Domingo, Noviembre 24, 2024

¿Cómo viviremos juntos?, por Pablo Allard

LA TERCERA –  Con esta pregunta el decano de Arquitectura del MIT, Hashim Sarkis, abría meses atrás su curatoría para la próxima Bienal de Venecia. El evento más importante de la disciplina, que ya postergó su incierto inicio para agosto de este año. El libanés planteaba esta pregunta ante las crecientes demandas de equidad territorial, justicia social, acceso a vivienda y otros desafíos evidenciados en los estallidos sociales globales, migraciones y desastres urbanos. Por otro lado, la transformación tecnológica y la globalización abrían espacios para nuevas formas de habitar, tan promisorias como alarmantes. En este escenario la pandemia no existía como amenaza ni oportunidad.

Antes del Covid-19, de manos de la revolución digital, muchos prospectábamos que el futuro urbano vendría por el lado de la Ciudad Compartida. Esto es, un cambio radical a los estilos de vida, consumo y propiedad privada como respuesta al creciente aumento de los valores del suelo; reduciendo al mínimo los espacios de vida doméstica más íntima, liberando aquellos recintos, bienes y experiencias que podrían compartirse a un uso colectivo. Es así como gracias a la tecnología surgieron los espacios de cowork, las aplicaciones de vehículos y ciclos compartidos, arriendo temporal de hogares, despacho de encomiendas y alimentos. Tan potente era la idea de Ciudad Compartida que metrópolis como Seúl lo hicieron política pública, poniendo a disposición de emprendedores y vecinos todas las salas de reuniones, estacionamientos e infraestructura municipal ociosa para ser reservada y utilizada de manera compartida. Los surcoreanos fueron más allá creando bancos de ropa y accesorios para infantes, y un maravilloso programa de cohabitación en que cerca de 500 estudiantes universitarios podían vivir cerca del campus en hogares de adultos mayores a cambio de darles compañía. Hoy el Covid-19 ha puesto en jaque este modelo, y todavía es muy temprano para evaluar las consecuencias de haber compartido tanto.

Sin embargo en los últimos años también surgió otro modelo alternativo de ciudad, la Ciudad de 15 Minutos, promovido por la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Su idea es que la mayoría de los hogares, servicios y fuentes laborales se encuentren menos de 15 minutos de viaje a pie o en transporte público. Este modelo, si bien está enfocado a fomentar la vida de barrio, romper con los estigmas de la segregación socioespacial y promover modos de vida más sostenibles, podría eventualmente verse fortalecido post pandemia. Una ciudad constituida por barrios de 15 minutos reduciría en gran parte la necesidad de grandes desplazamientos, bajando los viajes en transporte privado y la demanda de transporte público. También reduciría las grandes aglomeraciones en centros urbanos y servicios, reduciendo la exposición a contagio, ya que gran parte de las necesidades se resolverían a escala local, lo que potenciaría a las Pymes e instituciones comunitarias; y tal vez lo más importante en estos momentos: fortalecería la cohesión social, el sentido de comunidad y autocuidado.

¿Cuál será el estilo de vida doméstica y urbana que surgirá post pandemia? Parafraseando a Sarkis, ¿cómo volveremos a vivir juntos? Todavía no lo sabemos. Pero una cosa es cierta, más que individualista o compartido, tendrá que apoyarse fuertemente en lo comunitario… donde yo me cuido para cuidar al otro, y donde el bien común estará siempre antes que el individuo.

Fuente: La Tercera, Domingo 05 de Abril de 2020

LA TERCERA –  Con esta pregunta el decano de Arquitectura del MIT, Hashim Sarkis, abría meses atrás su curatoría para la próxima Bienal de Venecia. El evento más importante de la disciplina, que ya postergó su incierto inicio para agosto de este año. El libanés planteaba esta pregunta ante las crecientes demandas de equidad territorial, justicia social, acceso a vivienda y otros desafíos evidenciados en los estallidos sociales globales, migraciones y desastres urbanos. Por otro lado, la transformación tecnológica y la globalización abrían espacios para nuevas formas de habitar, tan promisorias como alarmantes. En este escenario la pandemia no existía como amenaza ni oportunidad.

Antes del Covid-19, de manos de la revolución digital, muchos prospectábamos que el futuro urbano vendría por el lado de la Ciudad Compartida. Esto es, un cambio radical a los estilos de vida, consumo y propiedad privada como respuesta al creciente aumento de los valores del suelo; reduciendo al mínimo los espacios de vida doméstica más íntima, liberando aquellos recintos, bienes y experiencias que podrían compartirse a un uso colectivo. Es así como gracias a la tecnología surgieron los espacios de cowork, las aplicaciones de vehículos y ciclos compartidos, arriendo temporal de hogares, despacho de encomiendas y alimentos. Tan potente era la idea de Ciudad Compartida que metrópolis como Seúl lo hicieron política pública, poniendo a disposición de emprendedores y vecinos todas las salas de reuniones, estacionamientos e infraestructura municipal ociosa para ser reservada y utilizada de manera compartida. Los surcoreanos fueron más allá creando bancos de ropa y accesorios para infantes, y un maravilloso programa de cohabitación en que cerca de 500 estudiantes universitarios podían vivir cerca del campus en hogares de adultos mayores a cambio de darles compañía. Hoy el Covid-19 ha puesto en jaque este modelo, y todavía es muy temprano para evaluar las consecuencias de haber compartido tanto.

Sin embargo en los últimos años también surgió otro modelo alternativo de ciudad, la Ciudad de 15 Minutos, promovido por la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Su idea es que la mayoría de los hogares, servicios y fuentes laborales se encuentren menos de 15 minutos de viaje a pie o en transporte público. Este modelo, si bien está enfocado a fomentar la vida de barrio, romper con los estigmas de la segregación socioespacial y promover modos de vida más sostenibles, podría eventualmente verse fortalecido post pandemia. Una ciudad constituida por barrios de 15 minutos reduciría en gran parte la necesidad de grandes desplazamientos, bajando los viajes en transporte privado y la demanda de transporte público. También reduciría las grandes aglomeraciones en centros urbanos y servicios, reduciendo la exposición a contagio, ya que gran parte de las necesidades se resolverían a escala local, lo que potenciaría a las Pymes e instituciones comunitarias; y tal vez lo más importante en estos momentos: fortalecería la cohesión social, el sentido de comunidad y autocuidado.

¿Cuál será el estilo de vida doméstica y urbana que surgirá post pandemia? Parafraseando a Sarkis, ¿cómo volveremos a vivir juntos? Todavía no lo sabemos. Pero una cosa es cierta, más que individualista o compartido, tendrá que apoyarse fuertemente en lo comunitario… donde yo me cuido para cuidar al otro, y donde el bien común estará siempre antes que el individuo.

Fuente: La Tercera, Domingo 05 de Abril de 2020

TITULARES