CIPER – La pandemia va a modificar la planificación urbana. Los autores de esta columna creen que será necesario congeniar ciudades densas y menos segregadas, con el requerimiento de mantener mayor distancia social entre hogares en caso de pandemias. Aquí se exploran algunas propuestas: entre ellas promover sub-centros, para que las personas no tengan que cruzar la ciudad; y pensar en viviendas donde pueda resistirse una cuarentena. Por de pronto, más balcones y menos nano-departamentos de menos de 20 m2.
La reciente pandemia ha supuesto una crisis para todos quienes hablamos de sustentabilidad urbana. En efecto, una de nuestras ideas fundamentales ha sido promover ciudades más densas y conectadas, pues la densidad está relacionada con menores distancias de viaje, un espacio público más diverso y vibrante, mayor utilización de transporte público y modos activos, que permiten abordar amenazas a la salud, como la obesidad, y un menor consumo energético y emisión de gases de efecto invernadero. Así, dado que densidades urbanas relativamente elevadas posibilitan mejorar la salud y la calidad de vida a menor costo ambiental, ha sido considerada un elemento clave en el desafío por lograr un desarrollo urbano sustentable.
Sin embargo, en el caso del Covid-19 hemos visto que la densidad puede constituirse en un factor problemático. En efecto, los espacios comunes como accesos, ascensores y el mismo transporte público, pueden facilitar el contagio. Asimismo, soluciones habitacionales que permiten alta densidad, como los departamentos, hacen más difícil sobrellevar un período de cuarentena, especialmente para familias numerosas.
Postulamos que este tipo de amenazas, no debiese llevarnos a aumentar la distancia física entre los ciudadanos a través de, por ejemplo, casas más grandes, ubicadas más lejos de los centros urbanos, donde solo se pueda llegar en automóvil. Sabemos que ese tipo de desarrollo urbano, fomenta la segregación social, la inequidad y consume gran cantidad de recursos naturales. De hecho, es parte de las razones que explican la crisis social y ambiental que enfrentamos hoy en Chile.
No obstante, a la luz de esta pandemia también parece que la promoción de mayor densidad, como variable fundamental de la sustentabilidad urbana, debe ser cualificada cuidadosamente. Por un lado, estudios recientes señalan que la densidad habitacional asociada a la pobreza también puede potenciar la vulnerabilidad, por ejemplo, en la población de la tercera edad. También tenemos ejemplos, en Chile, de hiper densidades que han generado más problemas que soluciones.
¿Cuál es entonces la densidad apropiada para promover el encuentro social, sostener el comercio de barrio y posibilitar la movilidad activa, y que al mismo tiempo no se constituya en fuente de contagio en caso de pandemias?
La respuesta a esta interrogante parece apuntar a dos estrategias.
Por un lado, promover sub-centralidades que ofrezcan equipamiento, servicios urbanos, fuentes productivas y de trabajo para todos, sin que la población deba cruzar la ciudad diariamente para satisfacer necesidades básicas. Una ciudad de quince minutos, como la que esta proponiendo la alcaldesa actual de Paris. Esto, no sólo mejoraría la calidad de vida de muchos y disminuiría la inequidad, sino que además la posibilidad de contagios en caso de pandemia.
Por otro lado, es necesario replantear el diseño de conjuntos residenciales y unidades habitacionales (departamentos o casas). Por ejemplo, se debería prohibir los nano-departamentos (menos de 20 m2) y promover balcones, para que las cuarentenas asociadas a pandemias puedan ser sobrellevadas de mejor manera.
En resumen, debemos promover una sustentabilidad con capacidad de resiliencia que corrija en lo posible los errores de la ciudad actual, disminuya las posibilidades de contagio en una nueva pandemia y, de ser necesario, permita que los ciudadanos la resistan de mejor manera.
Debiéramos pensar en una ciudad con densidades intermedias, soluciones habitacionales en altura que eviten aglomeraciones en ascensores, y donde los espacios comunes se distribuyan en varios lugares. Por ejemplo, condominios con densidades de hasta 400 hab/ha con accesos independientes, que permitan tanto la posibilidad de una mayor distancia social (en caso de ser necesario), como la provisión de espacios de sociabilización y cuidado mutuo.
La planificación urbana y la arquitectura en general, deben considerar seriamente esta nueva amenaza: las pandemias. Debemos crear ciudades resilientes a ellas, tal como lo estamos intentando hacer frente a terremotos o aluviones. Sin embargo, no debemos olvidar que el problema principal de nuestras ciudades ha sido la segregación e inequidad, y que la crisis fundamental pendiente a nivel global es la ambiental, que sigue exigiendo ciudades bien conectadas, densas y cohesionadas.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Hasta el momento, CIPER/Académico recibe aportes de tres centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR) y el Instituto Milenio Fundamentos de los Datos IMFD. Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.
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Fuente: Ciper, Martes 07 de Abril de 2020
Pandemia y Densidad Urbana
CIPER – La pandemia va a modificar la planificación urbana. Los autores de esta columna creen que será necesario congeniar ciudades densas y menos segregadas, con el requerimiento de mantener mayor distancia social entre hogares en caso de pandemias. Aquí se exploran algunas propuestas: entre ellas promover sub-centros, para que las personas no tengan que cruzar la ciudad; y pensar en viviendas donde pueda resistirse una cuarentena. Por de pronto, más balcones y menos nano-departamentos de menos de 20 m2.
La reciente pandemia ha supuesto una crisis para todos quienes hablamos de sustentabilidad urbana. En efecto, una de nuestras ideas fundamentales ha sido promover ciudades más densas y conectadas, pues la densidad está relacionada con menores distancias de viaje, un espacio público más diverso y vibrante, mayor utilización de transporte público y modos activos, que permiten abordar amenazas a la salud, como la obesidad, y un menor consumo energético y emisión de gases de efecto invernadero. Así, dado que densidades urbanas relativamente elevadas posibilitan mejorar la salud y la calidad de vida a menor costo ambiental, ha sido considerada un elemento clave en el desafío por lograr un desarrollo urbano sustentable.
Sin embargo, en el caso del Covid-19 hemos visto que la densidad puede constituirse en un factor problemático. En efecto, los espacios comunes como accesos, ascensores y el mismo transporte público, pueden facilitar el contagio. Asimismo, soluciones habitacionales que permiten alta densidad, como los departamentos, hacen más difícil sobrellevar un período de cuarentena, especialmente para familias numerosas.
Postulamos que este tipo de amenazas, no debiese llevarnos a aumentar la distancia física entre los ciudadanos a través de, por ejemplo, casas más grandes, ubicadas más lejos de los centros urbanos, donde solo se pueda llegar en automóvil. Sabemos que ese tipo de desarrollo urbano, fomenta la segregación social, la inequidad y consume gran cantidad de recursos naturales. De hecho, es parte de las razones que explican la crisis social y ambiental que enfrentamos hoy en Chile.
No obstante, a la luz de esta pandemia también parece que la promoción de mayor densidad, como variable fundamental de la sustentabilidad urbana, debe ser cualificada cuidadosamente. Por un lado, estudios recientes señalan que la densidad habitacional asociada a la pobreza también puede potenciar la vulnerabilidad, por ejemplo, en la población de la tercera edad. También tenemos ejemplos, en Chile, de hiper densidades que han generado más problemas que soluciones.
¿Cuál es entonces la densidad apropiada para promover el encuentro social, sostener el comercio de barrio y posibilitar la movilidad activa, y que al mismo tiempo no se constituya en fuente de contagio en caso de pandemias?
La respuesta a esta interrogante parece apuntar a dos estrategias.
Por un lado, promover sub-centralidades que ofrezcan equipamiento, servicios urbanos, fuentes productivas y de trabajo para todos, sin que la población deba cruzar la ciudad diariamente para satisfacer necesidades básicas. Una ciudad de quince minutos, como la que esta proponiendo la alcaldesa actual de Paris. Esto, no sólo mejoraría la calidad de vida de muchos y disminuiría la inequidad, sino que además la posibilidad de contagios en caso de pandemia.
Por otro lado, es necesario replantear el diseño de conjuntos residenciales y unidades habitacionales (departamentos o casas). Por ejemplo, se debería prohibir los nano-departamentos (menos de 20 m2) y promover balcones, para que las cuarentenas asociadas a pandemias puedan ser sobrellevadas de mejor manera.
En resumen, debemos promover una sustentabilidad con capacidad de resiliencia que corrija en lo posible los errores de la ciudad actual, disminuya las posibilidades de contagio en una nueva pandemia y, de ser necesario, permita que los ciudadanos la resistan de mejor manera.
Debiéramos pensar en una ciudad con densidades intermedias, soluciones habitacionales en altura que eviten aglomeraciones en ascensores, y donde los espacios comunes se distribuyan en varios lugares. Por ejemplo, condominios con densidades de hasta 400 hab/ha con accesos independientes, que permitan tanto la posibilidad de una mayor distancia social (en caso de ser necesario), como la provisión de espacios de sociabilización y cuidado mutuo.
La planificación urbana y la arquitectura en general, deben considerar seriamente esta nueva amenaza: las pandemias. Debemos crear ciudades resilientes a ellas, tal como lo estamos intentando hacer frente a terremotos o aluviones. Sin embargo, no debemos olvidar que el problema principal de nuestras ciudades ha sido la segregación e inequidad, y que la crisis fundamental pendiente a nivel global es la ambiental, que sigue exigiendo ciudades bien conectadas, densas y cohesionadas.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Hasta el momento, CIPER/Académico recibe aportes de tres centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR) y el Instituto Milenio Fundamentos de los Datos IMFD. Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.
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Fuente: Ciper, Martes 07 de Abril de 2020