DIARIO FINANCIERO – Sin duda, todo lo acontecido la semana pasada ocupará un lugar relevante en nuestra historia. Hoy, si bien podemos ser más optimistas que una semana atrás, tenemos la tarea de realizar un profundo análisis ex post y, con ello, sacar las lecciones necesarias para minimizar los riesgos de caer en la trampa de los ingresos medios y no llegar al desarrollo.
Debemos partir por reconocer que la estabilidad no es algo garantizado, y que la fortaleza institucional es, sin duda alguna, una pieza clave. El mercado financiero nos mostró cómo las expectativas se resienten instantáneamente, luego de ver el debilitamiento sin precedentes en el peso chileno -moneda que fue la más castigada en el mundo- en medio de tensiones que fueron mitigadas gracias a la oportuna y eficiente acción del Banco Central. No estábamos acostumbrados a ver esto en un país que se ha caracterizado por su solidez y estabilidad. Esta fragilidad, que enfrentan todos los países, nos debe hacer más conscientes que nunca sobre la importancia de las instituciones y la claridad en las reglas del juego.
Pero más allá de los tremendos desafíos de largo plazo, desde ya tendremos que realizar todos los esfuerzos posibles para tener un exitoso proceso de reconstrucción. La disrupción del normal funcionamiento de las actividades del país ha generado un impacto significativo en la economía, que se verá reflejado en las cifras que se comenzarán a publicar dentro de las próximas semanas. Algunos datos preliminares, como la caída de 20% en las exportaciones durante octubre (-37% en la segunda quincena) y la fuerte contracción de la recaudación de IVA, anticipan una caída de al menos 2% los últimos dos meses. Es más, es probable que la economía tenga una caída el cuatro trimestre, que incluso se podría postergar hasta inicios de 2020. Sí, hoy tenemos riesgos reales de enfrentar una recesión técnica.
Pero más allá del crecimiento de corto plazo, lo que merece más atención es el daño a la infraestructura, lo cual reduce directamente la capacidad productiva del país. Esta caída en el stock de capital, en caso de que hubiese sido cercana a US$ 3.000 millones (como ha estimado el gobierno), podría reducir el crecimiento tendencial hacia cifras cercanas al 2,5%. Esta caída, que afecta directamente los ingresos estructurales del gobierno, se da en un contexto donde se requiere una política fiscal más expansiva, lo cual presionaría aún más el déficit del gobierno central.
Pese a los tremendos desafíos de reactivación que tendremos en el corto plazo, hay algo que debemos destacar: Chile posee un esquema de políticas que, de gozar con un adecuado diseño e implementación, permitiría mitigar una parte del daño. Por un lado, la existencia de un tipo de cambio flexible no sólo permite que el ajuste se realice a través de la moneda, sino que además da el espacio para usar con más fuerza la política monetaria, tal como lo vimos la semana pasada. Además, la disponibilidad de fondos soberanos (que actualmente sobrepasan los US$ 25.000 millones) dan el espacio para sostener un proceso de normalización lo más ordenado posible. Eso sí, más allá de las herramientas de estabilización que se utilicen en esta reconstrucción, no podemos olvidar algo: la agenda social se financia con crecimiento, el cual, como ha quedado en evidencia, no es en lo absoluto inmune a los cambios institucionales. Debemos cuidar más que nunca nuestros fundamentos.
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Fuente: Diario Financiero, Lunes 18 de Noviembre de 2019
El desafío de la reconstrucción, por Rodrigo Aravena
DIARIO FINANCIERO – Sin duda, todo lo acontecido la semana pasada ocupará un lugar relevante en nuestra historia. Hoy, si bien podemos ser más optimistas que una semana atrás, tenemos la tarea de realizar un profundo análisis ex post y, con ello, sacar las lecciones necesarias para minimizar los riesgos de caer en la trampa de los ingresos medios y no llegar al desarrollo.
Debemos partir por reconocer que la estabilidad no es algo garantizado, y que la fortaleza institucional es, sin duda alguna, una pieza clave. El mercado financiero nos mostró cómo las expectativas se resienten instantáneamente, luego de ver el debilitamiento sin precedentes en el peso chileno -moneda que fue la más castigada en el mundo- en medio de tensiones que fueron mitigadas gracias a la oportuna y eficiente acción del Banco Central. No estábamos acostumbrados a ver esto en un país que se ha caracterizado por su solidez y estabilidad. Esta fragilidad, que enfrentan todos los países, nos debe hacer más conscientes que nunca sobre la importancia de las instituciones y la claridad en las reglas del juego.
Pero más allá de los tremendos desafíos de largo plazo, desde ya tendremos que realizar todos los esfuerzos posibles para tener un exitoso proceso de reconstrucción. La disrupción del normal funcionamiento de las actividades del país ha generado un impacto significativo en la economía, que se verá reflejado en las cifras que se comenzarán a publicar dentro de las próximas semanas. Algunos datos preliminares, como la caída de 20% en las exportaciones durante octubre (-37% en la segunda quincena) y la fuerte contracción de la recaudación de IVA, anticipan una caída de al menos 2% los últimos dos meses. Es más, es probable que la economía tenga una caída el cuatro trimestre, que incluso se podría postergar hasta inicios de 2020. Sí, hoy tenemos riesgos reales de enfrentar una recesión técnica.
Pero más allá del crecimiento de corto plazo, lo que merece más atención es el daño a la infraestructura, lo cual reduce directamente la capacidad productiva del país. Esta caída en el stock de capital, en caso de que hubiese sido cercana a US$ 3.000 millones (como ha estimado el gobierno), podría reducir el crecimiento tendencial hacia cifras cercanas al 2,5%. Esta caída, que afecta directamente los ingresos estructurales del gobierno, se da en un contexto donde se requiere una política fiscal más expansiva, lo cual presionaría aún más el déficit del gobierno central.
Pese a los tremendos desafíos de reactivación que tendremos en el corto plazo, hay algo que debemos destacar: Chile posee un esquema de políticas que, de gozar con un adecuado diseño e implementación, permitiría mitigar una parte del daño. Por un lado, la existencia de un tipo de cambio flexible no sólo permite que el ajuste se realice a través de la moneda, sino que además da el espacio para usar con más fuerza la política monetaria, tal como lo vimos la semana pasada. Además, la disponibilidad de fondos soberanos (que actualmente sobrepasan los US$ 25.000 millones) dan el espacio para sostener un proceso de normalización lo más ordenado posible. Eso sí, más allá de las herramientas de estabilización que se utilicen en esta reconstrucción, no podemos olvidar algo: la agenda social se financia con crecimiento, el cual, como ha quedado en evidencia, no es en lo absoluto inmune a los cambios institucionales. Debemos cuidar más que nunca nuestros fundamentos.
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Fuente: Diario Financiero, Lunes 18 de Noviembre de 2019