LA TERCERA – Con el desconfinamiento de Santiago y Estación Central, salen de la cuarentena medio millón de personas que vivieron un encierro infernal, en pequeños departamentos o piezas subdivididas. Un alivio para ellos y una alerta para todos, ya que estos dos municipios aportan la mitad de la población flotante de la capital. Por lo tanto hoy se inicia el verdadero desafío de reducir las aglomeraciones urbanas que multiplican el Covid-19, y debemos abordarlo con sentido de realidad y cabeza fría.
Sentido de realidad para no caer en medidas efectistas, pero inútiles como pintar veredas para marcar distanciamientos imposibles de cumplir en la mayoría de núcleos comerciales donde la gente no puede caminar mirando el suelo. Tampoco servirá llenar la ciudad de ciclovías y de hecho puede ser perjudicial, si reduce el espacio vial a los grupos de riesgo que irán por medios motorizados, como adultos mayores, enfermos crónicos o personas con sobrepeso. Ellos deben ser la prioridad aunque griten poco.
La caminata sí debe potenciarse, pero peatonalizar calles servirá poco si no bajamos la afluencia en las horas punta mediante horarios diferidos de ingreso y salida al trabajo, manteniendo las frecuencias de Metro o buses, para reducir la densidad de pasajeros. En Atisba propusimos que estos horarios funcionen por anillos, para que las personas que viven más lejos entren más tarde, viajen sentadas, y duerman lo mismo que aquellos que vivimos cerca. Además, sugerimos que empresas y universidades se coordinen para turnar los días de descanso, lo que permitiría bajar hasta un 30% la afluencia diaria de personas.
Pero el sentido de realidad no es suficiente. Necesitamos cabeza fría para resistir el uso político que se hará del desconfinamiento y que vimos cuando se anunciaron colapsos hospitalarios que nunca sucedieron o se intentó generar un falso dilema entre cuidar la salud y privilegiar la economía. Afortunadamente el Presidente Piñera no hizo caso a esa postura maniquea que ha sido un fracaso en Buenos Aires o Lima, donde las cuarentenas no detuvieron los contagios y destruyeron miles de empleos, aumentando la pobreza y la marginalidad a niveles críticos.
¿Por qué fracasó la hibernación? Debido al hacinamiento de los hogares más vulnerables, un enorme detalle que omitieron quienes exigían esta medida desde viviendas amplias, como ocurrió con los ingenieros que diseñaron Transantiago sin haberse subido nunca a una micro. Además, la cuarentena nunca fue total. Miles siguieron en sus puestos, como los trabajadores que llevaban comida a domicilio a los profetas del encierro para que siguieran tuiteando. O los funcionarios públicos, doctores, enfermeros, periodistas y policías. Con ellos contamos para abordar este día y los que vienen. Al resto los juzgará la historia.
Fuente: La Tercera, Lunes 17 de Agosto de 2020