LA TERCERA – El reciente debate abierto por el alcalde de Las Condes al impulsar un proyecto de vivienda social a pocos metros de la rotonda Atenas se complementa hoy con la recientemente anunciada política de integración social y territorial anunciada por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Llama la atención, tanto en el proyecto del Alcalde Lavín como en la política del Ministro Monckeberg, que el foco esté puesto de forma tan explícita en la integración social.
¿Cómo logramos realmente la integración social? ¿Es integración social construir viviendas sociales junto a viviendas ABC1? Los vecinos de las Condes están preocupados porque el proyecto bajará el valor de sus propiedades, un enfoque que puede parecer mezquino, pero que no deja de tener un fundamento lógico: a nadie le gustaría que, por acciones de terceros, sus bienes bajen de valor. Es muy probable que la mayoría de los vecinos molestos con la idea de Lavín hagan y estén haciendo esfuerzos ingentes por pagar sus dividendos, y este proyecto les viene como balde de agua fría, aguando el sueño de la inversión en una vivienda con plusvalía. Las propiedades de estos vecinos, hasta ahora exclusivas, serán ahora asociadas con viviendas económicas.
Por otro lado, quienes lleguen al sector de la rotonda Atenas una vez terminado el proyecto, tampoco lo tendrán fácil. Llegar a un ambiente hostil, cargando un estigma por el solo hecho de ser una persona de bajos recursos no facilita la integración de quienes tendrán el privilegio de vivir en estos departamentos. La estigmatización, no se da al interior de la vivienda, ni tampoco en los pasillos y áreas comunes de los condominios, esta se da principalmente en los espacios públicos, en el transporte y en el acceso a los servicios. Mientras el equipamiento y la seguridad de nuestros parques y plazas no supere al que ofrece un condominio cerrado, nuestros niños seguirán jugando intramuros y no se integrarán con los niños del barrio; mientras no tengamos un sistema de transporte público que sea una real alternativa a la utilización del automóvil, esto es en comodidad, calidad y confiabilidad, seguirá estigmatizado quien se ve obligado a tomar el Transantiago para movilizarse porque no tiene otra opción; y mientras la educación pública no ponga el foco en la calidad de la enseñanza, quienes puedan costearlo, seguirán prefiriendo los colegios pagados.
La integración social no se da de forma automática por el hecho de construir viviendas sociales en sectores pudientes, es quizás una buena señal, pero la integración se da cuando concebimos la cuidad como un sistema integrador, donde los servicios que esta entrega son de calidad y accesibles para todos y por lo mismo hacen innecesario tener que invertir de forma privada en una mejor calidad de vida. Si la ciudad ofreciera los servicios apropiados, la ubicación de las viviendas sociales no sería tema, como ocurre hoy en ciudades integradoras como Barcelona o Estocolmo.
Veo la nueva política del MINVU y el proyecto de Lavín como buenos augurios, pero se requerirá de la integración –valga la redundancia- de las políticas de Transporte, Educación, Salud, Vivienda y Urbanismo, y del trabajo articulador de los Municipios para que recién así podamos concebir a la ciudad como medio real para la integración social.
Daniel Schmidt M.
Decano de la Facultad de Arquitectura y Construcción
Universidad Autónoma de Chile
Fuente: Jueves, 09 de agosto de 2018