los encadenamientos productivos tras ello.
Los infinitos reúsos del acero
Hoy se estima que transitar hacia la circularidad en Chile permitiría incrementar entre un 3% y un 4% el PIB, cifras consistentes con las observadas a nivel internacional, principalmente por la valorización de materiales factibles de ser catalogados como subproductos, y donde sectores como la industria manufacturera y la minería presentan grandes oportunidades, dice Jorge Cáceres, de SOFOFA.
“Hoy en Chile existen más de 13 millones de toneladas de materiales categorizados como residuos y que en países desarrollados son tipificados como subproductos, propiciándose su uso sistemático. Por ejemplo, es el caso de la escoria siderúrgica, la escoria de cobre, la ceniza volante, entre muchos otros que pueden usarse en múltiples sectores productivos como insumos o materia prima. Por ejemplo, la escoria puede usarse como base o sub-base en caminos, pudiendo generarse una poderosa sinergia con la industria cementera y en general con todo el rubro de la construcción”.
La industria del acero ha nivel global ha sido una fuerte promotora del cambio hacia la economía circular, principalmente porque tiene una ventaja clara sobre otros productos: el 100% del acero producido se puede volver a convertir en acero una vez terminada su vida útil -e infinitas veces-, al punto que de acuerdo a cifras de World Steel Association (2016) se reciclan 650 millones de toneladas de acero cada año.
“El uso de chatarra para la producción de acero encarna la esencia de la circularidad”, afirma Paola Grandela, gerenta de Excelencia y Sostenibilidad de AZA, empresa que produce acero sustentable con un proceso basado 100% en el reciclaje de chatarra de fierro, y que en 2019 recicló 463 mil toneladas de este material proveniente de un abanico tan amplio como piezas de fierro de los hogares hasta estructuras de gran tamaño de actividades productivas.
Las características de este material han hecho que la industria migre rápidamente a la circularidad. En España, por ejemplo, en 2017 la totalidad de la industria del acero firmó el Pacto por la Economía Circular de ese país, convirtiéndose en el primer sector en el que todas sus empresas se comprometieron con la transición hacia una economía sostenible. Lo propio ocurre en Colombia, donde la industria siderúrgica es una de las principales promotoras del Pacto Nacional de Economía Circular y hoy el sector es considerado uno de los principales recicladores de ese país.
En Chile, dice Paola Grandela, se busca avanzar en un camino similar. “La industria del acero, especialmente en lo que concierne al uso sistemático de chatarra por años en el país, ha encarnado históricamente el enfoque de economía circular, lo que puede potenciarse aún más mediante el escalamiento en la recolección de chatarra, en beneficio de nuestros proveedores y mediante la introducción de nuevos materiales derivados de nuestro proceso productivo factibles de valorizarse, como la escoria de arco eléctrico. Esta ruta de valorización de subproductos o coproductos permitirá gestionar e insertar nuevos materiales en el mercado haciendo a las empresas cada vez más competitivas”, plantea.
Esto porque del acero también se pueden aprovechar sus subproductos. De acuerdo a Euroslag, en 2016 se usaron 41 millones de toneladas de escorias de hierro y acero en Europa. De ellas, el 47% tuvo como destino la industria del cemento y un 30% la construcción de caminos. Es decir, infraestructura. Además, solo un 5,7% fue a relleno. Aquí las potencialidades también son enormes y un ejemplo de ello es Alemania, donde se da un 100% de uso a la escoria de arco eléctrico.
Oportunidades para una construcción sostenible
Para Jorge Cáceres, la valorización de materiales categorizados como residuos, no sólo puede redundar en ahorros significativos para el país, sino también en elevar las tasas de productividad, propiciar el desarrollo de nuevos emprendimientos y, por el lado minero, constituirse en la energía de activación para el desarrollo de la denominada “minería secundaria”.
Y en el caso de la construcción, como se ha señalado, el potencial es alto ya que además este sector consume alrededor del 50% de la producción mundial de acero. A nivel internacional, el uso de acero reciclado se distribuye en un 52% en construcción, 16% en equipamiento mecánico, 12% automotriz y un 10% en producción de metales, según lo reportado por World Steel Association en su informe “World Steel in Figures 2020”.
“La producción de AZA, cuyo modelo de negocio es la economía circular, tiene como destino las diferentes construcciones y desarrollo de infraestructura a lo largo del país. Así, nuestro acero circular se encuentra en hospitales, aeropuertos, líneas de metro y parques eólicos, entre muchas otras obras en Chile”, afirma Paola Grandela.
Y en el caso de la escoria generada en Chile, agrega, “hay una tremenda oportunidad de aprovechamiento de este material, que vendría a reforzar el concepto de circularidad en la industria del cemento y la construcción, con los grandes beneficios económicos y también reducciones en el impacto ambiental y cambio climático tras ello. En efecto, el uso de escoria de hierro y acero reduce la extracción de áridos naturales, evitando de esta manera la erosión de los cauces de los ríos de nuestro país, junto con otros beneficios como la reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Según cifras entregadas por la recién lanzada “Hoja de Ruta de Economía Circular en la Construcción”, que busca valorizar el 70% de sus residuos a 2035, en el país los residuos de la construcción y demolición (RCD) representan cerca del 34% del total de los residuos sólidos, y se proyecta que a 2023 se generarán 7.455.602 de toneladas anuales solo considerando vivienda, es decir, sin considerar edificios públicos ni infraestructura, por ejemplo.
Adicionalmente, las empresas siderúrgicas tienen acopiadas cerca de 700.000 toneladas de escorias de acero, cifra que se incrementa mensualmente y que se podrían transformar en áridos reciclados para la construcción. Sería una transformación clave, ya que -de acuerdo al mismo documento- se han identificado más de 1.000 hectáreas de extracción ilegal de áridos en Chile, donde el consumo anual de estos se estima en 11 millones de metros cúbicos solo en la Región Metropolitana, siendo que las plantas formales recolectoras de áridos tienen una capacidad para producir sólo 4 millones de metros cúbicos al año. Por tanto, se observa en ese mercado un preocupante predominio de la informalidad.
Por ello, agrega Paola Grandela, desde hace dos años AZA ha estado trabajando fuertemente en consolidar su estrategia de valorización de escorias de horno eléctrico contratando soporte especializado, teniendo como referencia el modelo de gestión alemán donde la escoria de hierro es utilizada en un 100%, para múltiples usos. “Viabilizar o escalar el uso de este material puede además generar nuevos empleos estrechamente ligados a la circularidad, atendida la operación de plantas especializadas en el procesamiento de subproductos como la escoria, evitando su disposición final”, afirma.
Desafíos pendientes para avanzar
Aunque la adopción de la economía circular conlleva necesariamente costos relevantes que pueden hacer poco atractivas inversiones en el corto plazo, para Jorge Cáceres, no obstante, “las empresas pioneras en su adopción son las que sobrevivirán, debiendo entonces utilizarse nuevas metodologías para evaluar los riesgos tras esas inversiones de manera que se visibilicen también las oportunidades. Asimismo, necesitamos de nuevas capacidades tras el diseño e implementación de estrategias de largo plazo que internalicen el modelo de circularidad en nuestro país”.
Esas estrategias de largo plazo son las que están trabajando hoy los distintos actores que conforman el comité estratégico para la hoja de ruta de la economía circular, en un modelo de colaboración público-privada donde están representados tanto el gobierno como los distintos gremios productivos del país, pero también la academia, organizaciones de la sociedad civil, expertos en economía circular y los recicladores de base, entre otros.
Y allí se están analizando también los desafíos para su implementación. Y entre los primeros diagnósticos, aparecen aspectos como la necesidad de una fuerte inversión en formación para contar con mejores capacidades que permitan, para los privados, una mayor facilidad en la identificación temprana de oportunidades de mayor eficiencia productiva y en el desarrollo o transferencia tecnológica para su materialización. Y a escala pública, un diseño más eficiente de políticas e instrumentos que ayuden, por ejemplo, a superar barreras o desincentivos a la adopción de modelos de circularidad.
Según señala Jorge Cáceres, para aprovechar los más de 13 millones de toneladas anuales de materiales factibles de valorizar en el sector industrial y minero, existen distintas realidades que deben ser consideradas. Por un lado, una serie de materiales ya son factibles de valorizar de manera inmediata porque existen en el país las capacidades y la infraestructura para ello. Otro grupo, en tanto, necesita que se desarrollen nuevas capacidades y se generen inversiones que permitan la valorización, emulando muchas veces lo observado en países desarrollados; mientras que un último grupo aún requiere de mayor investigación y desarrollo ya que no se tienen ejemplos a escala internacional.
“El punto -agrega Cáceres- es que para cualesquiera de esas oportunidades de valorización, se tienen barreras comunes que pueden ser significativas. Entre esas barreras se encuentra la inexistencia en el país de un mecanismo claro que permita la tipificación de materiales como subproductos, en lo que también se denomina internacionalmente ‘desclasificación de residuos’”.
“El desarrollo de la Hoja de Ruta para la Economía Circular impulsada por el gobierno -agrega- presenta una valiosa oportunidad para encarar estos desafíos de actualización normativa. Nos inspira por ejemplo la Directiva 2008 de 1998 de la Comunidad Europea, que establece un mecanismo claro para viabilizar el uso de materiales que, en Chile, por ser categorizados como residuos, o bien no pueden o bien encuentran grandes obstáculos para ser valorizados”.
En ello concuerda Paola Grandela, quien explica que “muchos materiales que hoy son categorizados como residuos, son en rigor insumos para otra aplicación u otra industria. Desde un punto de vista global, la economía circular ofrece un cambio de paradigma a las lógicas de producción y consumo, potenciando, por ejemplo, el ecodiseño, siendo la asociatividad la que permitirá desarrollar iniciativas que apunten al reciclaje, reutilización, remanufactura y reducción de residuos”.
Esta asociatividad, dice, está en la esencia de la economía circular y no solo debe considerar la relación interempresas, dados los encadenamientos de productos de alto potencial de agregación de valor, sino que también debe entenderse como colaboración público-privada para alcanzar como sociedad en su conjunto las ambiciosas metas trazadas. “Sumado a ello, el contexto actual de pandemia obliga a repensar los modelos de negocio, siendo la economía circular un motor clave para otorgar a la anhelada reactivación económica un sello de sostenibilidad y resiliencia a largo plazo.
Ver artículo
Fuente: País Circular, Lunes 14 de Septiembre de 2020