EL MERCURIO – La sequía está comenzando a tener efectos sobre las distintas ramas productivas. En la minería, sorprendentemente, los problemas se encuentran en la zona central, menos preparada para la escasez que las minas de la zona norte. En estas se dispone de procedimientos de reciclaje de agua y se han hecho inversiones cuantiosas en desalinización. En la zona central, donde la disponibilidad del recurso es mayor, minas como El Teniente empiezan ahora a reaccionar. La empresa estatal está implementando racionamiento en su uso y algún grado de reciclaje, con el fin de evitar los efectos de una sequía que en la zona alcanza una reducción promedio de lluvias de entre un 70% y 90%. En el futuro, la minería de esta área tendrá que ser casi tan eficiente en el uso del agua como la nortina, lo cual requerirá inversiones sustantivas.
Con todo, y pese a las percepciones del público, de acuerdo al “Atlas del Agua Chile 2016”, la minería es un usuario menor, utilizando solo un 3% de las aguas consuntivas. La apreciación de que se trataría de un gran consumidor se debe a que en la Región de Antofagasta, la zona de los grandes yacimientos nortinos, el consumo minero representa hasta el 50% o más de las escasas aguas disponibles (no desalinizadas). En el resto del país, es un usuario poco relevante. El agua potable ofrece una situación similar, pues representa solo un 8% de la utilización del recurso, aunque en la Región Metropolitana llega al 18%. El gran usuario es el agro, que utiliza en promedio el 82% de las aguas consumidas en el país. Si bien la agricultura más moderna es conservadora en su empleo en las zonas de regadío, aún persiste una agricultura tradicional de riego extensivo y poco eficiente.
En cuanto a las urbes, las ciudades costeras pueden avanzar en reciclar sus aguas servidas para su uso en la agricultura, en vez de descargarlas en el mar. Ellas se podrían intercambiar por derechos de agua agrícolas, de manera de emplear estos para consumo humano. Si no es suficiente, existe la posibilidad de desalar agua de mar. Este proceso se puede realizar casi sin efectos nocivos para el medio ambiente, dado que en el futuro gran parte de la energía necesaria provendrá de fuentes no convencionales, y las salmueras que genera pueden diluirse si la restitución se hace en forma cuidadosa, o utilizarse en la industria química.
El problema es algo más complicado en las grandes ciudades del interior, porque el costo de traer agua desalada puede ser elevado. Una primera medida sería reducir las pérdidas del sistema de agua potable. En ciudades como Santiago o Antofagasta, estas se sitúan en torno al 30%. Si se redujeran a los niveles normales de menos de 20%, la disponibilidad aumentaría en más de un 14%. Esto puede ser suficiente para evitar el racionamiento que muchos temen para el próximo año, a medida que se agoten las reservas en la cordillera. Ha habido aquí un deterioro de las redes, que al concesionarse tenían pérdidas menores; hace dos décadas eran cercanas al 25,7%.
Ante el referido riesgo de un racionamiento, son predecibles las presiones sobre las empresas sanitarias privatizadas. Como en otros sectores, el eventual descontento de la opinión pública puede dar origen a reacciones populistas de nocivo efecto. Por lo mismo, es importante que el regulador y las propias compañías se anticipen a evitar esos escenarios.
Fuente: El Mercurio, Domingo 12 de Enero de 2020
Efectos de la sequía
EL MERCURIO – La sequía está comenzando a tener efectos sobre las distintas ramas productivas. En la minería, sorprendentemente, los problemas se encuentran en la zona central, menos preparada para la escasez que las minas de la zona norte. En estas se dispone de procedimientos de reciclaje de agua y se han hecho inversiones cuantiosas en desalinización. En la zona central, donde la disponibilidad del recurso es mayor, minas como El Teniente empiezan ahora a reaccionar. La empresa estatal está implementando racionamiento en su uso y algún grado de reciclaje, con el fin de evitar los efectos de una sequía que en la zona alcanza una reducción promedio de lluvias de entre un 70% y 90%. En el futuro, la minería de esta área tendrá que ser casi tan eficiente en el uso del agua como la nortina, lo cual requerirá inversiones sustantivas.
Con todo, y pese a las percepciones del público, de acuerdo al “Atlas del Agua Chile 2016”, la minería es un usuario menor, utilizando solo un 3% de las aguas consuntivas. La apreciación de que se trataría de un gran consumidor se debe a que en la Región de Antofagasta, la zona de los grandes yacimientos nortinos, el consumo minero representa hasta el 50% o más de las escasas aguas disponibles (no desalinizadas). En el resto del país, es un usuario poco relevante. El agua potable ofrece una situación similar, pues representa solo un 8% de la utilización del recurso, aunque en la Región Metropolitana llega al 18%. El gran usuario es el agro, que utiliza en promedio el 82% de las aguas consumidas en el país. Si bien la agricultura más moderna es conservadora en su empleo en las zonas de regadío, aún persiste una agricultura tradicional de riego extensivo y poco eficiente.
En cuanto a las urbes, las ciudades costeras pueden avanzar en reciclar sus aguas servidas para su uso en la agricultura, en vez de descargarlas en el mar. Ellas se podrían intercambiar por derechos de agua agrícolas, de manera de emplear estos para consumo humano. Si no es suficiente, existe la posibilidad de desalar agua de mar. Este proceso se puede realizar casi sin efectos nocivos para el medio ambiente, dado que en el futuro gran parte de la energía necesaria provendrá de fuentes no convencionales, y las salmueras que genera pueden diluirse si la restitución se hace en forma cuidadosa, o utilizarse en la industria química.
El problema es algo más complicado en las grandes ciudades del interior, porque el costo de traer agua desalada puede ser elevado. Una primera medida sería reducir las pérdidas del sistema de agua potable. En ciudades como Santiago o Antofagasta, estas se sitúan en torno al 30%. Si se redujeran a los niveles normales de menos de 20%, la disponibilidad aumentaría en más de un 14%. Esto puede ser suficiente para evitar el racionamiento que muchos temen para el próximo año, a medida que se agoten las reservas en la cordillera. Ha habido aquí un deterioro de las redes, que al concesionarse tenían pérdidas menores; hace dos décadas eran cercanas al 25,7%.
Ante el referido riesgo de un racionamiento, son predecibles las presiones sobre las empresas sanitarias privatizadas. Como en otros sectores, el eventual descontento de la opinión pública puede dar origen a reacciones populistas de nocivo efecto. Por lo mismo, es importante que el regulador y las propias compañías se anticipen a evitar esos escenarios.
Fuente: El Mercurio, Domingo 12 de Enero de 2020