PULSO – De acuerdo a las últimas cifras de la Superintendencia de Seguridad Social, del total de los accidentes laborales, un cuarto de ellos corresponde a los llamados “de trayecto”. En otras palabras, uno de cada cuatro de nuestros trabajadores se lesiona o muere en su traslado.
A través de los años, los empresarios de todos los tamaños y rubros hemos aprendido a cuidar a nuestros colaboradores adoptando diferentes instrumentos de seguridad laboral en los respectivos lugares de trabajo. Lo anterior queda demostrado por la sostenida baja que vienen registrando los accidentes en el lugar donde la persona desarrolla sus labores. En otras palabras, la exitosa aplicación de la política pública de prevención de accidentes laborales, implementada y administrada a través de la Mutualidades, ya muestra valiosos frutos.
Sin embargo, donde aún persisten fallas es en la protección de los trabajadores en el trayecto de los lugares de trabajo a sus domicilios y viceversa, además de aquellos que, por la naturaleza de sus labores, lo hacen en la vía pública, tales como choferes profesionales, repartidores, etc.
De acuerdo a las últimas cifras de la Superintendencia de Seguridad Social, del total de los accidentes laborales, un cuarto de ellos corresponde a los llamados “de trayecto”. En otras palabras, uno de cada cuatro de nuestros trabajadores se lesiona o muere en su traslado.
Más preocupante aún es que de los 355 fallecidos en accidentes laborales durante 2018, 147 de ellos, es decir el 41%, fue de trayecto. Si sumamos a ésta cifra la cantidad de fatalidades laborales asociadas a vehículos en la vía pública (73 fatalidades más), tenemos que 220 de un total de 355 muertes por accidentes laborales se producen en las vías públicas, es decir un 62% del total.
Y si detrás de todos estos números nos damos cuenta que hay personas y familias, el panorama se vuelve peor aún.
Estadísticamente hablando, a escala global, la causalidad de los accidentes con resultado de muerte se puede dividir en tres tercios: el primero por errores humanos, el segundo por mala calidad de la infraestructura, y el tercero por la falta de una infraestructura acorde.
El “error humano” debemos enfrentarlo con más y mejor educación vial que se haga cargo del nuevo escenario automotriz chileno que ya cuenta con más de cinco millones de vehículos activos. El analfabetismo vial no nos puede ganar en esta cancha.
Los segundos dos tercios, relativos a la infraestructura, requieren de la acción decidida del Estado en cuanto a aumentar y mejorar la infraestructura de las vías, más autopistas, más tecnología, iluminación etc. Si hay algo cierto es que la infraestructura correcta tiene la capacidad de transformar el paisaje, mejorar la calidad de vida y salvar vidas.
Chile nos quedó chico. El retraso que experimenta nuestro país en materia de obras públicas no da para más y, por lo mismo, es urgente que lo agrandemos a través del desarrollo lo que el país y las personas requieren para seguir creciendo al ritmo que el mundo nos demanda.
Estamos atrasados, es cierto, pero aún estamos a tiempo para avanzar en aquellas obras que, de concretarse, harán del traslado una actividad más segura, expedita y eficiente. Educación y obras, teniendo en mente que son para y por las personas, nos permitirán convivir en respeto y armonía. P
Fuente: Pulso, Jueves 08 de Agosto de 2019
Educación vial + infraestructura. La fórmula que protegerá a nuestros trabajadores. Por Leonardo Daneri
PULSO – De acuerdo a las últimas cifras de la Superintendencia de Seguridad Social, del total de los accidentes laborales, un cuarto de ellos corresponde a los llamados “de trayecto”. En otras palabras, uno de cada cuatro de nuestros trabajadores se lesiona o muere en su traslado.
A través de los años, los empresarios de todos los tamaños y rubros hemos aprendido a cuidar a nuestros colaboradores adoptando diferentes instrumentos de seguridad laboral en los respectivos lugares de trabajo. Lo anterior queda demostrado por la sostenida baja que vienen registrando los accidentes en el lugar donde la persona desarrolla sus labores. En otras palabras, la exitosa aplicación de la política pública de prevención de accidentes laborales, implementada y administrada a través de la Mutualidades, ya muestra valiosos frutos.
Sin embargo, donde aún persisten fallas es en la protección de los trabajadores en el trayecto de los lugares de trabajo a sus domicilios y viceversa, además de aquellos que, por la naturaleza de sus labores, lo hacen en la vía pública, tales como choferes profesionales, repartidores, etc.
De acuerdo a las últimas cifras de la Superintendencia de Seguridad Social, del total de los accidentes laborales, un cuarto de ellos corresponde a los llamados “de trayecto”. En otras palabras, uno de cada cuatro de nuestros trabajadores se lesiona o muere en su traslado.
Más preocupante aún es que de los 355 fallecidos en accidentes laborales durante 2018, 147 de ellos, es decir el 41%, fue de trayecto. Si sumamos a ésta cifra la cantidad de fatalidades laborales asociadas a vehículos en la vía pública (73 fatalidades más), tenemos que 220 de un total de 355 muertes por accidentes laborales se producen en las vías públicas, es decir un 62% del total.
Y si detrás de todos estos números nos damos cuenta que hay personas y familias, el panorama se vuelve peor aún.
Estadísticamente hablando, a escala global, la causalidad de los accidentes con resultado de muerte se puede dividir en tres tercios: el primero por errores humanos, el segundo por mala calidad de la infraestructura, y el tercero por la falta de una infraestructura acorde.
El “error humano” debemos enfrentarlo con más y mejor educación vial que se haga cargo del nuevo escenario automotriz chileno que ya cuenta con más de cinco millones de vehículos activos. El analfabetismo vial no nos puede ganar en esta cancha.
Los segundos dos tercios, relativos a la infraestructura, requieren de la acción decidida del Estado en cuanto a aumentar y mejorar la infraestructura de las vías, más autopistas, más tecnología, iluminación etc. Si hay algo cierto es que la infraestructura correcta tiene la capacidad de transformar el paisaje, mejorar la calidad de vida y salvar vidas.
Chile nos quedó chico. El retraso que experimenta nuestro país en materia de obras públicas no da para más y, por lo mismo, es urgente que lo agrandemos a través del desarrollo lo que el país y las personas requieren para seguir creciendo al ritmo que el mundo nos demanda.
Estamos atrasados, es cierto, pero aún estamos a tiempo para avanzar en aquellas obras que, de concretarse, harán del traslado una actividad más segura, expedita y eficiente. Educación y obras, teniendo en mente que son para y por las personas, nos permitirán convivir en respeto y armonía. P
Fuente: Pulso, Jueves 08 de Agosto de 2019