Sábado, Noviembre 23, 2024

Nuestras ciudades en tiempos de pandemia, por Gonzalo Mardones Viviani

EL MERCURIO – Qué duda cabe que la ciudad es el invento colectivo mas magnífico y probablemente uno de los más complejos. En estos mismos instantes, en todas las ciudades importantes del planeta, los intelectuales, los especialistas y también la política, buscan y piensan soluciones para enfrentar el tema de la ciudad y el porvenir de ella, luego que este mísero bicho nos hiciera caer en la cuenta de lo que hemos realizado mal durante al menos cinco décadas.
Es bueno no olvidar que el cólera, el ébola, la gripe española y tantas epidemias más han producido y también posibilitado el repensar nuestras ciudades. En estos mismos 50 años se ha construido mucho más en ellas que en toda la historia de la humanidad.
Durante estos últimos años, de diversa manera y también a través de esta columna, hemos intentado apuntar a discutir y debatir algunas ideas, a nuestro juicio esenciales, a realizar en forma urgente en nuestras ciudades principales. Ciudades como París, Madrid, Londres, Milán, incluso Quito, en lo más alto de la cordillera, y tantas más buscan en este instante algunas soluciones posibles.
Un acuerdo común a todas es la convicción de apostar a darles más espacio al peatón y a la bicicleta versus el que ocupa el automóvil. Este auto, animal muy egoísta, sin embargo un irrenunciable derecho de la modernidad, ganó la batalla por el espacio urbano del siglo pasado y empieza a perder la de este siglo. Ahora que ya desarrollamos y privilegiamos las carreteras urbanas debemos apostar, y en forma urgente, por priorizar la movilidad pública y la peatonal.
El metro es el que más aporta a una ciudad más cercana, más justa, más viable. Apostar ahora por la “caminabilidad” en todos los centros urbanos de todas nuestras ciudades de Chile es una posibilidad cierta, económica, sustentable y fácil de realizar. Démosle respiro a nuestras ciudades antes de colapsar. Si analizamos nuestros problemas de salud de los últimos años, la mayoría de ellos tiene que ver con la mala calidad del aire y el descenso de la calidad de la vida urbana.
Una segunda medida sencilla, rápida y económica es apostar por el uso mixto del suelo urbano. Bastaría con eliminar esas ordenanzas añejas, que no permiten trabajar o vivir en algunas calles y sectores de la ciudad junto con darle siempre un sentido, y no dos, a las calles vehiculares. Esto último facilita el tránsito, evita accidentes y descontamina. La excesiva separación de la vivienda del lugar de trabajo, del comercio y del ocio (zonificación) fue la estrategia usada en el siglo XX, la cual produjo un descontrol absoluto de las ciudades, dañando el ecosistema y el hábitat natural, generando mala calidad de vida y produciendo excesivos gastos del Estado, el cual cargó con la responsabilidad de llevar las redes de todo tipo a la periferia.
Una tercera y también urgente medida fácil de implementar es entender que las ciudades son habitadas principalmente por seres humanos y por árboles a la par, de forma de poder generar el oxígeno que requerimos. Los estudios demuestran que en Chile existen más o menos mil árboles por persona; sin embargo, en Santiago las mediciones nos dicen que aún no llegamos a más de un árbol por habitante. Un solo árbol absorbe hasta 150 kilos de contaminantes por año y un grupo de ellos bien plantados puede ayudar a enfriar el ambiente en cinco grados.
La ciudad es la expresión de la realidad, de la belleza y, también lo es, de la crueldad y de la fealdad. Qué duda cabe que el cómo las mejoramos es la asignatura pendiente de este siglo XX1. La ciudad debiera ser siempre el lugar de agrado y protección y no el lugar del cual hay que arrancar. Por lo tanto, al menos hagámonos cargo de lo más simple y sencillo para, desde ahí, empezar a pensar en nuestras posibilidades del futuro.
Hacer una ciudad mejor y más humana es el gran reto de hoy y dependerá de la cultura de sus habitantes y de la voluntad política el iniciar una recuperación inmediata de ellas. Vendrán cambios vertiginosos que probablemente influyan en la ciudad del futuro, pero con simples acciones, como estas tres propuestas, podemos modificar y mejorar el espacio del bien común que acoge al hombre, a la mujer, a la naturaleza y a las máquinas que nos desplazan en ella. “La ciudad no es el problema, la ciudad es la solución”, dice sabiamente Jaime Lerner.
Fuente: El Mercurio, Miércoles 10 de Junio de 2020

EL MERCURIO – Qué duda cabe que la ciudad es el invento colectivo mas magnífico y probablemente uno de los más complejos. En estos mismos instantes, en todas las ciudades importantes del planeta, los intelectuales, los especialistas y también la política, buscan y piensan soluciones para enfrentar el tema de la ciudad y el porvenir de ella, luego que este mísero bicho nos hiciera caer en la cuenta de lo que hemos realizado mal durante al menos cinco décadas.
Es bueno no olvidar que el cólera, el ébola, la gripe española y tantas epidemias más han producido y también posibilitado el repensar nuestras ciudades. En estos mismos 50 años se ha construido mucho más en ellas que en toda la historia de la humanidad.
Durante estos últimos años, de diversa manera y también a través de esta columna, hemos intentado apuntar a discutir y debatir algunas ideas, a nuestro juicio esenciales, a realizar en forma urgente en nuestras ciudades principales. Ciudades como París, Madrid, Londres, Milán, incluso Quito, en lo más alto de la cordillera, y tantas más buscan en este instante algunas soluciones posibles.
Un acuerdo común a todas es la convicción de apostar a darles más espacio al peatón y a la bicicleta versus el que ocupa el automóvil. Este auto, animal muy egoísta, sin embargo un irrenunciable derecho de la modernidad, ganó la batalla por el espacio urbano del siglo pasado y empieza a perder la de este siglo. Ahora que ya desarrollamos y privilegiamos las carreteras urbanas debemos apostar, y en forma urgente, por priorizar la movilidad pública y la peatonal.
El metro es el que más aporta a una ciudad más cercana, más justa, más viable. Apostar ahora por la “caminabilidad” en todos los centros urbanos de todas nuestras ciudades de Chile es una posibilidad cierta, económica, sustentable y fácil de realizar. Démosle respiro a nuestras ciudades antes de colapsar. Si analizamos nuestros problemas de salud de los últimos años, la mayoría de ellos tiene que ver con la mala calidad del aire y el descenso de la calidad de la vida urbana.
Una segunda medida sencilla, rápida y económica es apostar por el uso mixto del suelo urbano. Bastaría con eliminar esas ordenanzas añejas, que no permiten trabajar o vivir en algunas calles y sectores de la ciudad junto con darle siempre un sentido, y no dos, a las calles vehiculares. Esto último facilita el tránsito, evita accidentes y descontamina. La excesiva separación de la vivienda del lugar de trabajo, del comercio y del ocio (zonificación) fue la estrategia usada en el siglo XX, la cual produjo un descontrol absoluto de las ciudades, dañando el ecosistema y el hábitat natural, generando mala calidad de vida y produciendo excesivos gastos del Estado, el cual cargó con la responsabilidad de llevar las redes de todo tipo a la periferia.
Una tercera y también urgente medida fácil de implementar es entender que las ciudades son habitadas principalmente por seres humanos y por árboles a la par, de forma de poder generar el oxígeno que requerimos. Los estudios demuestran que en Chile existen más o menos mil árboles por persona; sin embargo, en Santiago las mediciones nos dicen que aún no llegamos a más de un árbol por habitante. Un solo árbol absorbe hasta 150 kilos de contaminantes por año y un grupo de ellos bien plantados puede ayudar a enfriar el ambiente en cinco grados.
La ciudad es la expresión de la realidad, de la belleza y, también lo es, de la crueldad y de la fealdad. Qué duda cabe que el cómo las mejoramos es la asignatura pendiente de este siglo XX1. La ciudad debiera ser siempre el lugar de agrado y protección y no el lugar del cual hay que arrancar. Por lo tanto, al menos hagámonos cargo de lo más simple y sencillo para, desde ahí, empezar a pensar en nuestras posibilidades del futuro.
Hacer una ciudad mejor y más humana es el gran reto de hoy y dependerá de la cultura de sus habitantes y de la voluntad política el iniciar una recuperación inmediata de ellas. Vendrán cambios vertiginosos que probablemente influyan en la ciudad del futuro, pero con simples acciones, como estas tres propuestas, podemos modificar y mejorar el espacio del bien común que acoge al hombre, a la mujer, a la naturaleza y a las máquinas que nos desplazan en ella. “La ciudad no es el problema, la ciudad es la solución”, dice sabiamente Jaime Lerner.
Fuente: El Mercurio, Miércoles 10 de Junio de 2020

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