LA SEGUNDA – El libro “Gran Valparaíso”, busca posicionar los temas urbanos en la agenda política, bajo el entendido que solo desde este ámbito se podrán implementar los cambios que requieren nuestras ciudades.
Con ello no desconocemos que el desarrollo urbano depende de una amplia gama de actores y que hoy tenemos un Estado menos fuerte que aquel que existía cuando la planificación territorial surgió como disciplina. Pero estamos conscientes de que, incluso en dicho escenario, construir una mejor ciudad requiere de recursos, leyes y normativas que solo pueden ser abordadas desde los distintos niveles de la administración pública.
Por ello, es clave recuperar la confianza en las instituciones, una tarea difícil debido a los escándalos generados por formas irregulares de financiamiento de la política, y cuya solución requiere de reformas complejas, donde la ciudad tiene un rol que jugar, ya que permite acercar la política a temas que afectan en forma cotidiana la calidad de vida de las personas.
La ciudad, después de todo, habla por sí misma. Cuando uno recorre las calles se da cuenta de los niveles de bienestar alcanzados, y también de los problemas que afligen a los chilenos. Basta tomarse un bus y recorrer el sur de Santiago, viajar de Puerto Montt a Alerce o subir desde el borde costero de Viña del Mar hacia los cerros, para ver cómo van desapareciendo las áreas verdes, los espacios públicos pierden calidad y aumentan los basurales y las rejas.
Si la ciudad se convierte en una prioridad en la agenda pública, la política recobraría buena parte de su sentido primario, que es servir de puente para canalizar las aspiraciones y preocupaciones de las personas, y traducirlas en buenas políticas públicas.
Estamos convencidos de que no basta con criticar, elaborar diagnósticos o cuestionar las instituciones públicas aprovechando la coyuntura actual. También se necesitan propuestas para imaginar e impulsar cambios, resolver problemas o capitalizar oportunidades, combinando una visión de largo plazo con acciones que puedan entregar resultados en cuatro u ocho años. Por ello en este libro presentamos ideas de política pública y 25 proyectos concretos localizados en barrios prioritarios de Valparaíso.
La notable transformación del Gran Valparaíso
Hay varias experiencias o historias que motivaron la publicación de este libro, muchas desde la propia Región de Valparaíso, que es donde estamos localizados como corporación. Nos referimos a cambios urbanos notables que tuvieron lugar en un país bastante más pobre, pero probablemente más innovador. Un Chile que fue capaz de soñar y concretar transformaciones territoriales que, vistas en retrospectiva, son verdaderas hazañas.
Fue en esta ciudad donde basurales e industrias se transformaron en parques y paseos, donde se abrieron cerros para levantar trenes y ascensores, y donde se logró ganar terreno al mar, con cuadras completas que combinaban actividades portuarias con espacios públicos tan admirables como la Plaza Sotomayor.
En este periodo de gloria, que tiene lugar en la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, se configura el Valparaíso que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco durante el gobierno de Ricardo Lagos, o la Viña del Mar que se convirtió en la capital turística del país, y que, pese a sus problemas, sigue siendo la ciudad más valorada por su calidad de vida de acuerdo al último ránking elaborado por la Universidad Católica.
Sería iluso separar esta época de transformaciones del contexto económico y político, con un puerto de relevancia internacional, industrias que generaban miles de empleos y una actividad económica que era tanto o más relevante que la de Santiago, y que estaba liderada por una élite de inmigrantes llenos de sueños.
Hoy estas condiciones no existen. Comenzaron a diluirse por desastres naturales, como el terremoto de 1906, y por innovaciones tecnológicas, como la apertura del canal de Panamá o la mecanización del puerto. La región sufrió un golpe mortal con las medidas económicas impulsadas por los Chicago Boys durante la dictadura, que se tradujeron en el cierre de industrias que no pudieron competir sin las protecciones arancelarias del periodo desarrollista.
Fue entonces cuando la política y la economía desplazaron su centro de gravedad a Santiago, llevándose, de paso, buena parte del capital humano regional. Nunca nos hemos podido recuperar de esta pérdida.
La nostalgia por este pasado no puede nublar la vista de los logros que se generaron en Chile luego de la recuperación de la democracia y que también beneficiaron al Gran Valparaíso. Ahí están la notable reducción de la pobreza, la construcción de miles de viviendas y escuelas, la provisión de agua potable y alcantarillado, los nuevos edificios públicos y obras de infraestructura que conectaron territorios con niveles de innovación similares a los observados en el siglo XIX.
Ahora los balnearios de la región ya no son un privilegio de la élite y pueden ser aprovechados por una nueva clase media, con más recursos, aspiraciones y exigencias de bienestar. Este fenómeno, asociado al crecimiento económico y la ampliación del consumo, generó cambios significativos en el paisaje de nuestras ciudades. Muchos centros históricos, incluyendo los de Valparaíso y Viña del Mar, se han reconfigurado y también surgieron otros, formados por malls , hipermercados, clínicas o universidades privadas.
La clase media que accedió a viviendas y automóviles ha generado demandas explosivas de espacio y movilidad, que sobrepasan las capacidades de infraestructura y que se traducen en problemas de congestión, alza en precios del suelo y las viviendas, problemas de abastecimiento y cobertura sanitaria, conflictos por la ocupación del espacio y mucha resistencia a los cambios que afectan a los barrios.
Los suburbios que nacieron de las políticas habitacionales o de grandes emprendimientos privados en los años 90, fueron reemplazados por cientos de torres que han densificado centros, bordes costeros o incluso cerros, como Recreo y Placeres, cambiando la tendencia de crecimiento de nuestra área metropolitana hacia una mayor compactación territorial o densificación. De hecho, hoy casi el 80% de la oferta inmobiliaria del Gran Valparaíso está compuesta por departamentos y solo un 20% por casas y parcelas de agrado.
Problemas y desafíos
El rápido crecimiento urbano y económico se dio de forma desbalanceada entre la capital y las regiones, o entre ciudades de una misma zona. Unos ganan, otros pierden. Hay barrios del Gran Valparaíso, sin ir más lejos, donde se observan retrasos que no se condicen con el desarrollo que ha alcanzado Chile y su ingreso a la OCDE. El deterioro del espacio público es otro síntoma y es doblemente preocupante, ya que además de afectar la calidad de vida y la dignidad de los ciudadanos que los habitan a diario, compromete el patrimonio urbano y cultural de Valparaíso, destacado internacionalmente luego de su denominación por parte de la Unesco.
También preocupa la informalidad, que se expresa en una gran cantidad de asentamientos precarios, con familias de escasos recursos, que se han extendido en los cerros de la conurbación mediante tomas, loteos irregulares y campamentos. La informalidad también se aprecia en el comercio con la proliferación de puestos que se instalan sin permisos ni condiciones sanitarias en veredas, parques y espacios públicos; muchas veces con el apoyo o indolencia de las autoridades locales.
Además vemos una actitud individualista de algunos residentes o turistas, que olvidan que los espacios públicos les pertenecen a todos, que confunden el arte urbano con los rayados y el vandalismo con legítimas expresiones de descontento. Estas marcas de subdesarrollo, como las tituló el periodista Francisco Aravena en la revista Qué Pasa, son heridas que se extienden como plaga sobre centros, barrios, monumentos nacionales e, incluso, sobre el Museo a Cielo Abierto, afectando un patrimonio artístico invaluable.
Estos síntomas se acrecientan o son difíciles de parar, por la falta de legitimidad de la clase política, fenómeno del que Valparaíso, por supuesto, no está exento. Los gobiernos locales y regionales no han sido inmunes a la corrupción, la cual compromete la legitimidad del sistema político, la confianza de la ciudadanía en sus líderes y funcionarios, y la capacidad de las autoridades para tomar medidas impopulares que hoy resultan muy necesarias como controlar el vandalismo o evitar que asentamientos precarios sigan instalándose en zonas de riesgo expuestas a derrumbes o incendios.
Pero sus consecuencias son aún más serias El deterioro de la clase política, sumado a la falta de planificación e inversión urbana, fue el combustible que propagó el gran incendio de Valparaíso de abril de 2014 y que ha impedido definir el destino de paisajes de enorme valor urbano y social, como el borde costero, los cerros del “anfiteatro” o los distritos y centros históricos.
Entre el lamento y la indignación
Las señales de subdesarrollo que describimos se observan hace tiempo en Valparaíso, y ha sido difícil revertirlas. Existen al menos tres factores que conspiran para ello. Primero, el centralismo. Segundo, la falta de visión y de competencias de las autoridades locales, lo que se agrava por la corrupción y su falta de credibilidad.
Centralismo y debilidad institucional local se vinculan en un círculo vicioso, ya que uno de los argumentos para no traspasar recursos a las regiones es la ausencia de equipos que puedan administrarlos. Además, existen pocos incentivos para hacerlo o impulsar grandes cambios, puesto que las autoridades regionales son nominadas desde el gobierno central y deben mantener los lineamientos definidos desde Santiago.
Es difícil romper este círculo vicioso si los líderes y la élite local apelan al lamento y la indignación, en vez de articular un discurso racional sobre las necesidades y los sueños de los habitantes de Valparaíso y las formas de alcanzarlos en plazos razonables y con agendas claras de implementación. En vez de ello, abundan voces que proponen reformarlo todo, movilizar a la ciudadanía y tomarse el poder, con una épica que suena inclusiva e igualitaria, pero que muchas veces excluye a grandes mayorías y carece de caminos claros para bajar a tierra.
Muchas veces esta indignación ni siquiera llega a oídos del Congreso, localizado en el empobrecido barrio El Almendral y donde los parlamentarios tienen sus oficinas con vista a los cerros quemados por el incendio de abril de 2014 y que se reconstruye con la misma precariedad con que fue fundado (y por mientras, se discuten las grandes reformas estructurales nacionales y sectoriales).
El tercer factor trasciende el ámbito de la región y es lo que hemos denominado “nadismo”, que básicamente consiste en patear para adelante cualquier política pública o proyecto que pueda molestar a alguien o provocar un conflicto con alguno de los numerosos grupos de interés que se han potenciado por la ausencia de liderazgos locales.
Con el “nadismo” se minimizan los conflictos, pero se perpetúan los problemas y se dejan pasar oportunidades importantes que ayudarían a reforzar los muchos atributos del Gran Valparaíso, como recuperar sus bordes costeros y fluviales, integrar cerros aislados o revitalizar sus centros con nuevas economías de servicios y conocimiento.
El libro
El complejo panorama que hemos descrito no es irreversible. La historia de Chile muestra que nuestras ciudades han logrado levantarse de desastres naturales enormes y salieron de crisis económicas o de confianza tanto o más complejas que la actual, implementando cambios con caminos claros de concreción, rigor técnico y liderazgo político.
Este libro intenta contribuir al debate público del Gran Valparaíso, siguiendo esta tradición y teniendo a la ciudad como eje principal de acción y cambio social. En sus páginas se encuentran las reflexiones y propuestas que surgieron al interior de Metropolítica entre 2013 y 2016. La primera parte, Reflexiones, contiene columnas escritas por los miembros de la corporación y que fueron publicadas por El Mercurio de Valparaíso.
En función de su temática, las columnas se agrupan en tres capítulos. El primero se denomina “Tendencias metropolitanas” y condensa las hipótesis que hemos elaborado para explicar cómo crece el Gran Valparaíso, cuáles son los factores sociales o geográficos que condicionan sus cambios y cuáles los problemas centrales que enfrentamos.
El segundo capítulo, “Debates urbanos”, toma posición respecto a temas más contingentes que han estado en la discusión pública del Gran Valparaíso, como los proyectos de expansión portuaria, la lenta y precaria reconstrucción de los cerros afectados por el gran incendio, el deterioro del patrimonio, el crecimiento del borde costero en Viña del Mar, la densificación de los barrios o la extensión hacia Villa Alemana, Concón y Curauma. También tomamos posición respecto a los cambios en los planes reguladores comunales, incluyendo los seccionales propuestos para racionalizar la construcción en altura.
“Política y ciudad”, título del tercer capítulo, resume las ideas que hemos tratado para situar a la ciudad como parte de la agenda de asuntos públicos. Aquí hay columnas que reflexionan sobre los cambios políticos, urbanos o económicos que se requieren para salir de los problemas que describimos en el diagnóstico, y se enuncian algunas líneas de propuesta que son profundizadas en otros capítulos del libro.
Estas reflexiones se traducen en ideas concretas de cambio mediante propuestas de desarrollo urbano, que son las que dan vida a la segunda parte de este libro y que refieren al área metropolitana y la ciudad de Valparaíso, precisando los barrios prioritarios de intervención, los objetivos de los proyectos, sus alcances, emplazamientos y costos.
Las propuestas buscan mover los cercos de la conversación, levantar la mirada y salir de la crítica pura, del lamento o la indignación. Sabemos que su materialización tomará tiempo, que probablemente muchas ideas quedarán en el camino, pero entendemos que su formulación es la mejor forma de avanzar y poner en discusión los caminos para abordar los problemas detectados y potenciar los activos que ofrece esta área metropolitana.
La tercera parte del libro, Desafíos futuros, presenta la carta de navegación que hemos definido como corporación para los próximos años. Si bien cada integrante tiene su posición, es posible detectar un hilo conductor que refleja los valores que sustentan Metropolítica y que hemos tratado de comunicar en diversas instancias donde participan nuestros integrantes, como la Comisión Regional Pro Movilidad, las comisiones de desarrollo urbano del Colegio de Arquitectos y organizaciones que promueven la preservación y recuperación del patrimonio.
Esperamos que este libro ayude a situar a la ciudad como motor de bienestar social y económico, y por ende, como un asunto prioritario en la agenda de las políticas públicas del futuro.
Fuente: La Segunda, Miércoles 7 de marzo de 2018