EL DESCONCIERTO – En 2019 Chile cumplió 10 años desde que una megasequía se instaló en parte importante del país, en el contexto de la década más cálida de los últimos 100 años. Coquimbo, una de las regiones afectadas, lidia además con la desertificación y la degradación de sus tierras, golpeando las zonas rurales. La migración ambiental es una de las consecuencias.
El año 1992 la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático definió nueve criterios de vulnerabilidad asociados al cambio climático para los países. Chile cumple con siete de ellos: áreas costeras a baja altura; zonas áridas y semi áridas, con cobertura forestal y expuestas al deterioro forestal; territorio susceptible a desastres naturales; áreas urbanas con problemas de contaminación atmosférica; ecosistemas montañosos, y zonas propensas a la sequía y la desertificación.
La disponibilidad de agua para el presente y el futuro es una de las preocupaciones relacionadas con el cambio climático.
En 2019, Chile cumplió diez años desde que una megasequía se instaló en parte importante del territorio, abarcando desde el norte chico hasta el centro sur del país.
Si bien el mundo científico precisa que la zona central (centro-norte al centro-sur de Chile), se ha visto expuesta a sequías a lo largo de su historia, asociadas a variaciones climáticas de origen natural; a partir del año 2010 el área que abarca desde la región de Coquimbo a La Araucanía ha experimentado un déficit de precipitaciones cercano al 30%, como establece el informe “La megasequía 2010-2015: Una lección para el futuro”, del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2.
En el texto se menciona además que “al menos un 25% del déficit de precipitación durante la megasequía es atribuible al cambio climático antrópico”. Es decir, de origen humano.
Esta megasequía se da en el marco de la década más cálida registrada en Chile en los últimos 100 años. Proyecciones del Ministerio de Medio Ambiente indican, a su vez, que para el futuro se esperan aumentos de temperatura en todo el territorio, siendo esta situación más acentuada en el norte y hacia el interior.
Por otra parte, en el marco del proyectado aumento de la frecuencia e intensidad de eventos hidroclimáticos extremos, se esperan también olas de calor más fuertes y frecuentes (ver infografía 1).
Con relación al aumento de temperaturas a nivel país, el Dr. José Rutllant, climatólogo del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) explica que “podría alcanzar varios grados en la parte alta de Los Andes, dependiendo del escenario de emisiones de gases de efecto invernadero que se considere a futuro”.
Las consecuencias asociadas a incrementos de temperaturas en la zona central y en la Cordillera, según Rutllant, se traducen en un aumento de “la demanda hídrica de la atmósfera (evapotranspiración potencial), reduciendo el aporte de la precipitación en el balance hídrico superficial”.
En segundo lugar, el científico añade que “la posición media de la isoterma 0°C, durante los eventos de precipitación estaría más alta, lo que implica una reducción del manto de nival, que se traduciría en una menor reserva de agua para la estación seca y en erosión pluvial en una mayor área importante de las cuencas”. Esto implicaría un mayor riesgo de deslizamiento de tierras, remociones de masa y aluviones.
En el caso de la sequía meteorológica, indicadores del Sistema Nacional de Información Ambiental (SINIA) que abarcan desde 1972 hasta 2018, demuestran que en ese rango de tiempo los períodos más lluviosos experimentaron decrecimientos a nivel nacional (ver infografía 2).
Coquimbo: una tierra que se seca
El aumento de temperaturas, la disminución de precipitaciones y el avance del desierto, son algunos de los fenómenos que se estarían acentuando en la región de Coquimbo, en el contexto del cambio climático.
En el Boletín Climático de Ceaza de diciembre pasado se informó que el 2019, fue uno de los años más secos de los últimos 40 años en la región. La escasez de precipitaciones se refleja en el sistema hídrico, productivo y ecológico de Coquimbo.
Respecto de la realidad regional el Dr. Pablo Álvarez, director del Laboratorio PROMMRA) de la Universidad de La Serena, señala que “se puede pasar de períodos de abundancia a períodos extremos de sequía en una temporada o en dos temporadas. Los períodos de sequía que hemos vivido son bastante más extensos en comparación a lo que habíamos vivido dentro de la historia de la cual tenemos datos”.
Sin embargo, Álvarez precisa que debe existir cautela con respecto a los registros regionales, debido a que en Chile el debut de datos medidos con instrumental es reciente.
Otro tema de preocupación es el avance de la desertificación y la degradación de sus tierras. Coquimbo presenta problemas derivados de la desertificación y la sequía. El 84,3% de su territorio, manifiesta erosión según el documento “Programa Nacional de la lucha contra la desertificación, la degradación de las tierras y la sequía. PANCD-Chile 2016-2030”.
Si bien estos procesos se pueden asociar a múltiples causas, como por ejemplo, el sobrepastoreo excesivo, la presión demográfica y la deforestación, entre otros, el cambio climático también es uno de los factores.
“Con esta megasequía a la que se hace referencia, va dando pie para el aumento de la desertificación, y después va avanzando de norte a sur de forma progresiva. De hecho hay algunas modelaciones que indican que, de aquí al 2050, vamos a tener desierto en prácticamente todas las regiones del centro del país”, sostiene el geógrafo Ricardo Truffello, director del Observatorio de Ciudades de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos de la Universidad Católica.
En el informe “Cambio Climático y Tierra” del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPPC) se menciona que la desertificación y erosión del suelo en tierras secas, pueden impulsar las migraciones ambientales, afectando de manera particular a la población agrícola y ganadera que habita en esos territorios.
Esto se relaciona, entre otros puntos, con la disminución de la disponibilidad de agua y fertilidad del suelo; mientras que el aumento de temperatura genera un mayor estrés fisiológico en los animales y, como resultado, baja en los niveles de producción.
La pobreza y la inseguridad alimentaria son algunos de los impactos sociales potenciales, relacionados con el cambio climático, la desertificación y la degradación de las tierras.
La migración como consecuencia del cambio climático es abordada en las historias y en la segunda parte de la investigación del reportaje “Desterrados del Agua: Migrantes del Cambio Climático en Chile”.
*Esta crónica forma parte del proyecto transmedia “Desterrados del agua: migrantes del cambio climático en Chile” que puede revisar aquí.
Ver artículo
Fuente: El Desconcierto, Miércoles 13 de Mayo de 2020
La vulnerabilidad de Chile frente al cambio climático
EL DESCONCIERTO – En 2019 Chile cumplió 10 años desde que una megasequía se instaló en parte importante del país, en el contexto de la década más cálida de los últimos 100 años. Coquimbo, una de las regiones afectadas, lidia además con la desertificación y la degradación de sus tierras, golpeando las zonas rurales. La migración ambiental es una de las consecuencias.
El año 1992 la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático definió nueve criterios de vulnerabilidad asociados al cambio climático para los países. Chile cumple con siete de ellos: áreas costeras a baja altura; zonas áridas y semi áridas, con cobertura forestal y expuestas al deterioro forestal; territorio susceptible a desastres naturales; áreas urbanas con problemas de contaminación atmosférica; ecosistemas montañosos, y zonas propensas a la sequía y la desertificación.
La disponibilidad de agua para el presente y el futuro es una de las preocupaciones relacionadas con el cambio climático.
En 2019, Chile cumplió diez años desde que una megasequía se instaló en parte importante del territorio, abarcando desde el norte chico hasta el centro sur del país.
Si bien el mundo científico precisa que la zona central (centro-norte al centro-sur de Chile), se ha visto expuesta a sequías a lo largo de su historia, asociadas a variaciones climáticas de origen natural; a partir del año 2010 el área que abarca desde la región de Coquimbo a La Araucanía ha experimentado un déficit de precipitaciones cercano al 30%, como establece el informe “La megasequía 2010-2015: Una lección para el futuro”, del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2.
En el texto se menciona además que “al menos un 25% del déficit de precipitación durante la megasequía es atribuible al cambio climático antrópico”. Es decir, de origen humano.
Esta megasequía se da en el marco de la década más cálida registrada en Chile en los últimos 100 años. Proyecciones del Ministerio de Medio Ambiente indican, a su vez, que para el futuro se esperan aumentos de temperatura en todo el territorio, siendo esta situación más acentuada en el norte y hacia el interior.
Por otra parte, en el marco del proyectado aumento de la frecuencia e intensidad de eventos hidroclimáticos extremos, se esperan también olas de calor más fuertes y frecuentes (ver infografía 1).
Con relación al aumento de temperaturas a nivel país, el Dr. José Rutllant, climatólogo del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) explica que “podría alcanzar varios grados en la parte alta de Los Andes, dependiendo del escenario de emisiones de gases de efecto invernadero que se considere a futuro”.
Las consecuencias asociadas a incrementos de temperaturas en la zona central y en la Cordillera, según Rutllant, se traducen en un aumento de “la demanda hídrica de la atmósfera (evapotranspiración potencial), reduciendo el aporte de la precipitación en el balance hídrico superficial”.
En segundo lugar, el científico añade que “la posición media de la isoterma 0°C, durante los eventos de precipitación estaría más alta, lo que implica una reducción del manto de nival, que se traduciría en una menor reserva de agua para la estación seca y en erosión pluvial en una mayor área importante de las cuencas”. Esto implicaría un mayor riesgo de deslizamiento de tierras, remociones de masa y aluviones.
En el caso de la sequía meteorológica, indicadores del Sistema Nacional de Información Ambiental (SINIA) que abarcan desde 1972 hasta 2018, demuestran que en ese rango de tiempo los períodos más lluviosos experimentaron decrecimientos a nivel nacional (ver infografía 2).
Coquimbo: una tierra que se seca
El aumento de temperaturas, la disminución de precipitaciones y el avance del desierto, son algunos de los fenómenos que se estarían acentuando en la región de Coquimbo, en el contexto del cambio climático.
En el Boletín Climático de Ceaza de diciembre pasado se informó que el 2019, fue uno de los años más secos de los últimos 40 años en la región. La escasez de precipitaciones se refleja en el sistema hídrico, productivo y ecológico de Coquimbo.
Respecto de la realidad regional el Dr. Pablo Álvarez, director del Laboratorio PROMMRA) de la Universidad de La Serena, señala que “se puede pasar de períodos de abundancia a períodos extremos de sequía en una temporada o en dos temporadas. Los períodos de sequía que hemos vivido son bastante más extensos en comparación a lo que habíamos vivido dentro de la historia de la cual tenemos datos”.
Sin embargo, Álvarez precisa que debe existir cautela con respecto a los registros regionales, debido a que en Chile el debut de datos medidos con instrumental es reciente.
Otro tema de preocupación es el avance de la desertificación y la degradación de sus tierras. Coquimbo presenta problemas derivados de la desertificación y la sequía. El 84,3% de su territorio, manifiesta erosión según el documento “Programa Nacional de la lucha contra la desertificación, la degradación de las tierras y la sequía. PANCD-Chile 2016-2030”.
Si bien estos procesos se pueden asociar a múltiples causas, como por ejemplo, el sobrepastoreo excesivo, la presión demográfica y la deforestación, entre otros, el cambio climático también es uno de los factores.
“Con esta megasequía a la que se hace referencia, va dando pie para el aumento de la desertificación, y después va avanzando de norte a sur de forma progresiva. De hecho hay algunas modelaciones que indican que, de aquí al 2050, vamos a tener desierto en prácticamente todas las regiones del centro del país”, sostiene el geógrafo Ricardo Truffello, director del Observatorio de Ciudades de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos de la Universidad Católica.
En el informe “Cambio Climático y Tierra” del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPPC) se menciona que la desertificación y erosión del suelo en tierras secas, pueden impulsar las migraciones ambientales, afectando de manera particular a la población agrícola y ganadera que habita en esos territorios.
Esto se relaciona, entre otros puntos, con la disminución de la disponibilidad de agua y fertilidad del suelo; mientras que el aumento de temperatura genera un mayor estrés fisiológico en los animales y, como resultado, baja en los niveles de producción.
La pobreza y la inseguridad alimentaria son algunos de los impactos sociales potenciales, relacionados con el cambio climático, la desertificación y la degradación de las tierras.
La migración como consecuencia del cambio climático es abordada en las historias y en la segunda parte de la investigación del reportaje “Desterrados del Agua: Migrantes del Cambio Climático en Chile”.
*Esta crónica forma parte del proyecto transmedia “Desterrados del agua: migrantes del cambio climático en Chile” que puede revisar aquí.
Ver artículo
Fuente: El Desconcierto, Miércoles 13 de Mayo de 2020