Sábado, Diciembre 21, 2024

Ciudad, equidad y pospandemia, por Claudio Orrego

LA TERCERA – Si bien esta pandemia nos afectará a todos, el precio lo pagarán desproporcionadamente los más pobres y sectores frágiles de clase media. Las condiciones de vida, hacinamiento y transporte los hace más vulnerables al contagio y al aislamiento. Al igual que con el estallido social, la pandemia ha visibilizado una realidad que increíblemente sigue siendo desconocida por muchos: los altos niveles de hacinamiento que viven importantes sectores de nuestras ciudades.
Soy de los que espera que una de las consecuencias de la pandemia sea un nuevo pacto social sobre el estándar urbano y habitacional de nuestras ciudades. Por cierto, para hacerlo bien y no causar más y nuevos problemas, tenemos que distinguir entre un hacinamiento inhumano versus una densidad equilibrada. Lo primero es lo que hay que combatir. Lo segundo es lo que necesitamos para tener ciudades más compactas, donde sectores bajos y medios puedan vivir más cerca de centros y subcentros urbanos, disminuyendo los costos sociales y ambientales de largos viajes, y con mejor acceso a servicios y espacios públicos.

El segundo desafío es la sustentabilidad energética y ambiental de nuestras ciudades. En este sentido tenemos que apostar como nunca por ciudades con mejor red de transporte público (buses y metro) por sobre el auto particular, la electromovilidad y el uso creciente de la bicicleta. Tanto por riesgos a contagios como por su eficiencia (sobretodo para tramos cortos), cada día serán más los ciudadanos que opten por esta manera de movilizarse en la ciudad. Veredas amplias y en buen estado, calles 100% peatonizables, y redes integradas de ciclovías de alto estándar serán una de las tendencias globales pospandemia.

El tercer y último desafío, será la promiscuidad urbana. Cada día parece más sensato construir ciudades y barrios donde coexistan distinto tipo de actividades en un mismo territorio. Este tipo de urbanismo, que se aleja de la vieja escuela de planificación por zonas claramente diferenciadas, es más coherente con la necesidad de una ciudad sustentable donde se incentive los menos viajes posibles (en cualquier modo de transporte) y le dé más y mejor vida a los barrios 24 hrs al día, 7 días a la semana. Nada más ajeno a esta concepción ética de ciudad que el sobrepoblamiento de las periferias (sea en parcelas de agrado o poblaciones altamente densas), desprovistas de los debidos equipamientos y servicios, además de promotoras de largos viajes. Ni barrios de oficinas, solo con vida de día y durante la semana, ni barrios dormitorios solo con vida nocturna y fines de semana. Si a una ciudad con vida permanente.

La ciudad pospandemia o será una ciudad más equitativa, sustentable y promiscua, o simplemente no será una ciudad preparada para las exigencias ciudadanas, ambientales y sanitarias del siglo XXI.

Fuente: La Tercera, Martes 30 de Junio de 2020

LA TERCERA – Si bien esta pandemia nos afectará a todos, el precio lo pagarán desproporcionadamente los más pobres y sectores frágiles de clase media. Las condiciones de vida, hacinamiento y transporte los hace más vulnerables al contagio y al aislamiento. Al igual que con el estallido social, la pandemia ha visibilizado una realidad que increíblemente sigue siendo desconocida por muchos: los altos niveles de hacinamiento que viven importantes sectores de nuestras ciudades.
Soy de los que espera que una de las consecuencias de la pandemia sea un nuevo pacto social sobre el estándar urbano y habitacional de nuestras ciudades. Por cierto, para hacerlo bien y no causar más y nuevos problemas, tenemos que distinguir entre un hacinamiento inhumano versus una densidad equilibrada. Lo primero es lo que hay que combatir. Lo segundo es lo que necesitamos para tener ciudades más compactas, donde sectores bajos y medios puedan vivir más cerca de centros y subcentros urbanos, disminuyendo los costos sociales y ambientales de largos viajes, y con mejor acceso a servicios y espacios públicos.

El segundo desafío es la sustentabilidad energética y ambiental de nuestras ciudades. En este sentido tenemos que apostar como nunca por ciudades con mejor red de transporte público (buses y metro) por sobre el auto particular, la electromovilidad y el uso creciente de la bicicleta. Tanto por riesgos a contagios como por su eficiencia (sobretodo para tramos cortos), cada día serán más los ciudadanos que opten por esta manera de movilizarse en la ciudad. Veredas amplias y en buen estado, calles 100% peatonizables, y redes integradas de ciclovías de alto estándar serán una de las tendencias globales pospandemia.

El tercer y último desafío, será la promiscuidad urbana. Cada día parece más sensato construir ciudades y barrios donde coexistan distinto tipo de actividades en un mismo territorio. Este tipo de urbanismo, que se aleja de la vieja escuela de planificación por zonas claramente diferenciadas, es más coherente con la necesidad de una ciudad sustentable donde se incentive los menos viajes posibles (en cualquier modo de transporte) y le dé más y mejor vida a los barrios 24 hrs al día, 7 días a la semana. Nada más ajeno a esta concepción ética de ciudad que el sobrepoblamiento de las periferias (sea en parcelas de agrado o poblaciones altamente densas), desprovistas de los debidos equipamientos y servicios, además de promotoras de largos viajes. Ni barrios de oficinas, solo con vida de día y durante la semana, ni barrios dormitorios solo con vida nocturna y fines de semana. Si a una ciudad con vida permanente.

La ciudad pospandemia o será una ciudad más equitativa, sustentable y promiscua, o simplemente no será una ciudad preparada para las exigencias ciudadanas, ambientales y sanitarias del siglo XXI.

Fuente: La Tercera, Martes 30 de Junio de 2020

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