PULSO – En los últimos cinco años hemos sido testigos de cómo el avance en telecomunicaciones ha tocado la fibra de nuestra sociedad. Mientras con 3G empezamos a acercarnos al internet móvil; con 4G presenciamos su masificación permitiendo, por ejemplo, la democratización del acceso a servicios tan diversos como la banca móvil, vehículos compartidos y la adopción de conectividad en entornos productivos como la minería. Todos estos componentes configuran esta nueva era de la economía digital. Sin embargo, hoy nos enfrentamos a un escenario que centra sus expectativas en 5G que, de cara al ciudadano proveerá mayor velocidad o mejor experiencia, pero que cuyo mayor potencial está en el sector industrial.
Con la llegada de 5G se prevé que la latencia disminuya -en promedio- de 20 milisegundos a 1. Esto implica una reducción abismante del tiempo que transcurre entre una orden y su ejecución. En tanto, su capacidad de soportar y brindar conectividad a billones de dispositivos y servicios en todo el mundo, transforma a esta red en un habilitador de innovaciones basadas en Internet de las Cosas (IoT), Inteligencia Artificial (IA) o tecnologías de inmersión como la Realidad Virtual (RV) y Realidad Aumentada (RA); catalizando, por ejemplo, el desarrollo de ciudades inteligentes y vehículos autónomos, entre otros.
En el caso del IoT, la aplicación de 5G tendrá, principalmente, impacto aplicaciones industriales. Ahí podremos observar que áreas como salud, logística, transporte, agricultura y pesca, entre otras, sentirán los efectos de este nuevo paradigma tecnológico, debido a que éste se caracteriza por manejar grandes volúmenes de información y contar con una latencia mínima, otorgando ubicuidad y confiabilidad, aspectos fundamentales a la hora de desplegar soluciones en entornos industriales complejos.
A nivel local, hemos observado a industrias dar grandes pasos de la mano de 4G. La minería, por ejemplo, ha sido pionera en la adopción de redes de LTE privadas, con las que ha impulsado la automatización e implementación de nuevas tecnologías consiguiendo que las faenas sean más seguras, entregando labores de alta complejidad a maquinaria. Del mismo modo, ha dotado de inteligencia la producción a través de toda la cadena de valor, impulsando los niveles de eficiencia de la mano de técnicas basadas en big data y analítica, que resultan clave para la resiliencia operacional. Sin embargo, estos resultados sumados a 5G pueden llegar un siguiente nivel.
Fuente: Pulso, Miércoles 26 de Febrero de 2020