LA TERCERA – Junto a los socios de su oficina, el arquitecto ganador del Premio Pritzker y quien dirigió la bienal de la disciplina en Venecia el 2016 ofrece ideas para enfrentar las demandas de mayor justicia social. “La ciudad es un reflejo muy concreto y bastante cruel de la inequidad”, dice.
Las Torres Siamesas y el Centro de Innovación en la UC o la sede de la farmacéutica Novartis en China son algunos de los edificios de sofisticado diseño que han posicionado a Alejandro Aravena (1967) en la cumbre de la arquitectura mundial. Sin embargo, el chileno, que en 2016 ganó el premio Pritzker, el Nobel de la disciplina, y luego dirigió la Bienal de Arquitectura de Venecia, ha sido reconocido sobre todo por su vocación pública. Desde 2001, junto a Víctor Oddó, Gonzalo Arteaga, Diego Torres y Juan Ignacio Cerda, sus socios de Elemental, han rediseñado el concepto de vivienda social basada en la idea de una casa “progresiva”, que sea de 40 m2 -lo que puede financiar el Estado-, pero que pueda crecer según la necesidad de sus habitantes.
Hoy, frente al momento que vive el país, en que la sociedad está exigiendo en las calles mayor equidad social, Aravena tiene algo que decir. “El oasis había sido ocupado hasta ahora para explicar lo bien que estábamos, pero mientras para algunos el oasis es sinónimo de agua, sombra, un vergel, para otros es solo el desierto que está alrededor”, afirmó hace unos días en una entrevista en CNN, aludiendo a las palabras del Presidente Piñera. Ahora, el arquitecto profundiza y propone algunas ideas para hacer frente a esta inequidad social.
¿De qué forma la inequidad en Chile se refleja en sus ciudades?
La ciudad es un reflejo muy concreto y, lamentablemente, bastante cruel de la inequidad. Pero ella misma podría jugar un doble rol. Por una parte, podría permitir construir un lenguaje común a partir de una experiencia común. Es evidente que se viene un proceso de diálogo, de conversación, de parlamentos. Pero difícilmente nos vamos a entender si los que viven en el oasis no tienen la más remota idea de lo difícil que es vivir en el desierto. Mientras no se tenga la experiencia concreta, física, de lo difícil que es sacar a una familia adelante en un terreno cuesta arriba y se siga creyendo que es la flojera (o quererlo todo gratis, como he leído en varias redes sociales) lo que explica la inequidad, vamos a seguir etiquetando el desierto como otro planeta habitado por alienígenas. La ciudad tiene un potencial redistributivo muy concreto. La inequidad del modelo puede tomar un tiempo en ser corregida, pero proyectos de infraestructura, espacio público, transporte y vivienda pueden mejorar la calidad de vida mientras discutimos el nuevo modelo. Lo que habría que hacer es cambiar el mecanismo con que se asignan recursos públicos, tanto para la construcción como para la mantención de proyectos urbanos: a mayor vulnerabilidad, mayor cantidad de fondos. Creo que deberíamos sustituir la noción de rentabilidad social con la que se asignan hoy fondos públicos, por la de índice de equidad (o algo por el estilo) que le quite ese olor a lucro. Hay cosas que se hacen para nivelar la cancha, punto. Las ciudades se miden por lo que se puede hacer gratis en ellas. Y esos lugares de mayor calidad urbana, accesibles pública y democráticamente, debieran estar ahí donde más se necesita. Asignación inversamente proporcional al ingreso; mientras menos ingreso, mayor inversión pública.
¿Cómo ha sido la experiencia de Elemental diseñando viviendas sociales?
Siempre buscamos sustituir la escasez por la incrementalidad, y por otro lado, aumentar la plusvalía de una vivienda social. Si no hay recursos para entregar una vivienda de clase media, enfoquémonos ahora en lo que es más difícil para una familia de hacer por cuenta propia. La vuelta que buscamos darle al modelo vigente fue crear un sistema abierto que permitiera, incrementalmente en el tiempo, alcanzar el estándar de clase media que no se puede entregar inicialmente. Esta condición progresiva de la vivienda como alternativa a la escasez existe desde los años 60; lo único que nosotros hicimos fue implementar una serie de estrategias arquitectónicas muy concretas que permitieran que ese paso del estándar “social” al de “clase media” fuera “gracias” y no “a pesar” del diseño. El segundo objetivo es que la vivienda se valorice. Todos nosotros cuando nos compramos una casa esperamos que aumente de valor en el tiempo, pero la vivienda social se parece más a comprar un auto que una casa; cada día que pasa, se desvaloriza. Dado que el subsidio de vivienda es la transferencia de fondos públicos a patrimonio familiar más grande que entrega el Estado y la entrega solo una vez en la vida, uno querría que esa vivienda fuera no solo un techo para protegerse de la intemperie, sino una herramienta para superar pobreza. El seguimiento que hemos hecho arroja dos cosas: satisfacción de los usuarios (nuestra principal fuente de nuevos proyectos es el boca a boca de comités de vivienda anteriores) y valorización de las viviendas (que varía entre cuatro y 10 veces el costo original).
¿Es viable construir viviendas sociales en sectores más pudientes?
“Dónde” más que “cuánto” es una de las cuestiones fundamentales, pero no la única. Identificamos cinco condiciones de diseño que se deberían incentivar en las políticas de vivienda del Minvu:
1. Localización: más que seguir tratando de entregar un metro cuadrado más de vivienda, hay que gastar los fondos públicos en metros cuadrados de terreno mejor localizados. La pregunta clave en vivienda social no es “cuánto”, sino “dónde”; esto es algo que una familia nunca va a poder cambiar y, a la vez, lo que más influye en la valorización (o desvalorización) de esa vivienda. Un aumento de valor en el tiempo no es solo algo deseable para la familia propietaria, sino un indicador de que esa casa probablemente está inserta y no segregada de las oportunidades de trabajo, educación, salud y recreación que algunos sectores de la ciudad concentran.
2. Diseño del conjunto urbano: introducir entre lo público y lo privado el espacio colectivo. Esta unidad vecinal que no debiera exceder las 30 familias es clave para tomar acuerdos y que luego se puedan mantener en el tiempo: ¿Vamos a plantar árboles y cuidarlos entre todos? ¿Vamos a estacionar autos en el espacio común? ¿Ponemos solo una reja a la entrada del condominio en vez de que cada uno se encierre en su casa? ¿Compramos entre todos una piscina inflable para el verano? El espacio público en ciertas partes de la ciudad es de todos, o sea, en el fondo, no es de nadie, nadie lo cuida y acuerdos como este son difíciles de mantener. Esta estructura urbana una vez definida no la puede cambiar una familia por sí misma, y la calidad del entorno es fundamental en la valorización de la vivienda.
3. Estructura para el estándar final de clase media (80 m2) y no solo para el inicial de vivienda social (40 m2). La estructura es de las cosas más difíciles y más caras de una construcción. Hemos propuesto varias veces al Minvu que las constructoras e inmobiliarias entreguen un presupuesto de cuánto les costaría a las familias pasar del tamaño inicial “social” al de “clase media”; esto con los mismos diseños que ellos presentan y con los mismos precios de partidas que hayan usado en las licitaciones. Esa información el Minvu se las debería entregar a las familias para que cuando tengan su subsidio en la mano sepan qué proyectos preferir.
4. ADN de clase media. Esto significa que el potencial de la vivienda no quede hipotecado por la escasez inicial. El estándar de los recintos y sus relaciones debiera ser acorde al de una vivienda de 80 metros, no a una de 40. Que los dormitorios permitan camas matrimoniales, que se pueda hacer la cama. Que no haya que pasar por el living para ir al baño. Que en el futuro se pueda tener un segundo baño. Que se pueda tener living-comedor y no living o comedor.
5. Que las partes más difíciles de la casa queden bien hechas: baño, cocina, escalera, muro medianero cortafuego, techo. Si esto queda bien, sumar más recinto es comparativamente más fácil.
¿Han presentado estas ideas al Minvu?
Elaboramos hace un tiempo una guía con 10 puntos para que constructoras e inmobiliarias chequearan si sus diseños iban a ir en beneficio de las familias. Pero claramente no fue de su interés. Tampoco fue de interés para el Minvu. Dadas las circunstancias que vivimos, lo mejor parece ser tomar el atajo y ponerlo directamente en nuestra pagina web (www.elementalchile.cl) a disposición de las familias para que puedan saber de manera muy sencilla si ese diseño en el futuro va a ser un aporte al patrimonio familiar o no. El punto es que alcanzar el estándar de la clase media sea fácil, económico y seguro y no otro peso más para una familia.
En 2016, Elemental liberó todos sus diseños de vivienda social debido al éxito. ¿Por qué cree que no han sido tomados como política pública?
La tabla del Minvu no premia lo que la evidencia muestra que es lo mejor para las familias en términos de tamaño y estándar, y tampoco premia los factores que van a permitir una valorización de esa propiedad. En el último llamado a concurso calificamos raspando; estamos en la zona de descenso de la tabla. Y escapados, a 200 puntos por encima, proyectos de los que ya podemos anticipar una mala vida posterior. No es la pos-venta, sino la posvida. Y la razón está en el cuadro que asigna puntos a los distintos aspectos de un proyecto. Y la conclusión es que todos los incentivos están mal puestos. No hay ninguno de los cinco puntos que acabo de nombrar en el cuadro normativo del Minvu. Uno se pregunta si este “error” es una debilidad técnica (quienes lo elaboraron no sabían de esto) o una debilidad política (los factores hoy vigentes fueron definidos por grupos de presión y de lobby). Cualquiera sea la respuesta, es el momento de corregir el error.
¿Considera importante la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas?
Lo primero es desarticular el cliché de que la participación es para obtener de la gente una respuesta. El objetivo es identificar con precisión cuál es la pregunta. Lo segundo es aprovechar la opinión ciudadana para establecer prioridades. Cuando no se puede hacer todo, ya sea por escasez de tiempo o de recursos, son las propias personas quienes pueden orientar una inversión pública eficiente. Por último, si bien en nuestro caso la cuestión incremental fue algo más bien práctico para enfrentar la escasez, tuvo una consecuencia importante en algo más profundo, como es la dignidad y el sentido de apropiación. Un sistema abierto tenía la capacidad de acoger una diversidad y un sello personal que es tan importante para una familia como el tamaño. Como dije en la entrevista de CNN, Mario Orellana, un dirigente del proyecto de Renca, reclamaba de las políticas públicas no solo efectividad, sino también afectividad. Y es que el problema de la inequidad dista mucho de ser algo meramente económico. Es una cuestión que alcanza incluso a una cuestión emocional. Y ese el desafío que tenemos por delante. Se trata tanto de las necesidades como de los deseos de nuestra sociedad.
Fuente: La Tercera, Sábado 02 de Noviembre de 2019
Aravena y elemental: Propuestas contra la desigualdad
LA TERCERA – Junto a los socios de su oficina, el arquitecto ganador del Premio Pritzker y quien dirigió la bienal de la disciplina en Venecia el 2016 ofrece ideas para enfrentar las demandas de mayor justicia social. “La ciudad es un reflejo muy concreto y bastante cruel de la inequidad”, dice.
Las Torres Siamesas y el Centro de Innovación en la UC o la sede de la farmacéutica Novartis en China son algunos de los edificios de sofisticado diseño que han posicionado a Alejandro Aravena (1967) en la cumbre de la arquitectura mundial. Sin embargo, el chileno, que en 2016 ganó el premio Pritzker, el Nobel de la disciplina, y luego dirigió la Bienal de Arquitectura de Venecia, ha sido reconocido sobre todo por su vocación pública. Desde 2001, junto a Víctor Oddó, Gonzalo Arteaga, Diego Torres y Juan Ignacio Cerda, sus socios de Elemental, han rediseñado el concepto de vivienda social basada en la idea de una casa “progresiva”, que sea de 40 m2 -lo que puede financiar el Estado-, pero que pueda crecer según la necesidad de sus habitantes.
Hoy, frente al momento que vive el país, en que la sociedad está exigiendo en las calles mayor equidad social, Aravena tiene algo que decir. “El oasis había sido ocupado hasta ahora para explicar lo bien que estábamos, pero mientras para algunos el oasis es sinónimo de agua, sombra, un vergel, para otros es solo el desierto que está alrededor”, afirmó hace unos días en una entrevista en CNN, aludiendo a las palabras del Presidente Piñera. Ahora, el arquitecto profundiza y propone algunas ideas para hacer frente a esta inequidad social.
¿De qué forma la inequidad en Chile se refleja en sus ciudades?
La ciudad es un reflejo muy concreto y, lamentablemente, bastante cruel de la inequidad. Pero ella misma podría jugar un doble rol. Por una parte, podría permitir construir un lenguaje común a partir de una experiencia común. Es evidente que se viene un proceso de diálogo, de conversación, de parlamentos. Pero difícilmente nos vamos a entender si los que viven en el oasis no tienen la más remota idea de lo difícil que es vivir en el desierto. Mientras no se tenga la experiencia concreta, física, de lo difícil que es sacar a una familia adelante en un terreno cuesta arriba y se siga creyendo que es la flojera (o quererlo todo gratis, como he leído en varias redes sociales) lo que explica la inequidad, vamos a seguir etiquetando el desierto como otro planeta habitado por alienígenas. La ciudad tiene un potencial redistributivo muy concreto. La inequidad del modelo puede tomar un tiempo en ser corregida, pero proyectos de infraestructura, espacio público, transporte y vivienda pueden mejorar la calidad de vida mientras discutimos el nuevo modelo. Lo que habría que hacer es cambiar el mecanismo con que se asignan recursos públicos, tanto para la construcción como para la mantención de proyectos urbanos: a mayor vulnerabilidad, mayor cantidad de fondos. Creo que deberíamos sustituir la noción de rentabilidad social con la que se asignan hoy fondos públicos, por la de índice de equidad (o algo por el estilo) que le quite ese olor a lucro. Hay cosas que se hacen para nivelar la cancha, punto. Las ciudades se miden por lo que se puede hacer gratis en ellas. Y esos lugares de mayor calidad urbana, accesibles pública y democráticamente, debieran estar ahí donde más se necesita. Asignación inversamente proporcional al ingreso; mientras menos ingreso, mayor inversión pública.
¿Cómo ha sido la experiencia de Elemental diseñando viviendas sociales?
Siempre buscamos sustituir la escasez por la incrementalidad, y por otro lado, aumentar la plusvalía de una vivienda social. Si no hay recursos para entregar una vivienda de clase media, enfoquémonos ahora en lo que es más difícil para una familia de hacer por cuenta propia. La vuelta que buscamos darle al modelo vigente fue crear un sistema abierto que permitiera, incrementalmente en el tiempo, alcanzar el estándar de clase media que no se puede entregar inicialmente. Esta condición progresiva de la vivienda como alternativa a la escasez existe desde los años 60; lo único que nosotros hicimos fue implementar una serie de estrategias arquitectónicas muy concretas que permitieran que ese paso del estándar “social” al de “clase media” fuera “gracias” y no “a pesar” del diseño. El segundo objetivo es que la vivienda se valorice. Todos nosotros cuando nos compramos una casa esperamos que aumente de valor en el tiempo, pero la vivienda social se parece más a comprar un auto que una casa; cada día que pasa, se desvaloriza. Dado que el subsidio de vivienda es la transferencia de fondos públicos a patrimonio familiar más grande que entrega el Estado y la entrega solo una vez en la vida, uno querría que esa vivienda fuera no solo un techo para protegerse de la intemperie, sino una herramienta para superar pobreza. El seguimiento que hemos hecho arroja dos cosas: satisfacción de los usuarios (nuestra principal fuente de nuevos proyectos es el boca a boca de comités de vivienda anteriores) y valorización de las viviendas (que varía entre cuatro y 10 veces el costo original).
¿Es viable construir viviendas sociales en sectores más pudientes?
“Dónde” más que “cuánto” es una de las cuestiones fundamentales, pero no la única. Identificamos cinco condiciones de diseño que se deberían incentivar en las políticas de vivienda del Minvu:
1. Localización: más que seguir tratando de entregar un metro cuadrado más de vivienda, hay que gastar los fondos públicos en metros cuadrados de terreno mejor localizados. La pregunta clave en vivienda social no es “cuánto”, sino “dónde”; esto es algo que una familia nunca va a poder cambiar y, a la vez, lo que más influye en la valorización (o desvalorización) de esa vivienda. Un aumento de valor en el tiempo no es solo algo deseable para la familia propietaria, sino un indicador de que esa casa probablemente está inserta y no segregada de las oportunidades de trabajo, educación, salud y recreación que algunos sectores de la ciudad concentran.
2. Diseño del conjunto urbano: introducir entre lo público y lo privado el espacio colectivo. Esta unidad vecinal que no debiera exceder las 30 familias es clave para tomar acuerdos y que luego se puedan mantener en el tiempo: ¿Vamos a plantar árboles y cuidarlos entre todos? ¿Vamos a estacionar autos en el espacio común? ¿Ponemos solo una reja a la entrada del condominio en vez de que cada uno se encierre en su casa? ¿Compramos entre todos una piscina inflable para el verano? El espacio público en ciertas partes de la ciudad es de todos, o sea, en el fondo, no es de nadie, nadie lo cuida y acuerdos como este son difíciles de mantener. Esta estructura urbana una vez definida no la puede cambiar una familia por sí misma, y la calidad del entorno es fundamental en la valorización de la vivienda.
3. Estructura para el estándar final de clase media (80 m2) y no solo para el inicial de vivienda social (40 m2). La estructura es de las cosas más difíciles y más caras de una construcción. Hemos propuesto varias veces al Minvu que las constructoras e inmobiliarias entreguen un presupuesto de cuánto les costaría a las familias pasar del tamaño inicial “social” al de “clase media”; esto con los mismos diseños que ellos presentan y con los mismos precios de partidas que hayan usado en las licitaciones. Esa información el Minvu se las debería entregar a las familias para que cuando tengan su subsidio en la mano sepan qué proyectos preferir.
4. ADN de clase media. Esto significa que el potencial de la vivienda no quede hipotecado por la escasez inicial. El estándar de los recintos y sus relaciones debiera ser acorde al de una vivienda de 80 metros, no a una de 40. Que los dormitorios permitan camas matrimoniales, que se pueda hacer la cama. Que no haya que pasar por el living para ir al baño. Que en el futuro se pueda tener un segundo baño. Que se pueda tener living-comedor y no living o comedor.
5. Que las partes más difíciles de la casa queden bien hechas: baño, cocina, escalera, muro medianero cortafuego, techo. Si esto queda bien, sumar más recinto es comparativamente más fácil.
¿Han presentado estas ideas al Minvu?
Elaboramos hace un tiempo una guía con 10 puntos para que constructoras e inmobiliarias chequearan si sus diseños iban a ir en beneficio de las familias. Pero claramente no fue de su interés. Tampoco fue de interés para el Minvu. Dadas las circunstancias que vivimos, lo mejor parece ser tomar el atajo y ponerlo directamente en nuestra pagina web (www.elementalchile.cl) a disposición de las familias para que puedan saber de manera muy sencilla si ese diseño en el futuro va a ser un aporte al patrimonio familiar o no. El punto es que alcanzar el estándar de la clase media sea fácil, económico y seguro y no otro peso más para una familia.
En 2016, Elemental liberó todos sus diseños de vivienda social debido al éxito. ¿Por qué cree que no han sido tomados como política pública?
La tabla del Minvu no premia lo que la evidencia muestra que es lo mejor para las familias en términos de tamaño y estándar, y tampoco premia los factores que van a permitir una valorización de esa propiedad. En el último llamado a concurso calificamos raspando; estamos en la zona de descenso de la tabla. Y escapados, a 200 puntos por encima, proyectos de los que ya podemos anticipar una mala vida posterior. No es la pos-venta, sino la posvida. Y la razón está en el cuadro que asigna puntos a los distintos aspectos de un proyecto. Y la conclusión es que todos los incentivos están mal puestos. No hay ninguno de los cinco puntos que acabo de nombrar en el cuadro normativo del Minvu. Uno se pregunta si este “error” es una debilidad técnica (quienes lo elaboraron no sabían de esto) o una debilidad política (los factores hoy vigentes fueron definidos por grupos de presión y de lobby). Cualquiera sea la respuesta, es el momento de corregir el error.
¿Considera importante la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas?
Lo primero es desarticular el cliché de que la participación es para obtener de la gente una respuesta. El objetivo es identificar con precisión cuál es la pregunta. Lo segundo es aprovechar la opinión ciudadana para establecer prioridades. Cuando no se puede hacer todo, ya sea por escasez de tiempo o de recursos, son las propias personas quienes pueden orientar una inversión pública eficiente. Por último, si bien en nuestro caso la cuestión incremental fue algo más bien práctico para enfrentar la escasez, tuvo una consecuencia importante en algo más profundo, como es la dignidad y el sentido de apropiación. Un sistema abierto tenía la capacidad de acoger una diversidad y un sello personal que es tan importante para una familia como el tamaño. Como dije en la entrevista de CNN, Mario Orellana, un dirigente del proyecto de Renca, reclamaba de las políticas públicas no solo efectividad, sino también afectividad. Y es que el problema de la inequidad dista mucho de ser algo meramente económico. Es una cuestión que alcanza incluso a una cuestión emocional. Y ese el desafío que tenemos por delante. Se trata tanto de las necesidades como de los deseos de nuestra sociedad.
Fuente: La Tercera, Sábado 02 de Noviembre de 2019