Sábado, Noviembre 30, 2024

¿El problema son los autos?, por Leonardo Daneri

PULSO – Cifras recientes de la Asociación Nacional Automotriz de Chile proyectan el ingreso de medio millón de vehículos livianos entre este y el próximo año sólo a la Región Metropolitana, lo que se suma a la tasa del 10% de incremento promedio registrado entre los años 2012 y 2017. A este ritmo resulta evidente que más temprano que tarde la capital verá cómo recrudece el colapso vial que hoy padecemos en las calles.
Aumentos de esta envergadura son difíciles de prever. Sin embargo, para ello es que el Estado, a través del Ministerio de Obras Públicas, debe estar permanentemente impulsando el desarrollo de más y mejor infraestructura que permita absorber estos aumentos en la demanda, además de prever escenarios futuros. Si consideramos que una nueva obra de infraestructura vial puede tardar hasta 15 años promedio entre su licitación, adjudicación, aprobación, construcción y puesta en servicio, es claro que el tiempo es oro.
Hoy no se trata de enfrentarse a la discusión de si son más calles para los autos o más líneas de metro o transporte público. Mucho menos si la ciudad debe ser grande, compacta o satelital. El tiempo pasó, Chile nos quedó chico y para revertirlo tenemos que abordar soluciones multimodales que permitan la correcta integración entre todas las anteriores.
Hace meses que desde Copsa estamos impulsando el concepto de “PanUrbes”, es decir, ciudades que entre ellas se conectan conformando macrozonas productivas, residenciales y comerciales. Si tomamos las ciudades de San Felipe, por el Norte; Valparaíso y San Antonio, por el Poniente; Santiago, en el Oriente y Rancagua en el Sur podemos visualizar una macrozona que, bien interconectada, permitiría el traslado de pasajeros desde y hacia los puntos intermedios, descomprimiendo la carga poblacional de las ciudades y aumentando los niveles de eficiencia del transporte de carga desde los polos productivos hacia los puertos de salida al mundo.
El problema no son los automóviles ni el poder adquisitivo de las personas que les permite comprarlos. El problema es que como país no impulsamos las obras de infraestructura cuando correspondía hacerlo y hoy llegamos tarde. La buena noticia es que, de comenzar ahora con una planificación basada en estas “PanUrbes”, nos podemos poner un paso adelante, generando externalidades positivas que todos los sectores, principalmente las personas, sabrán valorar en su mérito.
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Fuente: Pulso, Viernes 29 de marzo de 2019

PULSO – Cifras recientes de la Asociación Nacional Automotriz de Chile proyectan el ingreso de medio millón de vehículos livianos entre este y el próximo año sólo a la Región Metropolitana, lo que se suma a la tasa del 10% de incremento promedio registrado entre los años 2012 y 2017. A este ritmo resulta evidente que más temprano que tarde la capital verá cómo recrudece el colapso vial que hoy padecemos en las calles.
Aumentos de esta envergadura son difíciles de prever. Sin embargo, para ello es que el Estado, a través del Ministerio de Obras Públicas, debe estar permanentemente impulsando el desarrollo de más y mejor infraestructura que permita absorber estos aumentos en la demanda, además de prever escenarios futuros. Si consideramos que una nueva obra de infraestructura vial puede tardar hasta 15 años promedio entre su licitación, adjudicación, aprobación, construcción y puesta en servicio, es claro que el tiempo es oro.
Hoy no se trata de enfrentarse a la discusión de si son más calles para los autos o más líneas de metro o transporte público. Mucho menos si la ciudad debe ser grande, compacta o satelital. El tiempo pasó, Chile nos quedó chico y para revertirlo tenemos que abordar soluciones multimodales que permitan la correcta integración entre todas las anteriores.
Hace meses que desde Copsa estamos impulsando el concepto de “PanUrbes”, es decir, ciudades que entre ellas se conectan conformando macrozonas productivas, residenciales y comerciales. Si tomamos las ciudades de San Felipe, por el Norte; Valparaíso y San Antonio, por el Poniente; Santiago, en el Oriente y Rancagua en el Sur podemos visualizar una macrozona que, bien interconectada, permitiría el traslado de pasajeros desde y hacia los puntos intermedios, descomprimiendo la carga poblacional de las ciudades y aumentando los niveles de eficiencia del transporte de carga desde los polos productivos hacia los puertos de salida al mundo.
El problema no son los automóviles ni el poder adquisitivo de las personas que les permite comprarlos. El problema es que como país no impulsamos las obras de infraestructura cuando correspondía hacerlo y hoy llegamos tarde. La buena noticia es que, de comenzar ahora con una planificación basada en estas “PanUrbes”, nos podemos poner un paso adelante, generando externalidades positivas que todos los sectores, principalmente las personas, sabrán valorar en su mérito.
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Fuente: Pulso, Viernes 29 de marzo de 2019

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