EL MERCURIO – Como todos los comienzos de año, los conductores enfrentarán un alza en los pagos por el uso de las autopistas concesionadas. Esta vez, luego de los acuerdos alcanzados entre el Gobierno y las empresas, el alza corresponde solo al IPC acumulado, y en el futuro no volverán a haber incrementos reales. Esto ha dejado, sin embargo, insatisfechos a algunos usuarios, los que desearían que los valores bajaran o incluso que se eliminaran del todo, mientras otros reclaman por lo elevados que son los cobros de saturación y por la forma en que se aplican.
Esta última tarifa tiene un valor muy superior a la usual, por lo que es la que más molesta a quienes deben pagarla para llegar a sus trabajos o volver a casa desde ellos. Se aplica a un tramo de carretera, a una hora determinada, si la velocidad de circulación en ese tramo y a esa hora resulta en promedio bajo 50 km por hora, por un período de 180 días. Dado que la masa vehicular en la ciudad ha ido creciendo, el número de tramos y de horas con estas tarifas también ha ido aumentando. El mecanismo adolece de algunos problemas de diseño, por cuanto el valor no responde a las condiciones de congestión del momento, sino a las que se han verificado allí en el pasado.
Al margen de ese punto, y a propósito de los últimos ajustes de valores, han surgido algunas sugerencias singulares respecto de este tema. Hay quienes señalan que, dado que existe congestión pese a haber elevadas tarifas de saturación, estas no tendrían sentido. Una reflexión rápida muestra el error: si las personas están dispuestas a pagar pese a tener la alternativa gratuita de las calles de la ciudad, esto se debe a que es más rápido circular por las carreteras urbanas. En tal caso, si se eliminara la tarifa de congestión, muchos de los que actualmente usan calles hipercongestionadas elegirían las rutas concesionadas, al bajar su costo. El resultado sería que la velocidad de circulación en las carreteras urbanas caería aún más, acercándose a la de superficie.
Otras personas, incluyendo exautoridades, abogan por reducir el costo de las autopistas para quienes las usan para trabajar. Se olvida que son precisamente estos usuarios los que pueden traspasar ese costo a sus clientes, a diferencia del resto. No es claro, en efecto, por qué un taxista debería pagar menos por usar una autopista que una persona que transita por ella para llegar a su puesto laboral; en rigor, el gran beneficiado en este caso sería el pasajero del taxi, pues se le cobraría menos. Más difícil aún de entender sería que los camiones, que por su alto peso contribuyen significativamente al desgaste y destrucción del pavimento, pagaran menos, lo cual, por lo demás, solo beneficiaría a quienes contratan ese transporte. A su vez, la idea señalada por algunos de reducir el valor para los vehículos eléctricos representa un subsidio mal concebido: su aporte a la congestión es igual al del resto de los automóviles; si lo que se pretende es reducir las emisiones, los instrumentos correctos son impuestos a los combustibles fósiles o mejores estándares de gases contaminantes.
Un factor clave en la molestia que provocan estos cobros es el hecho de que en la práctica la congestión aumenta los ingresos del concesionario. Ello es, por cierto, el resultado de utilizar contratos de plazo fijo, modalidad a la que la autoridad, al parecer, pretende seguir recurriendo en el futuro.
Más allá de este último punto, el debate sobre las tarifas de saturación ilustra el apresuramiento con que, ante quejas de grupos de presión, políticos e incluso algunos especialistas tienden a preferir las respuestas facilistas antes que aquellas que requieren una reflexión profunda y cuidadosa sobre sus consecuencias. Opuesto a ello, las mejores soluciones significan a veces tomar decisiones difíciles y dar cuenta de sus razones. En eso consisten las buenas políticas públicas.
Fuente: El Mercurio, Viernes 27 de Diciembre de 2019
Alzas y saturación en autopistas
EL MERCURIO – Como todos los comienzos de año, los conductores enfrentarán un alza en los pagos por el uso de las autopistas concesionadas. Esta vez, luego de los acuerdos alcanzados entre el Gobierno y las empresas, el alza corresponde solo al IPC acumulado, y en el futuro no volverán a haber incrementos reales. Esto ha dejado, sin embargo, insatisfechos a algunos usuarios, los que desearían que los valores bajaran o incluso que se eliminaran del todo, mientras otros reclaman por lo elevados que son los cobros de saturación y por la forma en que se aplican.
Esta última tarifa tiene un valor muy superior a la usual, por lo que es la que más molesta a quienes deben pagarla para llegar a sus trabajos o volver a casa desde ellos. Se aplica a un tramo de carretera, a una hora determinada, si la velocidad de circulación en ese tramo y a esa hora resulta en promedio bajo 50 km por hora, por un período de 180 días. Dado que la masa vehicular en la ciudad ha ido creciendo, el número de tramos y de horas con estas tarifas también ha ido aumentando. El mecanismo adolece de algunos problemas de diseño, por cuanto el valor no responde a las condiciones de congestión del momento, sino a las que se han verificado allí en el pasado.
Al margen de ese punto, y a propósito de los últimos ajustes de valores, han surgido algunas sugerencias singulares respecto de este tema. Hay quienes señalan que, dado que existe congestión pese a haber elevadas tarifas de saturación, estas no tendrían sentido. Una reflexión rápida muestra el error: si las personas están dispuestas a pagar pese a tener la alternativa gratuita de las calles de la ciudad, esto se debe a que es más rápido circular por las carreteras urbanas. En tal caso, si se eliminara la tarifa de congestión, muchos de los que actualmente usan calles hipercongestionadas elegirían las rutas concesionadas, al bajar su costo. El resultado sería que la velocidad de circulación en las carreteras urbanas caería aún más, acercándose a la de superficie.
Otras personas, incluyendo exautoridades, abogan por reducir el costo de las autopistas para quienes las usan para trabajar. Se olvida que son precisamente estos usuarios los que pueden traspasar ese costo a sus clientes, a diferencia del resto. No es claro, en efecto, por qué un taxista debería pagar menos por usar una autopista que una persona que transita por ella para llegar a su puesto laboral; en rigor, el gran beneficiado en este caso sería el pasajero del taxi, pues se le cobraría menos. Más difícil aún de entender sería que los camiones, que por su alto peso contribuyen significativamente al desgaste y destrucción del pavimento, pagaran menos, lo cual, por lo demás, solo beneficiaría a quienes contratan ese transporte. A su vez, la idea señalada por algunos de reducir el valor para los vehículos eléctricos representa un subsidio mal concebido: su aporte a la congestión es igual al del resto de los automóviles; si lo que se pretende es reducir las emisiones, los instrumentos correctos son impuestos a los combustibles fósiles o mejores estándares de gases contaminantes.
Un factor clave en la molestia que provocan estos cobros es el hecho de que en la práctica la congestión aumenta los ingresos del concesionario. Ello es, por cierto, el resultado de utilizar contratos de plazo fijo, modalidad a la que la autoridad, al parecer, pretende seguir recurriendo en el futuro.
Más allá de este último punto, el debate sobre las tarifas de saturación ilustra el apresuramiento con que, ante quejas de grupos de presión, políticos e incluso algunos especialistas tienden a preferir las respuestas facilistas antes que aquellas que requieren una reflexión profunda y cuidadosa sobre sus consecuencias. Opuesto a ello, las mejores soluciones significan a veces tomar decisiones difíciles y dar cuenta de sus razones. En eso consisten las buenas políticas públicas.
Fuente: El Mercurio, Viernes 27 de Diciembre de 2019