LA TERCERA – Incluir a las comunidades desde un principio es la clave de este método, que promete mejorar la relación entre los ciudadanos y los gestores públicos y privados, además de generar lazos más profundos.
Hacer partícipe a las comunidades en la toma de decisiones en materia de infraestructura urbana, es la principal premisa del Modelo de Empatía Territorial (MET). Se trata de una nueva estrategia de integración en la ciudad, que podría mejorar la manera en la que los individuos se relacionan con su entorno.
Una empresa que promueve esta tendencia es Estudio Racimo, consultora de investigación estratégica que desarrolló un modelo enfocado a la intervención para proyectos de infraestructura urbana. Este se encuentra focalizado en la relación que los gestores públicos y privados tienen con las comunidades, utilizando la lógica del desarrollo de servicios aplicada a los territorios.
Esto, por medio de un análisis etnográfico, diseño de indicadores especiales y estrategias de intervención. “Nos basamos en el concepto de empatía para entender al usuario, desde lo más profundo de sus emociones y aspiraciones. Esta es la lógica que aplicamos en el contexto territorial”, explica Andrés Ortega, director de Estudio Racimo.
Un ejemplo del MET es lo que ocurrió con la Inmobiliaria Comun, en el sector de Eleodoro Yáñez con Tobalaba. Esta realizó un proceso de consulta ciudadana para averiguar el alcance de un nuevo proyecto en la zona.
Esto permitió que los propios vecinos redujeran el impacto de las obras, acordando la instalación de muros perimetrales, horarios para el paso de camiones y el establecimiento de un canal de comunicación expedito. Pero eso no es todo, pues también se acordó que el 75% de la planta del primer piso fuera dispuesta para áreas verdes de acceso público y, además, se entregó parte de un piso como un espacio para la comunidad.
Esta metodología combatiría el Nimby (Not In My BackYard, por sus siglas en inglés). Este concepto se refiere a las comunidades que se oponen a desarrollos urbanos de toda índole (salud, seguridad, educación y vialidad, entre otros) que se realicen cerca de sus viviendas, debido a que atentan con su calidad de vida. “Una comunidad informada y educada respecto a temas y variables urbanos de las nuevas infra que se desarrollen, minimizaría el fenómeno Nimby de comunidades que se oponen a todo cercano a sus barrios, aun cuando sea en beneficio de ellos mismos”, señala Julio Nazar, académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad del Desarrollo (UDD).
Esta modalidad de integración de las comunidades en la toma de decisiones, también permite otros beneficios. Por ejemplo, el gestor público o privado se configura como un actor empático, además, incorpora tempranamente los sectores estratégicos para la toma de decisiones rápidas y se reducen los tiempos necesarios para las consultas.
“Es un modelo que, al igual que la etnografía, permite entender el contexto antes de tomar decisiones. Busca generar una simetría entre las comunidades y barrios con los proyectos. Es un fenómeno que está creciendo, por lo que no creo que sea necesario desarrollar una normativa para que ello ocurra. Por ejemplo, es un tema que está considerado en la discusión que ocurre en el Congreso sobre el Sistema de Evaluación Impacto Ambiental (SIM)”, dice Ortega.
Fuente: La Tercera, Viernes 10 de agosto de 2018