EL MERCURIO – Los últimos seis meses han sido desastrosos para las finanzas del transporte público capitalino. Primero fueron las manifestaciones de descontento social que destruyeron parte importante de la red del metro y paralizaron el país. Ahora, el covid-19 y las consiguientes cuarentenas han reducido la utilización del transporte público en un 65%, según el informe de movilidad de Google de mediados de mayo. Dado que, incluso en condiciones normales, el sistema requiere subsidios de cientos de millones de dólares anuales para subsistir, ¿cuánto más necesitaría en las condiciones actuales?
Suponiendo que los pasajes representan cerca del 70% de los ingresos, una caída de ellos a la mitad o más significa que, si los costos no cambian, el subsidio debería doblarse para que el sistema no quiebre. Por supuesto, este gasto adicional debería ser temporal, y eventualmente el sistema de transporte debería volver a sus flujos normales. Pero ese período de operación limitada puede ser relativamente largo, pues en el escenario posterior a la cuarentena deberá bajarse la intensidad de uso de los buses para mantener espacio entre los pasajeros. Además, hay apetito en ciertos sectores por continuar con protestas que han dañado seriamente a la economía. Es decir, es probable que no se pueda acotar el período de subsidio extra solo a una etapa limitada de dos o tres meses, sino que potencialmente podría ser bastante más larga que aquello. Esto, además, en un escenario en que, por las promesas sociales y por los efectos económicos y el impacto fiscal de la pandemia, los recursos del Estado están mucho más limitados que en el pasado.
Desde ese punto de vista, aunque en principio no es recomendable la postergación de proyectos tan vitales como lo es la reforma y mejoramiento del sistema de transporte público metropolitano, tal vez haya sido afortunado el retraso en sus licitaciones. En efecto, la situación financiera del transporte público podría ser aún peor si además hubiera que comenzar a pagar por una flota de buses nuevos, algunos de ellos destruidos por manifestantes, y ahora con una baja tasa de utilización debido a la pandemia.
Otro proyecto retrasado por la combinación de los dos factores referidos —efectos de la violencia post 18 de octubre y de las medidas de contención del covid-19— ha sido la expansión del metro. La línea 7 y la extensión de la línea 4, en Puente Alto, entrarán en servicio más tarde, si bien ambos proyectos siguen adelante. Producto de ello, se retrasarán sus beneficios, tales como aliviar la línea 1 y conectar a la comuna de Renca. Las demás líneas planificadas (8 y 9, y eventualmente la 10), probablemente queden en estado de hibernación hasta que exista mayor claridad respecto de las perspectivas futuras del país. De este modo, las condiciones de vida en la ciudad, que prometían mejorar, con mejor transporte público, más parques y otros equipamientos urbanos, así como menor contaminación, es muy posible que terminen empeorando, producto tanto de la crisis pandémica como, antes, de violentas protestas que paradójicamente levantaban como bandera el reclamo por una mayor calidad de vida para todos los ciudadanos.
Fuente: El Mercurio, Jueves 28 de Mayo de 2020
Situación del transporte
EL MERCURIO – Los últimos seis meses han sido desastrosos para las finanzas del transporte público capitalino. Primero fueron las manifestaciones de descontento social que destruyeron parte importante de la red del metro y paralizaron el país. Ahora, el covid-19 y las consiguientes cuarentenas han reducido la utilización del transporte público en un 65%, según el informe de movilidad de Google de mediados de mayo. Dado que, incluso en condiciones normales, el sistema requiere subsidios de cientos de millones de dólares anuales para subsistir, ¿cuánto más necesitaría en las condiciones actuales?
Suponiendo que los pasajes representan cerca del 70% de los ingresos, una caída de ellos a la mitad o más significa que, si los costos no cambian, el subsidio debería doblarse para que el sistema no quiebre. Por supuesto, este gasto adicional debería ser temporal, y eventualmente el sistema de transporte debería volver a sus flujos normales. Pero ese período de operación limitada puede ser relativamente largo, pues en el escenario posterior a la cuarentena deberá bajarse la intensidad de uso de los buses para mantener espacio entre los pasajeros. Además, hay apetito en ciertos sectores por continuar con protestas que han dañado seriamente a la economía. Es decir, es probable que no se pueda acotar el período de subsidio extra solo a una etapa limitada de dos o tres meses, sino que potencialmente podría ser bastante más larga que aquello. Esto, además, en un escenario en que, por las promesas sociales y por los efectos económicos y el impacto fiscal de la pandemia, los recursos del Estado están mucho más limitados que en el pasado.
Desde ese punto de vista, aunque en principio no es recomendable la postergación de proyectos tan vitales como lo es la reforma y mejoramiento del sistema de transporte público metropolitano, tal vez haya sido afortunado el retraso en sus licitaciones. En efecto, la situación financiera del transporte público podría ser aún peor si además hubiera que comenzar a pagar por una flota de buses nuevos, algunos de ellos destruidos por manifestantes, y ahora con una baja tasa de utilización debido a la pandemia.
Otro proyecto retrasado por la combinación de los dos factores referidos —efectos de la violencia post 18 de octubre y de las medidas de contención del covid-19— ha sido la expansión del metro. La línea 7 y la extensión de la línea 4, en Puente Alto, entrarán en servicio más tarde, si bien ambos proyectos siguen adelante. Producto de ello, se retrasarán sus beneficios, tales como aliviar la línea 1 y conectar a la comuna de Renca. Las demás líneas planificadas (8 y 9, y eventualmente la 10), probablemente queden en estado de hibernación hasta que exista mayor claridad respecto de las perspectivas futuras del país. De este modo, las condiciones de vida en la ciudad, que prometían mejorar, con mejor transporte público, más parques y otros equipamientos urbanos, así como menor contaminación, es muy posible que terminen empeorando, producto tanto de la crisis pandémica como, antes, de violentas protestas que paradójicamente levantaban como bandera el reclamo por una mayor calidad de vida para todos los ciudadanos.
Fuente: El Mercurio, Jueves 28 de Mayo de 2020