EL MERCURIO – Con las nuevas líneas anunciadas para el metro, el horizonte de construcción de estos trayectos llega hasta el año 2026. Para entonces, el tren subterráneo de Santiago tendrá un tamaño 50% mayor al actual, y será el medio de transporte público más utilizado en la Región Metropolitana.
Además de los beneficios usuales que traen las expansiones de la red de metro, al disponer de un medio rápido y no contaminante para desplazar a grandes cantidades adicionales de personas, los nuevos desarrollos implicarán otras positivas externalidades: la zona central de la red —delimitada por las líneas 2, 6, 3, 7 y 8— será muy densa y, por tanto, una caminata o un corto viaje en bicicleta permitirán que todos los habitantes de esa área tengan acceso al metro.
Además, esta zona de la ciudad comenzará a adquirir un atractivo adicional, porque las personas podrán desplazarse por ella sin necesidad de un automóvil o de un bus, y teniendo seguridad de los tiempos de viaje. Además, quienes viven dentro de sus márgenes debieran ver cómo se valorizan sus propiedades.
En relación con el tamaño de la ciudad, nuestra red de tren subterráneo tiene una mayor importancia relativa que sus dos competidores en Latinoamérica, los metros de Sao Paulo y Ciudad de México —los que aunque transportan un mayor número de pasajeros, trasladan menos personas en relación con las poblaciones respectivas—, y en los próximos años debiera consolidarse como el pilar de nuestro sistema de transporte público. Sin embargo las autoridades deben anticiparse a los problemas que esta expansión podría generar, como la gran cantidad de pasajeros que podrían confluir en la conjunción de las líneas 1, 4, 6, 7 y 8, en el sector Tobalaba-Los Leones.
Santiago cuenta con otros proyectos de transporte en perspectiva: trenes de acercamiento al norte y al poniente, un teleférico, tranvía al aeropuerto y acaso algunas concesiones de autopistas urbanas adicionales. Si el país continúa creciendo, se podrán agregar estos nuevos proyectos socialmente rentables que además reducen la contaminación atmosférica, así como la contaminación visual provocada por largas filas de buses y calles llenas de tráfico.
Pero esta expansión de metro no puede dejar en el olvido lo que sucede en regiones. Aunque se han visto mejoras en sus sistemas de transporte, estos muchas veces avanzan más lento de lo que se quisiera. Solo por nombrar algunos ejemplos, tenemos el caso de Valdivia o Concepción, que presentan problemas con sus puentes, ya sea por retraso en sus construcciones, o por falta de ellos. Los cambios que el Ministerio de Transportes estudia realizar al manejo de los fondos Espejo del Transantiago podrían ser una buena noticia para estas ciudades.
Fuente: El Mercurio, Viernes 21 de septiembre de 2018