EL MOSTRADOR – Interesantes datos aporta el columnista Felipe Martin en su columna “El 84% del agua corre hacia el mar sin ser aprovechada”.
En la publicación, indica que “…somos un país rico en agua, pero pobre en infraestructura hídrica para almacenarla. Tenemos un atraso tecnológico equivalente a 50 años respecto de países desarrollados…”. Añade que “actualmente, donde debiera sobrar agua en regiones, tenemos verdaderas industrias de camiones aljibes, limitando el desarrollo de infraestructura, donde mucha gente no le interesa mejorarla, por culpa de un mercado local, ya que se gastan millones de dólares en traslado de agua potable rural”.
Nada más cierto. En nuestro país el agua corre hacia el mar sin ser aprovechada. Lo curioso es que diversos sectores de opinión, en lugar de impulsar iniciativas para rescatar esta agua, arremeten contra los usuarios del recurso, como si la solución consistiera en no utilizar agua. El mayor usuario del agua superficial es la agricultura, con un 81% del total; sin embargo, los que más sufren los embates de esta mirada “anti utilización de agua” somos quienes trabajamos en el sector forestal.
Las grandes cuencas donde principalmente se desarrolla la actividad forestal a partir de bosques plantados, son las que presentan mayores superávit a nivel global, según la Dirección General de Aguas. Tanto así, que existen dos proyectos de “carreteras hídricas” para llevar agua desde dichas cuencas hacia el norte del país, ya que en ellas, efectivamente, el 84% del agua llega al mar sin ser utilizada. Lo paradojal es que es en ellas hay problemas de escasez local de agua, debido justamente a una insuficiente infraestructura hídrica, encarnada crudamente en la distribución con camiones aljibe.
Los suelos donde se establecieron las plantaciones forestales son en su gran mayoría no arables y sin alternativa sustentable de uso agrícola. Y si la tuvieran, el uso de agua por parte de los cultivos agrícolas es similar (trigo, maíz, patatas) o superior (berries, otros frutales), con la consideración adicional de que las plantaciones madereras no requieren riego. De hecho, producir un metro cúbico de madera a partir de plantaciones, requiere hasta un 40% menos de agua y entre un 75% a 90% menos de superficie que en los bosques promedio del mundo.
Las plantaciones obtienen el agua del subsuelo, hasta una profundidad promedio de unos 3 a 4 metros, sin alcanzar las napas profundas. Además, tienen un rol importante en la interceptación del agua-lluvia, limitando el efecto erosivo y favoreciendo su infiltración. Los efectos de menor abastecimiento en las napas que se han apreciado en los últimos ocho años, en áreas con y sin plantaciones y tienen que ver principalmente con la menor recarga de las napas, producto de la subida de la línea de nieve en la cordillera (isoterma 0) y la disminución de las lluvias, derivado de una larga sequía.
Es posible moderar las fluctuaciones en el requerimiento de agua por parte de las plantaciones a través de medidas de silvicultura, como mantener combinaciones de bloques de distintas edades. Y los silvicultores están introduciendo estas prácticas en las áreas donde pueden tener mayor efecto. También en los sectores forestales se pueden encontrar manantiales y cursos de agua que pueden ser utilizados en beneficio de las comunidades aledañas, siempre y cuando se cuente – de nuevo- con la infraestructura necesaria.
La necesidad de un adecuado aprovechamiento del agua en el país, requiere dejar de lado visiones ideologizadas, y tener una mirada amplia de las cuencas y sus territorios, que contemple la generación y uso del agua para los diversos usos que allí existen. Y a partir de ese diagnóstico articular un programa de inversiones público-privado que genere la infraestructura hídrica necesaria.
Fuente: El Mostrador, Jueves 15 de Febrero de 2018