Domingo, Noviembre 24, 2024

No basta con transporte público por Carlos Cruz

EL MERCURIO – La congestión vehicular es un fenómeno que está instalado en nuestras principales ciudades y es necesario asumirlo como una realidad insoslayable. Tiene impactos significativos en el potencial productivo de los espacios urbanos y en la calidad de vida de todos sus habitantes.

Uno de los grandes problemas que enfrentan las sociedades modernas es la congestión vehicular. Este fenómeno está instalado en nuestras principales ciudades y es necesario asumirlo como una realidad insoslayable. En efecto, si se analiza lo que sucede en ciudades tan diversas como Melbourne, Madrid o Bogotá, cual más cual menos, muestra los mismos problemas. Esto tiene impactos significativos en el potencial productivo de esos espacios urbanos y, por supuesto, en la calidad de vida de todos sus habitantes.

Esta ecuación es relativamente simple: cómo distribuimos el espacio urbano habilitado para los diferentes tipos de desplazamientos de las personas, propios de una ciudad moderna. En Santiago, por ejemplo, el porcentaje de viajes que se realiza en transporte público es de un 29,196, un 28% de viajes se hace en transporte privado. En tanto, los viajes no motorizados representan un 38,5% del total de viajes. Sin embargo, el parque automotriz aumenta año a año como consecuencia, principalmente, del mayor ingreso de los chilenos y del mayor bienestar que se obtiene al utilizar este modo, en relación a los demás. La reacción más inmediata de algunos, los constructivistas, es aumentar la oferta de espacio para el desplazamiento de los automóviles.

Otros, los progresistas, proponen desincentivar el uso del automóvil, de modo de disuadir a quienes lo prefieren e invitarlos a utilizar el transporte público u otras formas de desplazamiento no motorizado, corno es la bicicleta o la caminata.

UN CAMINO INTERMEDIO

Tal como en la mayoría de los casos, las soluciones no son ni una ni otra de las alternativas que se discuten con tanta pasión, sino un camino intermedio, que hay que construir. En primer lugar, pareciera del todo relevante destacar la importancia de un buen sistema de transporte público en la calidad de vida de las personas que habitan en la ciudad. Al menos en Santiago, urge mejorar el sistema de transporte público. Para ello, se avanza prioritariamente con una oferta de nuevas líneas de Metro y el cambio de los buses que sirven en la superficie. Sin embargo, persiste un rezago en este último, al no priorizarse en la asignación vial, ni atender debidamente el significativo intercambio de pasajeros que existe permanentemente entre Metro-bus, exponiendo al usuario a condiciones de movilidad muy precarias.

El transporte público de superficie es un requisito para un buen sistema de Metro, ya que lo alimenta y entrega una cobertura significativamente mayor. Para que sea un complemento efectivo, hay que hacerse cargo de lo que diferencia a uno del otro y asimilar cualitativamente cada vez más el transporte de superficie a las prestaciones que ofrece el Metro. Esto supone niveles de inversión importante en buses, vías exclusivas, paraderos dignos y centros de intercambio modal adecuados a los distintos contextos. Pero también supone una mayor utilización del sistema vial de la ciudad, hoy ocupado preferentemente por automóviles, lo cual incentivará los niveles de congestión.

En un segundo orden, es un dato que el parque automotriz continuará incrementándose por sobre el crecimiento del PIB, hasta llegar a los niveles de densidad de os países desarrollado.

Por lo tanto, junto con ampliar la oferta de transporte público, será necesario pensar soluciones también para quienes, a pesar de todo, seguirán prefiriendo el auto. Para ello, la ampliación de la red de autopistas pareciera ser una solución, en la medida que esta no interfiera en la vialidad existente y se complemente con un buen sistema de estacionamientos periféricos y centros de intercambio adecuados a la necesaria convivencia de modos.

Un requisito inevitable es que esta nueva red de autopistas sea pagada por sus usuarios, de modo que los escasos recursos públicos disponibles, a partir de las normas tributarias que a todos se nos aplican, se canalicen preferentemente hacia la infraestructura de soporte del transporte público.

Una solución integral, como la propuesta, debiera ser un camino a explorar que asegure que nuestras ciudades mejoren su conectividad, accesibilidad y satisfagan debidamente las necesidades de desplazamiento de todos sus habitantes.

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Fuente: El Mercurio, Lunes 09 de julio de 2018

EL MERCURIO – La congestión vehicular es un fenómeno que está instalado en nuestras principales ciudades y es necesario asumirlo como una realidad insoslayable. Tiene impactos significativos en el potencial productivo de los espacios urbanos y en la calidad de vida de todos sus habitantes.

Uno de los grandes problemas que enfrentan las sociedades modernas es la congestión vehicular. Este fenómeno está instalado en nuestras principales ciudades y es necesario asumirlo como una realidad insoslayable. En efecto, si se analiza lo que sucede en ciudades tan diversas como Melbourne, Madrid o Bogotá, cual más cual menos, muestra los mismos problemas. Esto tiene impactos significativos en el potencial productivo de esos espacios urbanos y, por supuesto, en la calidad de vida de todos sus habitantes.

Esta ecuación es relativamente simple: cómo distribuimos el espacio urbano habilitado para los diferentes tipos de desplazamientos de las personas, propios de una ciudad moderna. En Santiago, por ejemplo, el porcentaje de viajes que se realiza en transporte público es de un 29,196, un 28% de viajes se hace en transporte privado. En tanto, los viajes no motorizados representan un 38,5% del total de viajes. Sin embargo, el parque automotriz aumenta año a año como consecuencia, principalmente, del mayor ingreso de los chilenos y del mayor bienestar que se obtiene al utilizar este modo, en relación a los demás. La reacción más inmediata de algunos, los constructivistas, es aumentar la oferta de espacio para el desplazamiento de los automóviles.

Otros, los progresistas, proponen desincentivar el uso del automóvil, de modo de disuadir a quienes lo prefieren e invitarlos a utilizar el transporte público u otras formas de desplazamiento no motorizado, corno es la bicicleta o la caminata.

UN CAMINO INTERMEDIO

Tal como en la mayoría de los casos, las soluciones no son ni una ni otra de las alternativas que se discuten con tanta pasión, sino un camino intermedio, que hay que construir. En primer lugar, pareciera del todo relevante destacar la importancia de un buen sistema de transporte público en la calidad de vida de las personas que habitan en la ciudad. Al menos en Santiago, urge mejorar el sistema de transporte público. Para ello, se avanza prioritariamente con una oferta de nuevas líneas de Metro y el cambio de los buses que sirven en la superficie. Sin embargo, persiste un rezago en este último, al no priorizarse en la asignación vial, ni atender debidamente el significativo intercambio de pasajeros que existe permanentemente entre Metro-bus, exponiendo al usuario a condiciones de movilidad muy precarias.

El transporte público de superficie es un requisito para un buen sistema de Metro, ya que lo alimenta y entrega una cobertura significativamente mayor. Para que sea un complemento efectivo, hay que hacerse cargo de lo que diferencia a uno del otro y asimilar cualitativamente cada vez más el transporte de superficie a las prestaciones que ofrece el Metro. Esto supone niveles de inversión importante en buses, vías exclusivas, paraderos dignos y centros de intercambio modal adecuados a los distintos contextos. Pero también supone una mayor utilización del sistema vial de la ciudad, hoy ocupado preferentemente por automóviles, lo cual incentivará los niveles de congestión.

En un segundo orden, es un dato que el parque automotriz continuará incrementándose por sobre el crecimiento del PIB, hasta llegar a los niveles de densidad de os países desarrollado.

Por lo tanto, junto con ampliar la oferta de transporte público, será necesario pensar soluciones también para quienes, a pesar de todo, seguirán prefiriendo el auto. Para ello, la ampliación de la red de autopistas pareciera ser una solución, en la medida que esta no interfiera en la vialidad existente y se complemente con un buen sistema de estacionamientos periféricos y centros de intercambio adecuados a la necesaria convivencia de modos.

Un requisito inevitable es que esta nueva red de autopistas sea pagada por sus usuarios, de modo que los escasos recursos públicos disponibles, a partir de las normas tributarias que a todos se nos aplican, se canalicen preferentemente hacia la infraestructura de soporte del transporte público.

Una solución integral, como la propuesta, debiera ser un camino a explorar que asegure que nuestras ciudades mejoren su conectividad, accesibilidad y satisfagan debidamente las necesidades de desplazamiento de todos sus habitantes.

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Fuente: El Mercurio, Lunes 09 de julio de 2018

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